Mi única historia. 3

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Capítulo tres: Que bella puede ser la lluvia.

Es un día lluvioso. A pesar que estoy en este cuarto escucho como caen las gotas de lluvia en el tejado y en la calle, una gotera salpica en el piso de mi sala de estar, mientras el amor de mi vida descansa en su habitación.

Siempre eh creído que morir mientras llueve le da un toque especial a la escena ¿No crees? Es de ese tipo de detalles que destacan a la hora de contar historias.

-Bueno chico, suficiente por hoy- Dijo el padre mientras estiraba sus brazos por encima de la cabeza. –Fue muy agradable hablar contigo.

-Igualmente señor- Dije con una sonrisa por el éxito cosechado. Dude para decir lo siguiente, pero las palabras se escaparon –Me asusta un poco el hecho de que mi novia sea de familia rica.- pude ver como una sonrisa se dibujó en su rostro y soltó una pequeña risita.

-Chico- dijo con un tono serio –Que no se note que fui yo el único que interrogo en toda la conversación- dijo esta vez con un tono burlón –No somos ricos, bueno lo fuimos, pero ya nos dejamos de eso.

-¿Qué quiere decir?

-Antes teníamos mucho dinero, mi esposa y yo éramos los dueños de nuestra propia empresa. Para no aburrirte te diré que simplemente nos cansamos de esa vida tan estresada, tomamos lo que era necesario y el resto lo donamos a una pequeña fundación que creció a partir de ahí.

-Ya veo, pero ¿No se arrepienten de haberlo hecho?

-No, no me arrepiento, es rara la forma en la que solo teniendo mucho dinero es que empiezas a notar lo poco que vale y lo poco feliz que te hace.

-¿Y ahora a que se dedica?

-Ahora simplemente salgo de vez en cuando en un pequeño camión blanco y busco una forma de conseguir un poco de dinero, aunque no sea necesario- dijo eso ultimo sonriendo, dándome a entender que solo trabajaba porque quería y lo disfrutaba.

-Bueno, ya para terminar definitivamente- Dijo poniéndose de pie –Te hare una promesa, pero debes cumplir con mi condición.

-Está bien, dígame de que se trata.

- Si llegas a cumplir el año felizmente con mi hija, te daré permiso de casarte con ella si ustedes así lo desean.

-¿¡En serio!?- pregunte poniéndome de pie, casi saltando de la emoción, sabía que era algo apresurado, pero la bendición de su padre valía esa emoción.

-Cálmate campeón y deja que termine- me dijo haciéndome volver a mi asiento –hay una condición, recuerda.

Trague saliva en ese instante -¿Cuál es?

-Debes estar siempre con ella, ser el motivo de su felicidad, acompañarla en los buenos y malos momentos, en el instante que terminen se acabó, no habrá segundas oportunidades, pero sobre todo...- Hizo una pausa que me dejo intrigado, casi al borde del asiento –No quiero verla llorar jamás por tu culpa, ¡Jamás! 

Sería una pena que se enterara que ya llevo dos en la cuenta.

-Le prometo que lo hare sentir orgulloso de mi- Le dije poniéndome de pie nuevamente.

-No quiero sentirme orgulloso de ti idiota, a ti te odio- eso dolió, aunque lo dijera con una sonrisa –Solo quiero que ella sea feliz.

-Ese es mi único propósito como ya se lo he dicho- Le dije mientras estiraba mi mano hacia él.

-Espero mucho de ti- estrecho mi mano, sellando la momentánea despedida.

Salí de esa bellísima casa con una alegría que solo es comparable a la de aquel ocho de abril en el que empezó todo. Les doy la fecha hasta ahora porque fue a partir de ahí que la tuve presente cada día esperando que se cumpliera el año, pero los días se me hacían eternos desde entonces.

Entonces llego el seis de agosto, dos días antes de cumplir nuestro cuarto mes, nunca olvidare esa tarde.

-"Cariño ¿me acompañarías a visitar a mi abuela?"- Dije imitando su voz mientras hacía que el acelerador pagara mi disgusto –No sé para que acepte.

-Por favor, te divertiste mucho- Dijo en un tono burlón.

-No me mal entiendas, ella es muy dulce pero puede llegar a ser muy...

-¿Agobiante?- Me interrumpió

-Iba a decir curiosa- Me miro entre cerrando los ojos. –Es que me incomodaba con tantas preguntas raras: "¿Eres un  hippie?", "¿En cuántas guerras estuviste?", "¿Necesitas otro riñón?"- Dije esta vez con un intento de imitar la voz de su abuela. Mientras ella reía note que empezó a caer un poco de lluvia, unas cuantas gotas en el parabrisas, también vi un pequeño riachuelo que bajaba del lado izquierdo  de aquella carretera de doble sentido.

 Decidí detenerme, Salí del auto y cruce la carretera, empecé a admirar aquel paisaje que la tarde me estaba ofreciendo. El sol a medio ocultar pero apenas reflejado en el cielo a causa de las nubes de lluvia que se pintaban de naranja oscuro, por otro lado, el agua clara de aquel pequeño riachuelo reflejaba perfectamente el paisaje, mientras se ondulaba al hacer contacto con las rocas de la orilla. ¡Era hermoso!

Ella salió del auto -¿Qué estás haciendo ahí?-  me preguntó mientras se cubría de las gotas con un pequeño paraguas.

-¡Ven a ver!- Le dije al otro lado de la calle ansioso porque viera tal paisaje. Venia hacia mí con una sonrisa muy dulce, ya estaba en el otro carril. 

No sé qué paso, tal vez fue el sonido de las gotas que caían sobre su paraguas, o el de las que golpeaban el riachuelo, tal vez fue el hecho de estar concentrada mirándome fijamente con esa radiante sonrisa, No sé qué fue  lo que paso. El punto es que no noto el camión que se dirigía hacia ella a toda velocidad.

"....Ante la muerte humana, la propia y la de nuestros seres queridos, cada uno de nosotros se queda con el corazón conmovido, la mente obnubilada y la mirada triste. Dios tiene derecho de llamar a sí de este mundo, a la mansión eterna, a quién desee, cuando quiera, y del lugar y de la forma que Él quiera. Estamos hoy aquí reunidos para despedir el alma de una persona cuya vida toco todas las nuestras..." Nunca olvidare ese preciso momento, el momento en el que unas palabras me dolieron tanto que me hicieron estremecer, dándome el alivio de saber que estaría en una mejor vida, pero sintiéndome igual de triste.

Levante la mirada y su madre estaba llorando desconsolada, algo en ella se rompió ese día. Una lagrima se deslizo por mi mejilla hasta llegar a mi labio. Jamás pensé que así sería mi ocho de agosto, me imagine tantas cosas lindas para ese día, pero no podía hacer más que estar triste, apretar los puños... Y abrazar con fuerza el amor de mi vida, quien también lloraba desconsolada a mi lado.

Su padre... Su padre era quien iba conduciendo aquel camión, y en un intento desesperado por evitar atropellar a aquella persona que cruzaba la carretera, dio un giro brusco con el volante y a causa de que el camino estaba húmedo los neumáticos patinaron haciendo que el camión se deslizara y luego se volcara para empezar a girar cuesta abajo hasta caer con los neumáticos viendo al cielo en aquel bello riachuelo rodeado de rocas.

No pude evitar sentirme culpable, fui yo quien se detuvo a ver algo perfectamente imaginable, fui yo quien decidió salir del auto, fui yo quien la llamo y la hizo cruzar. Sentí que era mi culpa y las palabras de su padre llegaron a mi mente: "No quiero verla llorar jamás por tu culpa, ¡Jamás!".

Lo siento viejo, te falle.

Agache la mirada y la vi a ella poniendo atención fijamente en mí. Me miro directo a los ojos, note lo hinchados que estaban los suyos, tratando de contener las lágrimas por un instante pronuncio unas palabras que aliviaron mi alma, luego rompió en llanto nuevamente. Pero sentí que podía estar tranquilo luego de escucharla decir algo tan simple pero tan valioso para mí.

-por favor, no te culpes por esto. Te amo.

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