Capítulo 19

39 2 0
                                    

Tahiel durmió entre sus brazos toda la noche y, por mucho que le pesase, fue una de las mejores noches que había pasado desde hacía mucho tiempo. Su olor le reconfortaba y le hacía estar tranquilo, como si no hubiese ningún tipo de preocupación. Pero si la hubiese por cualquier motivo tenía la seguridad de que él se encargaría de ella. Era su alfa, su protector. Ese había sido siempre su papel.

Estaba acurrucado sobre su pecho, escuchando su respiración y acompasándola a la suya misma mientras acariciaba de forma inconsciente su piel con la yema de los dedos. Pensó que Mahkah estaría dormido, pero no era así. Con un suave ronroneo se movió ligeramente y Tahiel abrió los ojos. Se fijó entonces en cómo él apartada la sábana que cubría parcialmente su cuerpo y dejaba todo prácticamente a la vista.

Fue sutil. Subió la mano para acariciar el brazo de Tahiel, recorriéndolo con un dedo hasta que llegó a su cabeza. Peinó su cabello negro unas cuantas veces mientras él no dejaba de mirar hacia su entrepierna, y fue entonces cuando sintió la ligera presión que le indicaba que bajase. Una parte de él quería negarse, no quería ser usado simplemente para ser "su cachorrito" como lo había sido durante años, pero las fuerzas que tuvo aquel día para marcharse no las tenía ahora. Sobre todo, porque aquel sí era su hogar, el que había forjado él solo y el que se merecía.

Tahiel no debía irse. Mahkah sí.

Aún así obedeció y bajó hasta que su lengua le indicó al alfa que estaba despierto y listo. Tahiel no le miró, pero sabía que estaría sonriendo de satisfacción, o más bien de un ego tan grande que es lo que le hacía sentir poderoso. Y si todo hubiese seguido así quizás no le habría importado, pero entonces se escuchó golpear la puerta. Alguien venía.

Tahiel hizo un amago de apartarse, pero Mahkah se lo prohibió y le instó con la mano a que continuase dándole placer con su boca. Dejó escapar un suave gruñido, pero Tahiel tenía ahora solo oídos para lo que pasaba fuera de la habitación. Escuchó pasos, la voz de uno de sus hermanos y de nuevo pasos que iban directos hacia el dormitorio.

La puerta se abrió un poco, pero él cerró los ojos para no ver la cara de quien había entrado mientras aún continuaba lamiendo. Quien entró tampoco parecía demasiado sorprendido, porque habló con naturalidad, como si no estuviesen en un momento íntimo. Aunque eso le recordó que con Mahkah no había intimidad alguna.

—Jefe —dijo la voz de Koda—. Es una chica, está en la puerta. Dice que es amiga de Tahiel y pregunta por él.

Este se separó con brusquedad y miró con cierto nerviosismo a Mahkah, que no parecía demasiado contento en aquel momento.

—No he dicho que pares —se quejó.

—Déjame que vaya a verla para que no se preocupe. Haré que se vaya.

Mahkah se relamió, sopesándolo, y al final hizo un leve movimiento de cabeza. Tahiel se levantó rápido de la cama para buscar un pareo al menos que ponerse, porque ahora sí que se sentía incómodo con su desnudez. Se dirigió a la puerta, pero Koda le cortaba el paso y aprovechó la cercanía para susurrarle.

—¿Luego vas a venir también a hacerme una mamada de buenos días?

La sorna en su voz le enfureció, más aún cuando le vio llevarse una mano a la entrepierna. Tahiel le empujó con el hombro para hacerse hueco y pasar, escuchando la risa de su hermano a la espalda mientras se dirigía a la puerta principal.

No fue hasta que se encontró en la entrada cuando no pensó en quién podía ser la persona del otro lado. Imaginó a Eva y su corazón la dio un vuelco, así que abrió rápido tan solo para encontrarse a Vanesa con una pequeña cesta de dónde provenía un olor a pan recién hecho.

Cacería bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora