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Jueves, jueves.

Salí de mi ya muy conocida habitación a deambular por allí.

El hospital era muy grande y conocido por hospedar aquí a las personas hospitalizadas, así que contaba con salas cómodas.

Caminé sin rumbo fijo hasta que mis pies me llevaron hacia una de mis partes favoritas, una sala con grandes ventanales que daban vista hacia el exterior con cómodos sofás y máquinas expendedoras. Y me encaminé hacia una de ellas, comprando dos barras de cereal.

Anduve hasta uno de los sofás marrón pero me detuve cuando te vi, podía notarse lo tenso que estabas, agachado, con tu rostro entre tus manos. Sin importarme tu presencia, tomé asiento a un lado tuyo y observé tu postura. Tu mochila negra te acompañaba de nuevo con ese condensador de oxígeno.

Mal día ¿eh? —hablé con la vista en mi barra mientras la abría y le daba un mordisco. Una persona no está en un hospital por una noticia feliz.

Quitaste las manos de tu cara y me miraste con el ceño fruncido, pero no respondiste.

Soy Ava —dije mi nombre y te extendí mi otra barra, la cual tomaste después de unos segundos, aún con el ceño fruncido, la abriste y le diste un bocado.

No sé si me reconociste, pero me hizo feliz volver a verte, conversar y alegrarte un poco, pues no sabía la causa de tus desdichas.

Para el chico de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora