iii. waking up from a dream

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Armando había aprendido a aceptar sus sentimientos con humildad. Fueron tantos los errores ocasionados por su inmadurez que cuando por fin puso los pies en la tierra, ya había echado a perder muchas cosas en su vida, así que se prometió a sí mismo que no pecaría de soberbio otra vez. Por eso, cuando llegó el momento de poner sobre la mesa lo que sentía por Mario Calderón, fue fácil entender qué había pasado y cómo había llegado a ese punto, cuando años atrás no se le hubiera ocurrido poner los ojos en otro hombre ni en sus sueños más locos.

Eso de que uno no elige de quién se enamora cobraba un nuevo significado para él, sobre todo porque tenía la corazonada de que los sentimientos de Mario iban en la misma dirección. Le pillaba mirándolo con cariño cuando creía que no se daba cuenta, le besaba la mejilla para despedirse y siempre buscaba pasar tiempo juntos, aunque fueran diez minutos al día. No había derecho para sentirse como un adolescente con su primer amor, pero era eso mezclado con un golpe de realidad, ese amor maduro que sabe ser paciente, que cuida, que procura, que acompaña y que protege.

—Mario, Mario, me traes como un idiota —dijo para sí mismo mientras se terminaba de alistar para la fiesta de Marcela y Santiago. Tenía dibujada en su cara esa sonrisa de bobo enamorado que no pensaba volver a tener.

Con un vistazo más frente al espejo para acomodar su corbata azul y arreglar su cabello, salió del apartamento para encontrarse con Mario, que ya lo estaba esperando afuera del edificio. Nada más puso los pies fuera y lo vio apoyado ligeramente en el capó de su auto rojo. Se veía precioso, como siempre, con su traje oscuro y sus perfectos hoyuelos.

—No pues, me parece que le va a hacer competencia al novio, ah —le saludó Mario, acercándose con los brazos abiertos para poder abrazarlo y darle un beso en la mejilla.

—Usted tampoco está tan mal, eh. —respondió cerrando los ojos al sentir la calidez de sus labios en el rostro. Al separarse, puso su mano derecha en la mejilla del otro y dio ligeras palmaditas— ¿Nos robamos el show o qué?

Mario soltó una risa entrecortada y puso más distancia entre ellos para dejar que Armando camine a su auto —minutos antes había llamado a recepción para que lo dejaran parqueado fuera del edificio—. Antes de que Armando pudiera abrir la puerta del piloto, Mario recordó algo y le llamó para detenerlo.

—Ya me estaba olvidando —comentó mientras sacaba de la parte de atrás de su auto una caja de regalo mediana. Era rosa y tenía un listón blanco grande—. Compré esto para Camila, ¿está bien si se lo doy? Es un disfraz de tiranosaurio que quería desde el otro día.

Ah sí, después de ver la película con Mario, Camila se había obsesionado con los dinosaurios y quería todo de ellos: mantas, juguetes, peluches, almohadas... todo lo que pudiese tenerlos. Normalmente las fijaciones le duraban un par de meses a lo mucho, mientras tanto, Armando estaba feliz de engreír a su hija en lo que pudiera. Le hacía algo a su pequeño corazoncito enamorado que Mario tuviera esas consideraciones con su pequeña.

—Muchas gracias, Mario, le va a encantar —le dijo con sinceridad, anticipando la emoción que mostraría Camila en cuanto abriera la caja—. ¿En dónde lo consiguió? Yo he buscado pero hasta ahora no encuentro.

—Lo mandé a hacer —respondió Mario, encogiéndose de hombros, como si no fuera la gran cosa—. También lo puede usar como pijama. Se lo mostraría ahorita pero quiero que Cami sea la primera en verlo.

Armando le dedicó su mejor sonrisa de idiota —marca registrada— y se cruzó de brazos para evitar abalanzarse sobre Mario para besarlo. Para muchos podría no ser la gran cosa, pero para él significaba todo el cuidado a los detalles que ponía Mario.

—Vamos pues —dijo en lugar de seguir soñando despierto—. Vamos rápido para que pueda abrir su regalo pronto.

Esta vez Mario siguió a Armando hasta su auto, no sin antes dejar las llaves de su propio coche al portero que había salido a darles el encuentro. La idea era que ambos se fueran a la fiesta de Marcela en el auto de Armando para estar más cómodos y ya a la hora de regresar al apartamento, Mario podía tomar el suyo para irse a su casa —aunque Armando estuviese deseando que optara por quedarse a pasar la noche con ellos.

Second chances [ArMario]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora