Capítulo 4

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Yibo estaba de mal humor, después de lo ocurrido en su habitación, todo lo que había logrado avanzar para acercarse a Zhan parecía haberse perdido. El menor lo ignoraba y pasaba gran parte del día encerrado en su dormitorio con tal de evitarlo, eran varios los días que llevaba apenas viéndolo cuando sus padres le insistían para que bajara a comer.

Estaba decidido a hablar con él, o al menos intentarlo, ya que Zhan se encerraba con llave en su cuarto. La única opción que le quedaba a Yibo era entrar por la ventana. Para alguien como él sería mucho más sencillo, y sin problemas subió al balcón de la habitación del pelinegro, quien tenía la ventana abierta, facilitándole aún más las cosas.

Cuando entró al cuarto, Yibo encontró a Zhan sentado en la orilla de la cama, mirando hacia la ventana, mirándolo a él.

—¿Cómo subiste?

—¿Podemos hablar? —Yibo lo ignoró y preguntó con seriedad.

—No quiero hablar contigo, vete. —Zhan estaba molesto.

—Por favor, Zhan, quiero hablar contigo, escúchame.

—¿Para qué? ¿Qué caso tiene?

—Perdóname por lo sucedido ese día en mi habitación, de verdad lo lamento.

—¿Qué lamentas, Yibo?

—Lamento no haber terminado lo que empezamos —dijo acercándose a él—. Pero tuve que detenerme, lo siento.

—¿Por qué? —susurró Zhan.

—Porque no quería hacerte daño.

Yibo no lo soportó más. Con cuidado recostó a Zhan sobre el colchón y lo besó. Jugó con los labios del menor, iba lento y con calma, pero cuando Zhan le permitió profundizar el beso, lo volvió apasionado.

—¿Me quieres, Yibo? ¿Te gusto?

—No sabes todo lo que me haces sentir. —Yibo se alejó para verlo a los ojos y acariciar su mejilla—. No sabes cuánto debo esforzarme para poder controlarme.

—No quiero que te controles.

—Ya llegará el momento en que no lo haga, y entonces nada me detendrá, ni siquiera tú.

Algo había en la mirada de Yibo que le hizo saber a Zhan que hablaba muy en serio, y fue inevitable sentirse un poco intimidado.


.........


Seis meses antes del vigésimo cumpleaños de Zhan, su familia tuvo un accidente automovilístico en el cual sus padres y su hermano perdieron la vida. Habían sido invitados a una fiesta a la que el menor se negó a ir porque prefería pasar más tiempo con Yibo, en especial si podrían estar solos un rato; una decisión que probablemente fue la que le salvó la vida.

Al enterarse de lo ocurrido, Zhan se encerró por días en su habitación, dejó de comer y lo único que hacía era llorar, no quería ver o hablar con nadie, ni siquiera con Yibo. El mayor estaba muy frustrado, prometió que siempre cuidaría de Zhan, pero en ese momento el menor no se lo permitía.

Las cosas cambiaron cuando un día, sin que Yibo se lo esperara, Zhan fue a buscarlo a su habitación. Siendo casi medianoche, el pelinegro se coló en el cuarto de Yibo y luego en su cama. En su rostro se reflejaba la tristeza y la necesidad de consuelo, uno que solo Yibo podía darle.

—Nunca me dejes, Yibo, quédate conmigo para siempre —suplicó—. No quiero estar solo, no quiero perderte a ti también.

Los ojos de Yibo brillaron en la oscuridad y, sin pronunciar palabra alguna, respondió a las súplicas de Zhan. Se acercó al menor y lo besó con dulzura, deseo y amor. Yibo se posicionó sobre él para profundizar el beso y tener mayor comodidad para lo que harían a continuación.

—¿Estás seguro? —Zhan asintió, de verdad lo deseaba, lo necesitaba.

En medio de caricias, suspiros y gemidos, la ropa comenzó a perderse en la oscuridad de la habitación. Sus cuerpos chocaban sin tela de por medio, sus manos tocaban todo lo que tenían a su alcance, delineando con sus dedos cada curva, todo sin pudor, sin vergüenza. Zhan sentía que el placer lo envolvía con cada toque que Yibo le daba, con cada mordida, con cada beso.

Esa noche, Zhan tuvo la certeza de que le pertenecía a Yibo, que siempre sería así. Esa noche, Yibo le dejó en claro que nunca lo dejaría ir, que nunca lo abandonaría.


.........


La compañía de Yibo fue fundamental para Zhan, gracias al mayor se sentía más animado y poco a poco comenzó a sobrellevar de mejor forma la muerte de su familia. Sin embargo, cuando llegó su cumpleaños se negó a festejarlo. Cumplió veinte años sin celebraciones y sin felicitaciones. Por otro lado, Yibo estaba preocupado, pronto las memorias de Zhan regresarían.

Era pasado medianoche, Zhan dormía solo en su habitación, a pesar de que Yibo lo había invitado a pasar la noche con él. Su sueño era profundo y tranquilo hasta que, repentinamente, comenzó a quejarse dormido. Estaba teniendo una pesadilla, una que traía consigo los recuerdos que estaban sellados en lo profundo de su mente. En ella, tenía siete años y desobedecía a sus padres al adentrarse en el bosque durante la noche. Estaba perdido y herido cuando un hombre apareció y se acercó a él. Trató de escapar, pero ese hombre lo tiró al suelo y se abalanzó sobre él. Entonces vio sus ojos rojos y sus afilados colmillos.

Despertó gritando y empapado en sudor. Las imágenes de su pesadilla se agolpaban en su mente, y recordó. Un demonio, o un vampiro como los que salían en los libros de su hermano, lo había atacado. Recordó el terror que sintió en ese momento. El pánico quería apoderarse de él, y el temor de encontrarse con uno de ellos crecía en su pecho, pero Yibo entró a la habitación y se acomodó con él en la cama. El mayor lo contuvo, susurró palabras que calmaron a Zhan y se quedó a su lado hasta lograr que se sintiera seguro.

—Tranquilo, todo está bien.

—Tus ojos —dijo sin prestarle atención a sus palabras—. Yibo, tus ojos son dorados como los de mis sueños... ¿Por qué?

Zhan sintió mucho sueño, sus ojos se fueron cerrando hasta quedar completamente dormido en los brazos de Yibo.

—Porque son mis ojos los que tanto recuerdas —susurró sabiendo que Zhan no lo escucharía.

Siempre mío (YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora