Capítulo 6

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Zhan permanecía encerrado en su habitación, sabía que Yibo continuaba en la casa y, a decir verdad, le parecía extraño que no hubiese entrado por la fuerza o por el balcón a su cuarto. De todas formas, se sentía prisionero en su propia casa, siendo custodiado por un ser que creía que existía solo en libros e historias de ficción. Pero ya no le temía como antes, con el paso de los días comenzó a despreciar todo lo que Yibo era, o al menos de eso trataba de convencerse, porque ya no confiaba en Yibo, sentía que algo se había roto entre ellos.

—Zhan, debes comer. —Escuchó la voz del mayor al otro lado de la puerta.

—¡Vete! ¡No quiero oírte! ¡No quiero saber que sigues aquí! ¡Mucho menos quiero comer algo que tú hayas preparado! —Porque sí, Yibo se había encargado de despedir a los pocos empleados que todavía seguían en la casa, quedando en ella solo Zhan y él.

—Si continúas con esa actitud, me obligarás a hacer algo que no pretendía hacer hasta que fuera el momento adecuado.

—¿Qué? ¿Me matarás?

—Algo así —respondió Yibo antes de abandonar el pasillo.

El pelinegro sintió que se le helaba la sangre al escuchar a Yibo, parecía hablar muy en serio. ¿De verdad lo mataría? No pensaba quedarse a averiguarlo, de alguna forma debía escapar y alejarse del mayor.

Una idea llegó a su mente, era arriesgada, incluso estúpida, pero decidió correr el riesgo. Se aseguró de que Yibo se encontraba en su habitación y luego se encerró nuevamente en la suya. Encendió el reproductor de música y puso el volumen al máximo; si tenía suerte, Yibo lo tomaría como otra forma de expresar su enfado y no se percataría del ruido que hacía para escapar por la ventana.

Se acercó al balcón y amarró en uno de los barrotes el extremo de la improvisada cuerda que había hecho con sábanas, lo típico. Bajó con cuidado, temiendo caer y quebrarse algo, pero logró llegar al suelo sin problemas. Corrió apresurado hacia el auto que pertenecía a su padre, cuyas llaves había tomado con anterioridad, y arrancó.

Desde el balcón de la habitación de Zhan, Yibo observaba el auto salir del recinto.

—¿Por qué insistes en haces cosas inútiles? —Yibo suspiró con fastidio—. No tiene caso, no voy a renunciar a ti.

El castaño saltó desde el balcón y se perdió en la oscuridad. Era hora de la cacería.


.........


El reloj del vehículo marcaba las dos de la madrugada, y eso solo puso más nervioso a Zhan, era muy tarde y estaba en medio de la nada en una carretera totalmente inhóspita donde lo único que se veía era lo que alcanzaban a iluminar los focos del auto, el resto solo era oscuridad, y los árboles que bordeaban el camino empeoraban el ambiente que de por sí ya era tenebroso.

De pronto, algo golpeó el auto y le hizo perder el control, lo que provocó que derrapara y luego volcara. Ocurrió todo muy rápido, apenas fue consciente de lo que pasó, pero sabía que tenía que salir del vehículo. Logró desabrochar el cinturón de seguridad y a gatas salió del auto, se levantó y miró la carretera en busca de aquello que se había atravesado en su camino, pero no encontró evidencia alguna de lo que pudo haber sido.

—¿Por qué haces cosas innecesarias, Zhan?

Un escalofrío recorrió su espalda, y al darse la vuelta se encontró frente a frente con Yibo. Sin dudarlo, se giró y corrió lo más rápido que pudo en dirección contraria, siendo un esfuerzo totalmente inútil. Abruptamente tuvo que detenerse cuando el mayor se interpuso en su camino, sorprendiéndolo con el rápido movimiento que había hecho.

—No deberías correr así luego del golpe que te diste —dijo preocupado, pero no menos enojado por lo que Zhan había hecho.

—¿Te preocupas por mí? No tiene sentido, después de todo tú causaste esto —acusó Zhan.

—¿Crees que yo causé tu accidente? Agradece que estaba cerca y me deshice del idiota que aprovechó que huiste para ir tras de ti.

—¿Por qué alguien vendría tras de mí? ¿Otro vampiro? —Yibo asintió—. ¿Por qué? Yo... Déjame ir, Yibo... —Zhan se sintió mareado y se tambaleó.

—Haces muchas preguntas, quizá las responda después. —Yibo lo sostuvo para evitar que cayera, pero Zhan hizo el intento de alejarse de él, pensando en las posibilidades que tenía de huir—. No tientes tu suerte, Zhan, no puedes huir de mí, nunca podrás.

Todo le gritaba que se alejara de él, que siguiera intentando, pero era obvio que sería inútil. Ya no podía, ya no quería, por lo que simplemente esperó hasta que Yibo estuvo tan cerca que pudo reflejarse en aquellos ojos carmesí. Esos orbes que antes eran dorados dejaban en claro lo peligroso que era su dueño, ¿entonces por qué no podía dejar de pensar en lo hermoso que era su rostro? En lo hermoso y atractivo que siempre le ha parecido.

—No deberías dejar que las apariencias te engañen —susurró Yibo contra su cuello—, no deberías dejar que la belleza te encandile ante lo que realmente importa... la belleza puede ser letal.

—Eres un maldito, Yibo —masculló el menor.

El castaño no respondió, solo sonrió con burla y arrogancia, tomó el rostro de Zhan con una de sus manos y lo miró fijamente a los ojos antes de acercar su boca a la mejilla del menor y lamer la sangre que bajaba por ella. Por la adrenalina del momento, Zhan no había notado que tenía un corte en su frente, razón por la cual había sangre en su rostro. Sin soltarlo, Yibo acercó la otra mano al cuello de Zhan y sus afiladas garras acariciaron la piel de su presa.

—Peor que eso, Zhan, ¿no? —Saboreó la sangre que había manchado los labios del pelinegro, sin besarlo, para eso habría tiempo luego—. Soy un demonio, tú lo has repetido de forma incansable.

—No... no me toques... déjame... —dijo con dificultad.

—¿De verdad quieres eso? —Detuvo todo movimiento—. No niegues aquello que deseas, Zhan, sé que ansías sentir mi tacto sobre tu cuerpo, sé que anhelas que te haga el amor una vez más. —Subió por su mejilla hasta llegar a su oreja y morder su lóbulo, regodeándose al sentir el estremecimiento en el cuerpo del otro—. Sé que me deseas y quisieras sentir mi lengua no solo en tu bello rostro.

—No... no quiero nada de ti... no seré tuyo.

—Ya lo eres. —Acercó su boca al cuello de Zhan—. Eres mío, solo mío, siempre mío. —Sus afilados colmillos se dejaron ver cuando separó sus labios—. Ya no hay vuelta atrás.

Mordió, enterró sus caninos en la yugular de Zhan, ejerció presión y la sangre brotó con fuerza. Zhan perdió la consciencia, quedando a merced de Yibo.

—No te perderé, Zhan, no de nuevo, aunque me tome tiempo, te convenceré de quedarte a mi lado. —Cargó al pelinegro y sonrió—. Eres mío, cariño, siempre lo has sido.

Siempre mío (YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora