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Zenitsu estaba triste.

La idea de dejar su casa donde pasó casi toda su vida lo hacía querer echarse a llorar todo un océano.

¿Vivir en la ciudad? Lo llenaba de terror, apenas conocía poco de como es la vida allí. Su abuelo Jigoro ya había ido un par de veces para visitar a su hermana, la cual recientemente habia fallecido dejando su casa a nombre de su único hermano y familiar, al menos tenían ya un techo en donde quedarse.

Venía pensando en todo el viaje en su nueva academia, por suerte recién empezaban las vacaciones y podría tomarse su tiempo antes de conocer a muchos desconocidos, y si hablamos de que son de la ciudad y con dinero, pitucos.

— Ya hemos llegado— la voz de su abuelo lo despertó en su nueva realidad, miró por la ventana e hizo una cara de confusión.

— No sabía que ella viviera en tan buenas condiciones— su hermano Kaigaku habló mientras miraba la casa que tenian al frente.

— ¡Nadie me dijo que viviríamos en un barrio pituco!— gritó el rubio sin miedo a que la gente de al rededor escuchase su forma de hablar natural.

Y pues traduciendo un poco lo que dijo, estaban en medio de varias casas enormes, calculando podría ser 10 veces mas grande que su anterior casita.

Una calle mas limpia que el camino de piedras por donde iba junto a su hermano a la escuela.

¿Acaso las casas estaban echas de ladrillo?

Sin duda, su vida iba cambiar mucho en este nuevo lugar.

—Pido el cuarto grande

— ¡Porfaa Kaigaku, al menos TÚ si tenias un cuarto en la anterior casa! ¡Dejame tener el privilegio, me la debes!

Infló las mejillas mientras daba golpes en la espalda del pelinegro mientras este trataba de tapar con su cuerpo la puerta de la habitación, que sea ligeramente mas alto que él lo molestaba.

— ¡Hay mas en toda esta casa, deja de pegarme carajo!— rápidamente entró a la habitación haciendo que su hermanito pierda el equilibrio por estar renegando, caiga de cara al suelo frió y pulido.

— ¡Buaaa, abuelo! ¡Ya vas a ver imbécil!— Kaigaku rodó los ojos, aun con apenas 17 años cumplidos, Zenitsu siempre se iba a comportar como un bebé griton.

—Chicos basta de jugar, Zenitsu lleva estas cajas a tu nuevo cuarto— Jigoro levantó al menor como pudo y se acercó a decirle algo al oído —Te prometo que este es mas grande y con una buena vista hacia todo este lugar— le guiñó el ojo izquierdo.

El rubio sacó su lengua en modo de burla hacia el pelinegro y siguió a su abuelo.

Llevó unas cuantas cajas, no tenía muchas cosas mas que solo unas prendas, sus libros y unas decoraciones que tenía guardadas para cuando tuviera su propia habitación.

— Te dejo para que te instales— miró a su nieto adoptivo quien solo asintió sin devolverle la mirada— Zenitsu se qué todo esto va a ser diferente a lo que vivíamos, pero te prometo que cambiaremos para bien—.

— Gracias abuelito— le dió una pequeña sonrisa y volvió su mirada hacia las cajas.

Se quedó solo luego de que el mayor cerrará la puerta, viendo que no le mintió en su nuevo cuarto, tenía un balcón grande que daba vista a las otras casas que rodeaban la ahora suya, se acercó mas y fijó su vista en la que tenía al frente.

Vió a una chica hablando por el celular mientras caminaba de un lado a otro y hasta en círculos, pensó en que podría ser buena idea hacer nuevas amistades con sus nuevos vecinos y matar la incomodidad que tenía por su nuevo estilo de vivir.

Cuando vió guardó su celular y posó su vista en él, alzó la mano y sacudió con una sonrisa nerviosa, si le hablara tendría que gritar desde allí porque estaban algo lejos, así que se limitó a saludar amistosamente con la mano.

La joven primero hizo una cara de sorpresa, luego bajó su vista para ver con detalle la ropa que vestía el chico extraño que la saludaba.

Zenitsu paró de saludar cuando vió que la chica lo miró con una mueca que no sabría describir, pero le devolvió el saludo levantando solo un poco la mano para que termine saliendo de su alcoba entrando a su casa.

¿Abrá echo algo malo para que lo mire así? Luego recordó, obviamente esa chica tenía un escáner en su mirada porque reconoció a un chico pobre a tan solo metros de distancia.

— Los pitucos son una webada— rodó los ojos, se le fue la idea de hacer amistades en ese lugar.

Mientras por otro lado, la misma chica de la alcoba bajaba las escaleras dirigiendose a su sala, donde encontró a su primo y el mayordomo quien le servía un jugo de limón.

— ¡Tengen! ¡Kyo! A que no adivinan que clase de personas acaban de instalarse en la casa de al frente— entrecerró los ojos, ensanchando una sonrisa cínica.

y te vi [uzuzen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora