Capítulo 2

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Zhan ya tenía diecisiete años, era un chico muy atractivo, tenía una sonrisa hermosa, ojos color chocolate y cabello negro, una combinación perfecta que atraía a más de un pretendiente. Pero él ya le pertenecía a alguien más.

"Eres mío, Zhan", el viento, haciendo uso de suaves susurros, era el mensajero que había escogido aquel que deseaba hacerse escuchar sin ser visto.

Desde niño soñaba con un par de ojos dorados que lo observaban en la oscuridad, un recuerdo que cargaba desde los siete años. Pero al cumplir los quince, sus sueños se vieron invadidos por una presencia que se encargaba de hacerle saber que no estaba solo. A partir de entonces, comenzó a escucharlo en sueños y en los susurros del viento.

Podía escucharlo, podía sentirlo, pero nunca lo veía, no conocía su rostro y solo podía sospechar que la mirada de sus sueños pertenecía a la misma persona. No sabía si era bueno o malo, no sabía si se estaba volviendo loco, pero ansiaba conocerlo.

"Eres mío, Zhan, siempre mío"

Se preguntaba si en algún momento esa persona iría por él, y ahí el anhelo se veía acompañado del miedo, un temor que no lograba entender del todo.

Un día, Zhan invitó a un amigo a su casa, un chico mayor con el que se llevaba bien y le agradaba mucho. Fue una tarde amena y divertida para ambos, tanto así, que se dejaron llevar. Zhan se encontraba sonrojado mientras el más grande se acercaba a sus labios con la intención de besarlo. Pero alguien lo vigilaba, siempre al pendiente de todo lo que le sucedía, alguien que no estaba dispuesto a permitir que otro lo tocara.

—Esa no es una buena idea, muchacho.

Ambos se asustaron al verse interrumpidos, Zhan aún más por la situación en la que los habían descubierto. El menor levantó la mirada y se encontró con un par de ojos que se parecían demasiado a los de sus sueños.

—¿Qui... quién eres?

—Un amigo.

El chico que acababa de llegar, y que era mayor que los otros dos, se acercó al acompañante de Zhan y lo miró a los ojos.

—Vete y no regreses, nunca más te acerques a Zhan —susurró de modo que solo él escuchara.

—Debo irme. Lo lamento, Zhan.

Sin dar más explicaciones, simplemente se marchó, dejando a Zhan solo con aquel extraño de cabello castaño.

—¿Un amigo? No te conozco. —No pareció importarle que el chico que estuvo a punto de besarlo se fuera, estaba más interesado en el desconocido que se encontraba frente a él.

—Pero yo a ti sí.

—¿Quién eres? —insistió con cierto fastidio—. No te conozco y has interrumpido...

—¿Qué? ¿Tu primer beso? —El pelinegro se sonrojó—. No iba a dejar que él fuese el primero en probar tus labios. —Sonrió ladino.

Zhan iba a replicar, pero justo en ese momento su padre se acercó a ellos.

—Hijo, veo que ya has conocido a Yibo, es el hijo de un buen amigo mío y se quedará con nosotros por un buen tiempo.

—No nos dijiste sobre eso, bueno, al menos no a mí —reclamó el menor.

—¿No? Supongo que lo olvidé. En fin, a partir de hoy, Yibo será parte de la familia, espero que te lleves bien con él —le dijo a Zhan y luego se dirigió al castaño—. Siéntete como en tu casa —dijo antes de marcharse.

Yibo miraba a Zhan con una sonrisa burlona. Cuando el padre del menor se perdió de vista, se acercó a él y se inclinó para susurrar en su oído.

—También espero que nos llevemos bien, Zhan.

Siempre mío (YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora