Abrir los ojos | DamiAnya Week 2022 |

Día 2: Tonitrus

Disclaimer: Spy x Family no me pertenece. La imagen empleada en este capítulo tampoco me pertenece.

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Capítulo 2: Pañuelo

Becky Blackbell parpadeó dos veces más, aún sin emitir respuesta. Abrió sus finos labios tratando de decir algo, pero los cerró nuevamente, procediendo a enroscar un dedo en una de sus coletas bajas. En frente suyo, en una de las salas de estar instaladas en la escuela, destinadas a personas que desean reposar en sus momentos libres, Anya le instó con la mirada a contestar.

—Quieres decir que Damian, el Damian que nosotras conocemos, está teniendo conductas extrañas contigo últimamente, ¿cierto?

—Chi.

—Sonrojarse en tu presencia, trabarse cuando lo pones nervioso, mirarte mucho, ser considerado únicamente contigo, mostrar ciertas actitudes propias de un caballero y ya no decirte tonta tantas veces, solo cuando lo eres. Todo desde hace unas semanas, ¿cierto?

—Chi.

—Y que, según tú, todo empezó desde ese día en que se ofreció a llevarte a tu casa en su suntuoso auto, llegar a tu condominio, pisar un terreno plebeyo y abrirte la puerta del vehículo.

—Eh... —Anya rio ante la descripción de su vecindario—. Chi, Becky, tal cual. ¡Es que lo hubieses visto! Fue tan, tan...

—¿Galante, caballero, no el mocoso de siempre? ¿Te gustó?

—¡Sí! Digo, ¡no! —la castaña mostró una sonrisa perversa ante ese nerviosismo—. Solo es extraño su comportamiento últimamente, ¿no lo crees?

Blackbell sonrió de lado, optando por peinar su sedosa cabellera con sus dedos. Sintió la potente mirada de su mejor amiga, expectante de su respuesta, pero prefirió tomar su taza de té, mover la cucharita de seis a doce, como sus clases de etiqueta lo estipulan, y beber el contenido pausadamente. Definitivamente, series como Berlint in Love le han dotado de un conocimiento superior sobre la materia, lo que permitiría absolver las dudas de su confundida amiga.

—Anya, querida mía... —respiró profundamente—, Damian se comporta así contigo desde los doce años. Se sonroja, tartamudea e insulta desde que te disculpaste con él, en contra de mi voluntad, por golpearlo el primer día en Edén, y después de dejar de ser un mocoso, solo se acrecentaron ciertas conductas y suprimieron otras que trataba de emplear para contener sus sentires e impulsos. Bueno, no sorprende tu ceguera. Todo apunta a un simple diagnóstico.

—¿Desde los... doce años?

—Así es. Ahora se le nota más, pero déjame decirte que ya es adrede, él busca la cura de ese diagnóstico, el cual finalmente aceptó y ahora optó por no luchar contra esto. Se rindió.

—Oh, no, Becky, ¿tan malo es?

—Es terrible para quienes lo adolecen y no reciben una cura o siquiera paliativos. Y tú, cariño, eres cruel y, contrario a lo que puedes pensar, no ayudas con su diagnóstico.

—¡¿Qué?! ¡Pero yo no hice nada! Yo... —Anya lo repensó aún más—, yo no hago nada. ¿Qué diagnóstico es, Becky? No entiendo.

—Es porque ves mucho Bondman y no ves a tu alrededor o las revistas que te comparto —espetó con furia, mas luego se calmó—. No hacer nada es igual a ser una desalmada con su corazón. Pero tranquila, para eso me tienes a mí.

—¿Qué es, Becky? Dímelo ya, por favor —la castaña endureció la mirada, con una sonrisa ladina.

—Que le gustas, Anya, así de simple y complejo a la vez. Le gustas a Damian Desmond desde los seis años y lo tienes enamorado desde los doce, solo que hoy por hoy ya no lo quiere reprimir burdamente, le sale mal, da pena. ¿Dudas? No tengo, pero me alegra que lo haya aceptado.