Capítulo 7

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Volvió a darse una ducha en cuanto entró en casa, como una forma de quitarse aquellos pensamientos oscuros que comenzaban a ocupar su mente. Cerró los ojos y se quedó más tiempo del que quisiera, pero era el que necesitaba. Al menos cuando salió empezó a pensar en otras cosas, como si lo hubiese olvidado o enterrado en algún rincón de su cabeza.

Aprovechó para recoger su casa y limpiar un poco, porque al final siempre acababa con arena en todas partes y le gustaba que todo estuviese decente. Se puso unos de sus pareos y salió fuera, mirando la barandilla rota y, por un momento, no recordó cómo había pasado. Así que tranquilamente fue a hablar con su vecino por si le prestaba algunas herramientas.

-¡Por supuesto! -le contestó con una sonrisa desde la puerta antes de entrar de nuevo en su casa-. Si es que un hombre tiene que tener de todo, no sé cómo sobrevives siquiera sin un destornillador.

-Pues lo hago. -Tahiel se encogió de hombros y le esperó apoyado en el marco de la puerta.

La casa de Joan era modesta y tenía poca decoración, pero todos sus muebles eran de madera y a Tahiel no le pasó por alto la idea de que los habría hecho con sus propias manos. Tenía algunos trofeos de pesca y otros tanto de antiguas competiciones de deporte que no lograba distinguir. Había dejado una vida atrás por lo visto, como la mayoría de allí.

Joan sacó una caja de herramientas de una pequeña despensa y se acercó hasta él, pero no llegó a dársela aún.

-Gracias, te la devolveré enseguida -dijo alargando una mano para coger la caja.

-Nada, chaval. Te ayudo.

-No hace falta, Joan, puedo apañarme solo.

-Deja, que así me entretengo. -Pasó por su lado riéndose y salió al porche-. Además, así me aseguro de que me las devuelvas.

Tahiel solo sonrió un poco y le acompañó, siguiendo sus pasos por la arena hacia su casa. No vivían demasiado lejos, aunque entre ellos se encontraba la casa donde se alojaba Eva y el tema de conversación no tardó en salir.

-¿Qué tal es?

La pregunta le pilló algo confuso, aunque al mirar a un lado y ver la casa cerrada tragó saliva.

-Es simpática.

-Ya, simpática. -Se giró para mirarle con una sonrisa porque esperaba sacarle algo más-. ¿Solo simpática?

-Sí. -Frunció el ceño y ladeó la cabeza a un lado-. ¿Qué te han dicho ya?

Joan se echó a reír e hizo un ademán con la mano, para quitarle importancia, aunque Tahiel se quedó con la mosca tras la oreja. Llegaron a su casa y este puso la caja de herramientas en el suelo del porche, colocando los brazos en jarra para quedarse mirando la barandilla.

-¿Qué has hecho aquí? Voy a necesitar unos tablones nuevos.

-¿Se puede arreglar?

Se cruzó de brazos mirando aquel desastre, fijándose en que había roto uno de los barrotes y parte de la barandilla, ahora hecha añicos.

-Se puede, pero tardaré algo más. Pensé que solo se te había caído una tabla.

-No, se... me cayó algo encima.

-Voy a casa. -Se giró para mirarle y le dio un par de palmadas en el hombro antes de volver sobre sus pasos-. Vuelvo ahora, en casa tengo cosas.

Le vio marcharse y Tahiel se quedó solo de nuevo, mirando esta vez las astillas en el suelo y recordó su mano. Se miró la palma, donde aún quedaban algunas marcas de laceración que no se habían curado. El sol brillaba demasiado alto, pero sabía que esa noche su piel volvería a quedar intacta.

Cacería bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora