Capítulo 1

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—Basta, basta...ven aquí—Jean tomó a la chica del rostro y los hombros, haciéndola levantarse. Después la empujó hasta la pequeña mesa cercana y la volteó, dejándola de espaldas a él.

—Jean...¿Así?—preguntó ella mientras se sujetaba de la mesa y sentía Jean levantar su falda

—Claro, no quiero llevarte al suelo y ensuciar tu lindo vestido...la última vez levantó sospechas ¿No quieres eso verdad?—respondió él mientras empezaba presionarse entre sus piernas, penetrándola en esa misma posición.

Las macetas y otras plantas empezaron a moverse y caer de la  mesa, encubriendo el gemido de la hermosa rubia, mientras lo sentía moverse cada vez más profundo dentro de ella.


"¡Jean! ¡¿En dónde estás?!" una voz se escuchó detrás del viejo invernadero en el que se encontraban escondidos.



Jean frunció el ceño, era demasiado tarde para detenerse. Él no había querido hacerlo justo ahí, pero ella misma lo había buscado e incitado hasta convencerlo y ahora no se iba a negar a sí mismo el placer de su hermoso cuerpo.


"¡Jean!" la voz gritó de nuevo "¡Jean te buscan en el establo!"


Ella empezó a alcanzar el final también y empezó a moverse junto a él. Jean la tomó con fuerza de la cadera y mantuvo su ritmo firme hasta que empezó a sentirla temblar —¡Jean!—lo llamó en una voz ahogada.

—Silencio preciosa, alguien podría oírte—hundió sus dedos en su cadera y cuando el temblor de sus piernas empezó a disminuir salió de ella y se friccionó sobre su cadera, terminando y dejando un hilo de semen corriendo desde su cadera hasta sus piernas.

—Bueno, supongo que tu vestido se ensuciará de cualquier manera—le dijo al tiempo que bajaba su falda—pero al menos esta vez no se podrá ver


"¡¿Jean, dónde estás maldita sea?!" la voz se acercaba al invernadero

Valeria lo miró con preocupación y Jean le guiñó un ojo. La tomó del brazo y la empujó al lado de un estante con más macetas y herramientas de jardinería. Justo a tiempo, justo antes de que la puerta se abriera.


—¿Podrías dejar de gritar?—Jean se adelantó unos pasos—ya te escuchó toda la casa. Iré a los establos en cuanto termine lo que me solicitó la Dama Fitzgerald



Después de lograr distraer y sacar a Esteban del invernadero regresó a buscarla—Ya puedes salir Valeria, ya está despejado—Valeria salió lanzándole una sonrisa y después corriendo a sus brazos. Él bajó la mirada y la tomó del mentón para hablarle—Ya no quiero que tengas que hacer esto...déjame hablar con tu padre—Valeria se alejó de él y sonrió de nuevo tratando de ocultar sus nervios.

—Oh...vamos Jean, sabes  que papá jamás...no podría permitir...ya sabes


Si, Jean lo sabía.

Ella era Dama Fitzgerald, hija de un Vizconde, de cuna noble, con un rostro y cuerpo hermosos...y también era muy rica, consentida, vanidosa y presumida.

Él era Jean Kirschtein...y nada más. Se dedicaba la mitad de su tiempo a sus pequeños negocios como mercader y la otra mitad a lo que sea que le diera dinero para sostenerse y seguir invirtiendo en sus negocios: Cuidado y cría de caballos, jardinería, carpintería, etcétera.

De golpe sintió indignación contra él mismo por el delicioso gusto que tenía por ella. Lo tenía claro, ella lo usaba para pasar un buen rato y él la dejaba. Se veían escondidas y él la escuchaba quejarse del último vestido o poni adquirido, para después callarla con un beso y seguir desde ahí.


Casi en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora