Cuando Mario Calderón le ofreció su amistad aquel día en el parque, no estaba esperando sacar nada de eso. Armando se consideraba una persona realista, por lo que entendía que muchas veces los adultos decían las cosas porque sí, y nada tenía que ver con sus malas intenciones, sino porque crecer conlleva muchos otros factores que casi siempre te llevan a caer en una rutina. Le pasaba todo el tiempo, se encontraba con algún compañero del colegio o de la universidad, conversaban un rato, quedaban para volver a verse algún día y ese día nunca llegaba. Entonces, Mario —ejecutivo, accionista, amante de la buena vida— no tenía por qué ser la excepción.
Por eso, le sorprendió recibir una llamada suya a los pocos días para preguntarle si quería ir a beber algo. Armando había aceptado, desde luego. Más allá de que le parecía un hombre muy atractivo, se veía como una persona bastante sincera, que decía las cosas de frente y eso le gustaba, que pudiera diferenciar entre ser diplomático y ser hipócrita. Poco a poco empezó a descubrir los matices que había en él y se permitió enumerar aquello que más llamaba su atención:
1. Era muy coqueto. No importaba con quién estuviera hablando, siempre parecía estar a punto de saltarle a la yugular.
2. Le encantaba el contacto físico. Mario siempre lo estaba tocando. Palmaditas en la espalda y en las mejillas para alentarlo con algo. Una mano en su cintura cada vez que lo dejaba pasar por delante de él. Una mano en su hombro cuando quería hablarle sobre lo que sea.
3. Lo que tenía de carismático, lo tenía de astuto y avezado. Si tenía una idea que él consideraba buena, la defendía a capa y espada, valiéndose de su habilidad para caerle bien a todo mundo para conseguir que sus planes lleguen a buen puerto.
4. Le gustaba la equitación, eso tenían en común. Había participado en competencias desde niño, tenía una colección de medallas regadas por ahí.
5. Se consideraba abiertamente gay, aunque en el pasado hubiese tenido algunos encuentros con mujeres.
6. No quería tener un compromiso con nadie, según él, porque aún no conocía al hombre que pudiera conquistarlo y que le hiciera decir "de aquí soy".
En ocasiones, cuando Armando estaba recostado en su cama repasando su listado, se quedaba dándole vueltas al último punto y cada vez, su estómago hacía ese molesto revuelo que intentaba ignorar. En más de una oportunidad había querido preguntarle qué características debía reunir el hombre de sus sueños, pero no quería dar una impresión equivocada —porque Armando no quería saber eso para ver qué requisitos cumplía y cuáles no, obviamente—, así que se mordía la lengua y seguía escuchándolo hablar.
Mario no era, ni por asomo, la persona más sobresaliente del montón, pero para Armando lo era y eso le preocupaba un poco. Las noches eran particularmente pesadas, porque si no se la pasaba pensando en lo que sea que hubiesen conversado, recordaba cuando se conocieron. Y sí, se había propuesto olvidarlo todo, pero no lo había conseguido porque su psique lo odiaba y cada que podía lo regresaba a ese momento. Solo una vez sucumbió a sus instintos más primitivos y se masturbó con el recuerdo del cuerpo de Mario sobre el suyo, de sus besos hambrientos, de la sensación de tenerlo dentro. El orgasmo llegó con tanta fuerza que le hizo sentir cansado después, se había venido gimiendo MarioMarioMarioMario tantas veces que el nombre dejó de tener sentido. El arrepentimiento llegó de inmediato, se sentía asqueado por usar la imagen de su nuevo amigo para algo tan sucio, como si fuese material pornográfico a su disposición para saciar sus necesidades.
No había querido ver a Mario después de eso, le daba vergüenza tener que verlo a la cara después de lo que había hecho. Sin embargo, cuando el momento llegó, no se pudo negar a otra salida, porque sí, sentía una vergüenza tremenda pero pesaba más el temor de perder la bonita amistad que se había formado entre ellos. Entonces, hizo el juramento de no volver a hacer algo como eso y cuando le tocaba aliviarse, pensaba en una persona cualquiera.
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Second chances [ArMario]
RomanceLuego de su divorcio, Armando decide dedicarse de lleno a cuidar de su preciosa hija, Camila. Acostumbrado a la vida de papá soltero, no se imagina que conocer a Mario Calderón en una acalorada noche de verano pondría su mundo de cabeza. [Mario/Arm...