Mi única historia. 5 (final)

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Capítulo cinco: Una belleza tan única como esta historia.

Un estallido. El día en el que mi vida cambio, mi corazón se comportaba como el de un pequeño colibrí, dando esos 20 latidos por segundo, bombeando sangre que sonrojaba mis mejillas, dilataba mis pupilas, erizaba cada vello de mi piel, me hacía sudar y agitaba mi respiración. Y llego el silencio.

El silencio es incómodo, es agobiante, es desesperante, es vacío lleno de mucha nada ya que todo se queda en la mente, y si no sale es solo pensamiento y el pensamiento en el silencio es nada.

-Sí...   

Algo rompió ese silencio. Una dulce melodía, un grito de victoria, un... Un "sí".

-Sí, por supuesto,  es obvio que quiero casarme contigo- Dijo sonriendo, mientras lagrimas salían de sus ojos y llegaban deslizándose hasta sus labios y cuello.

Por favor viejo, esto no puede contar. Esta feliz.

Me puse de pie. Las manos me temblaban, bueno, toda mi existencia temblaba de emoción, de alegría. Una vez de pie abrí mis brazos esperando que ella entrara en ellos.

Cuando su rostro se acomodó en mi pecho y sus brazos rodearon mi espalda, mientras los míos se dejaban caer suavemente sobre sus hombros, agache mi cabeza dejando que mis lágrimas cayeran sobre su cabello. Moví mis labios tratando de hacer salir las palabras, pero no podía hacer vibrar mi garganta.

-Te amo, te amo con todo mi corazón- Mi voz estaba temblando y se entrecortaba.

-Yo también te amo, este año a tu lado es lo mejor que me ha pasado. Espero que este siempre a mi lado- levante su cabeza haciendo que sus ojos se fijaran en los míos.

-No soy nadie para decir que pasara, pero si se lo que quiero. Te prometí estar contigo el resto de mi vida y le prometí a tu padre hacerte feliz. Mis brazos estarán aquí para ti, siempre abiertos, como estuvieron desde el día que te conocí. Mis hombros estarán para ti, siempre desocupados, como estuvieron desde el primer día que te vi llorar. Mi sonrisa estará para ti, siempre visible, como estuvo desde el primer día que te hice reír. Y mi corazón estará para ti, siempre ahí, al lado del tuyo, para que hagas con él lo que quieras.

Nos quedamos ahí unidos el uno al otro, fundidos en ese abrazo y no nos separamos hasta que el sol se ocultó por completo delante de nuestras miradas. Y llego el silencio.

El silencio es cómodo, es tranquilo, es calmante, es un vacío lleno de todo ya que todo ocupa lo que el sonido deja de ocupar, somos más atentos, apreciamos más los momentos estando en silencio.

-Tengo que ir, debo avisarle a mamá- Corto el silencio.

Salió corriendo haciendo que el puente se agitara ligeramente, la felicidad se notaba en su rostro.

Y luego esa felicidad se acabó.  

Un grito que toco el cielo salió de su boca, mientras yo apenas asimilaba lo que acababa de pasar, una de las tablas del puente se rompió haciendo que ella cayera por ahí, estaba colgando, sujetando con todas sus fuerzas las tablas que se encontraban al lado del en ese entonces presente agujero en el puente.

¡Vamos! ¡Reacciona imbécil!

Mi mente parecía lista para ayudar en ese momento, pero mi cuerpo estaba petrificado.

¡Tienes que reaccionar!

Logre hacer mover mi cuerpo. Me acerque a ella y la tome por los brazos.

¿Todavía tiemblo de emoción? No, es por otra cosa.

Tenía miedo.

Aquello que más amaba dependía de mí en ese momento, mi prometida dependía de mí.  

-¡Mírame!- le grite viéndola a los ojos, ojos que nuevamente estaban llorando –Todo va a estar bien, te voy a subir- Le dije con una voz calmada y un intento de sonrisa.

Empecé a jalarla para subir su cuerpo, pero note que era más pesada de lo que pensé.

Buen momento para llamar  gorda a tu prometida. Genio.

Su llanto hacia poco más que ponerme nervioso mientras tiraba de sus brazos con toda mi fuerza. El viento nocturno empezó a soplar haciendo mover el puente. En ese momento ella no pudo más y soltó las tablas, dejando todo su peso en mis manos que alcanzaron a tomar las suyas.

-¡No mires abajo! Todo estará bien.- Mis patéticos esfuerzos por calmarla solo se comparaban a los esfuerzos por subirla.

Mis manos empezaron a sudar y las suyas empezaron a deslizarse lentamente. Hasta que un último grito, mis manos la soltaron.

¿Alguna vez dije que morir mientras llueve le da un toque especial a la escena? Afortunadamente en esta escena no llovió.

Porque mi llanto la hubiese opacado en ese momento.

-¡Inútil! ¡Eres un inútil, un imbécil! ¿¡Cómo pudiste soltarla!?- Dije mientras el lago debajo de mí se alimentaba con mis lágrimas.

Lánzate.

Un bombardeo de pensamientos me invadió en ese momento, pero ahora solo recuerdo lo que mi mente me ordenaba hacer.

Ve tras ella, lánzate

Me siento un cobarde por no haberlo hecho.

Solo me senté en el centro de ese puente a aceptar la realidad, la cruel realidad, mi amor se había hundido en ese lago y mis ganas de amar con ella. Mi sonrisa se borró de mi cara desde ese día.

Ese fue el día, el día en el que mi vida cambio.  

Lo siento. Sé que desde un principio te dije que te contaría una historia de amor, pero eso hice, lastimosamente mi historia no tiene un final feliz, lamento si te decepcione.

Esta historia está escrita con mis manos, esas manos en las que ella confió, y le fallaron. Por lo tanto no puedo engañarme ni engañarte contándote un final feliz que nunca paso.

No soy feliz, ella está aquí conmigo, se ve tan angelical como siempre, tiene una belleza única,  en ese cajón café oscuro, su vestido carmesí y el anillo en su dedo anular. Pero no soy feliz, porque no estoy a su lado, ni ella a mi lado.

El lugar en el que me encuentro ahora es solo un reflejo de cómo me siento. Una única luz anaranjada que ilumina este estrecho cuarto y esta mesita en el centro, con estas pocas hojas y una pluma bañada en tinta.

Es muy triste estar así día tras día.

Hoy es 8 de abril, y estoy haciendo esto como un favor a quien llegue a leerlo.  

Nunca dejes ir lo que más amas, no importa que sea. Eso de dejar ir algo porque lo amas, es una excusa para no luchar por ello.

Lo siento. Te prometí una historia de amor, pero la verdad es que esta historia será la primera y única, porque no es más que una larga nota de suicidio.

 

 

Adiós. Cuídate.

 

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