RETELLING La bella durmiente.

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La bella durmiente.

Toma asiento que te voy a contar un cuento, uno sombrío, cruel y sangriento.

En un recóndito castillo cubierto por nubarrones, acostada en una cama, rodeada de enredaderas y espinas, yace una princesa la cual se la conoce como la bella durmiente.

No tiene una bonita historia puesto que hace muchos años, todo el reino fue invitado y se reunió queriendo conocer a la princesa quien recibiría los tres dones como regalo por parte de las hadas.

"Belleza", otorgó Mildred; "bondad", otorgó Molly y se apartó dándole paso a la gran hada Luciana, quien se acercó a la cuna con la varita pensando en el don que le iba a obsequiar. Detalló a la recién nacida de cabello pálido, "Zoe sería una gran princesa", eso fue lo que pensó mientras cerraba los ojos moviendo la varita mágica, pero de pronto...

El entorno perdió color tornándose oscuro, nubes negras aparecieron en el cielo, trayendo el helaje que abrió las puertas del castillo de par en par, el día se convirtió en noche y los nobles se movieron atemorizados con la criatura que apareció en la puerta, la cual hizo que las tres hadas abrieran la boca anonadadas, y es que no todo era paz en aquellas tierras, ya que había un ser maligno, desvergonzado y descarrilado que al nacer fue llamado "Emma", sin embargo, la gran mayoría le decía "Maléfica".

Era un ser despreciable indigno de sus dones, la bruja malvada de ojos azules se elevó, su capa no tocaba el suelo, ya que levitaba en el aire aterrorizando a todos.

-He traído mi don, pese a que no me han invitado a la reunión -Los reyes y las hadas intentaron abalanzarse sobre la princesa,en vano, porque ella no los dejó, ya que su magia los llevó contra las paredes.

-¡Fuera de aquí, bruja! -le gritó Molly y la risa maligna de Emma tronó en el castillo alzándose más, los ojos del color del cielo centellearon presos de la ira cuando señaló a la princesa de la cuna.

-¡Emma no! -pidió uno de los nobles.

-Maldita eres y malditos todos serán, porque cuando cumplas dieciocho años, princesa Zoe, te pincharás el dedo con la aguja de una rueca y todos morirán -Sentenció enardecida antes de desaparecer.

Los reyes aterrados tomaron a su hija y rogaron a las hadas romper la maldición, pero estas, por más que intentaron una y otra vez, no pudieron romper el embrujo y el don de Luciana, que aún no le había dado, sólo ofrecía una pequeña esperanza.

-Cuando se pinche el dedo con la aguja de la rueca, no morirá -susurró el hada-. Solo caerá en un profundo sueño y cuando reciba el beso del amor verdadero, ella y todos los presentes despertarán.

Los años pasaron, la profecía se cumplió, en su décimo octavo cumpleaños la princesa y su reino cayó en un profundo sueño. La bruja no volvió al castillo, el que los aldeanos quisieran matarla la mantenía escondida en el bosque. La nación esperaba ansiosa la llegada del hombre que rompería la maldición de la princesa y, un día lluvioso, sus súplicas fueron escuchadas cuando un despiadado príncipe pisó sus tierras.

La nieve crujió cuando aterrizó sobre esta, sacando la espada manchada de sangre, no era un ser noble de corazón puro: Ilenko Romanov era del tipo de ser que arrancaba las manos de sus víctimas y éstas colgaban como adorno en la silla de su caballo. La trenza que formaba su cabello le llegaba a la mitad de la espalda y su rudeza no mermaba el impresionante atractivo. Era alto, con mirada leonada y porte de gladiador.

Los aldeanos chocaron las palmas felices cuando el filo de la hoja cortó la maleza y se abrió paso con sus hombres dentro del castillo donde yacía Zoe, la princesa de cabello pálido que dormía presa del encantamiento. «Un beso del verdadero amor», las hadas la habían dotado de una belleza inigualable con el fin de que el hombre que la viera fuera capaz de enamorarse de ella en segundos.

 EVA MUÑOZ PECADOS PLACENTEROS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora