Capítulo 5

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Las pesadillas de Zhan se hicieron recurrentes, Yibo podía lidiar con ellas y con los recuerdos del menor, sabía que pronto dejarían de perturbar sus noches, pero también era consciente de que en cualquier momento Zhan tendría que enfrentarse a las criaturas de esos malos sueños, en especial si pretendía llevarlo consigo.

Un día, ambos estaban en el salón, Zhan tocaba una melodía melancólica en el piano y Yibo lo acompañaba en silencio. Cuanto terminó de tocar, Zhan se levantó y se dirigió a la puerta dispuesto a salir de ahí.

—Iré a mi habitación a descansar un rato.

—Espera. —Yibo se acercó a él—. Tengo una mejor idea.

Yibo levantó a Zhan, quien no dudó en afirmarse a su cintura con las piernas. Yibo dejaba besos y mordidas en el cuello de Zhan mientras avanzaba con él hasta la mesa que ahí se encontraba. El pelinegro jadeaba en el oído del mayor, y éste sentía que pronto perdería la cordura. Con una mano afirmaba a Zhan y con la otra tiró al suelo algunas de las cosas que estaban sobre la mesa para dejar al menor en ella.

—Lo siento —dijo Yibo con una sonrisa ladina—. Lo haremos aquí sobre la mesa, me toma mucho tiempo llevarte al dormitorio. Además, me parece una experiencia interesante de probar.

—Tonto —Zhan dijo riendo.

La mesa era lo suficientemente resistente como para soportar el peso de ambos, por lo que Yibo se subió sobre él y devoró sus labios con hambre. Zhan no se quedó atrás, respondió al beso con intensidad, deseando más, anhelando las caricias de Yibo. El mayor le quitó la camisa que llevaba puesta y depositó húmedos besos en su pecho.

Bastó un descuido para que todo se arruinara.

Zhan, dejándose dominar por el placer que le proporcionaban los labios y las manos de Yibo, colocó sus brazos por encima de su cabeza y botó una figura de vidrio que todavía se encontraba en la mesa, la que se quebró en varios pedazos. El pelinegro no tuvo cuidado y, en un movimiento brusco de su parte, se hizo un profundo corte en el hombro con un trozo de vidrio.

La sangre comenzó a manchar su brazo y la superficie sobre la cual estaba recostado, y el olor de ese líquido carmesí llegó a Yibo. La pasión ya nublaba los sentidos del castaño, pero perdió todo el control al sentir el olor de la sangre de Zhan. Yibo dejó de besar el pecho del menor, se levantó apoyándose en sus manos y lo miró.

Zhan se paralizó y el terror se apoderó de él, opacando el dolor que sentía debido al corte. Yibo lo miraba con unos ojos que no eran los de él, un par de orbes rojos que lo observaban con hambre. Pero lo que más le aterró fueron los colmillos que, letales y afilados, sobresalían de su boca.

—Tú —dijo en un murmullo—. Tú eres uno de ellos.

Yibo dejó de prestarle atención, solo estaba concentrado en la sangre que manchaba la piel de Zhan y, sin importarle los forcejeos del menor, acercó la boca a la herida en su hombro.

—¡No! ¡Yibo! ¡No lo hagas! —suplicó.

Zhan sintió cómo Yibo lamía la sangre, su lengua paseándose de forma descarada por su hombro, y tuvo mucho miedo, ¿acaso lo mordería?

—¡Yibo! ¡Yibo, basta! ¡Me haces daño!

Yibo reaccionó a sus palabras justo a tiempo, antes de enterrar con fuerza sus colmillos en la blanca piel del cuello de Zhan. Se separó del menor con la boca manchada de sangre, una imagen que se grabó en la mente de Zhan y lo llenó de pavor. Yibo se alejó de él con brusquedad y salió del salón.

Zhan bajó de la mesa y corrió a encerrarse en el baño que se encontraba en la planta baja. Tenía mucho miedo, y lo peor era que el causante de eso era Yibo, su Yibo. ¿Cómo no se había dado cuenta? Todo ese tiempo había vivido con un demonio, se había entregado por completo a un ser como el que lo había atacado cuando era un niño.

Luego de un rato, todavía sin poder reaccionar del todo, tomó la toalla y la usó para detener la sangre que todavía salía de la herida en su hombro.

—Deja que te ayude. —Escuchó la voz de Yibo y se sobresaltó—. Abre la puerta.

—¡V-vete! ¡No quiero nada de ti! ¡Vete!

—Si no abres por las buenas, será por las malas.

Zhan chilló asustado cuando Yibo rompió la puerta, quien entró al baño sin importarle los gritos y reclamos del menor. Se acercó a él para ver su herida, estando seguro de que no perdería el control de nuevo, pero Zhan alejó sus manos con un manotazo.

—No te quiero cerca de mí, vete y no regreses.

—No haré eso, Zhan —Yibo dijo tajante—. No te dejaré.

—¡No me toques! —gritó al ver que Yibo acercaba sus manos una vez más.

El castaño se estaba molestando, la actitud de Zhan lo enojaba. Se prometió que esta vez nada ni nadie los separaría, no otra vez, incluso si era el mismo Zhan quien le pidiera irse o intentara alejarse, él no lo permitiría.

—Tú ansías mi toque, Zhan. ¿Recuerdas cuando hacemos el amor? ¿Recuerdas cómo suplicas que te bese y te acaricie?

—¡Eres un maldito! ¡Demonio! ¡Mentiroso! —Zhan escupió con veneno—. ¡Te detesto!

—¡Basta! —Yibo le dio una bofetada y, aprovechando la sorpresa del menor, se acercó a él para curar su herida, como si nada hubiese pasado—. Eres mío, Zhan, así como yo soy tuyo, y puedes odiarme todo lo que quieras, pero no te alejarás de mí.

—Todo este tiempo mentiste, te metiste en mi casa, en mi familia. ¿Qué pretendía con todo esto?

—Cuidarte.

—¿Cuidarme? —preguntó incrédulo—. No me hagas reír. Te quiero lejos de mí, no quiero nada de ti, no te quiero cerca.

—Eres mío, Zhan, nos pertenecemos, ya no me alejaré.

—¡No soy tuyo!

—¡Lo eres! Y lo aceptaste en el momento en que dejaste que te besara, que te hiciera el amor.

—No, no eres a quien dejé que me besara, no eres con quien hice el amor. A ti no te pertenezco, y nunca seré tuyo.

Zhan salió de ahí y Yibo no lo detuvo. Podía correr todo lo que quisiera, al final siempre lo atraparía.

—Eres mío, Zhan, y, sin importar qué, me encargaré de convencerte.

Siempre mío (YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora