Capítulo 4

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Los dos hombres se miraron y ninguno de los dos mostró la conmoción que ambos sentían con el terrible parecido entre ellos.

Jean había esperado que su abuelo se pareciera a su padre, estatura promedio y cabello oscuro.

Pero sin duda, él había tomado toda la imagen y semejanza de su abuelo. Ambos con ese cabello rubio cenizo, altos y rectos, con esa misma mandíbula cuadrada y la misma mirada impasible y severa. La única diferencia eran los ojos claros de Jean, que provenían de su madre.

Jean llevaba su apellido. Pero nunca había tenido su título ni ninguno de los beneficios del mismo como posible heredero. Su abuelo, había desheredado a su padre desde el día en que se había casado con su madre contra su voluntad.

Años después decidió buscarlo, insistiendo y exigiendo su derecho a una visita, como si no los hubiese abandonado todos esos años, como si no lo hubiera dejado a su suerte al quedar sólo a los quince años de edad.

Perfectamente derecho, aunque utilizando un bastón, Hugbert Kirschein, Duque de Stohess, se dirigió al bar.

—Godfrey puede servirnos—habló Jean, al notar sus intenciones

—Prefiero llevar esta conversación a solas...brandy ¿Cierto?

Jean elevó un poco una ceja. Sí, brandy era su bebida preferida.

—Sí, seco.


—Me da gusto que al fin hayas respondido a mis cartas—el duque entregó la bebida a Jean—No pensé que...

—¿Podría ir al grano y decirme qué es lo quiere? No pretenda hacer de esto una charla de amigos

—Bien.—El duque dio un sorbo a su propio vaso antes de continuar—ahora que te has casado, quisiera que hagamos lo necesario para que seas reconocido como mi heredero legítimo


Jean chasqueó la lengua con una sonrisa—gracias, tenía tiempo sin sonreír.

—Esto es serio

—Claro. No me diga, el médico le dijo que le queda poco tiempo de vida y nadie de sus hijos ha sido digno de su herencia...o se ha casado

—Mi único hijo murió en un incendio hace trece años

Jean apretó su agarre sobre el vaso de brandy

—Hasta donde sé, usted no tenía hijo y por lo tanto tampoco tuvo un nieto. También sé, que mi fortuna está creciendo y alcanzará la suya pronto...y después de eso la duplicaré. Así que, como dije, vaya al grano, porque sigo sin entender por qué pretende que alguna vez tuvo un interés en su propio hijo o en...

—¡Entiendo mi error!—el abuelo Kirschtein también tenía su propio carácter—Lo he tenido que entender por décadas, lejos de mi hijo, tu padre, que tampoco quiso responder mis cartas. Ni siquiera pude darle un funeral apropiado...o decirle a cuán equivocado estaba, disculparme...

—Qué bien que ha recibido la iluminación, pero es demasiado tarde, como ya se dio cuenta

—No lo es. Jean...

—¡No vuelva a llamarme por mi nombre! Su alteza, yo no ostento ningún título, pero no somos amigos.

—Bien. Mr. Kisrchtein. Mírelo entonces como un negocio. Yo he pagado las consecuencias de mi decisión, es algo que me llevaré a la tumba y no he venido aquí a recibir sermones. Usted no es mi amigo, ni necesita nada de mi. Pero su esposa y pronto, su propio hijo, podrán beneficiarse del renombre de mi título...después de lo que le hizo a esa mujer, esto es lo mínimo que podría hacer para repararlo

Casi en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora