Parte 1

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A punto de morir cuando llegaron al rescate de la horca y lanzaron una espada justo debajo de sus pies para sostenerse y no cayera al vacío.

Fue un momento lleno de suspenso cómico durante la batalla, pero no podía morir el protagonista en la quinta secuela. Sería una estafa.

Mi novia abrazada a mí y se divertía de Sparrow viendo la pantalla de su sala. Teníamos casi 10 meses y era muy feliz conmigo.

Puedo decir que estoy contento por hacerla feliz, siempre me hizo sentir bien darle a los demás lo que querían.

Cuando acabó la película nos levantamos, acomodamos el sofá y limpiamos la mesa llena de palomitas para en seguida despedirme.

—Descansa, te veré mañana —y me dió un beso en la frente—. Adolfo, yo sé que vas a ganar. te amo —escuché antes de subirme a mi carro.

—Gracias, yo también te amo, Gaby —mentí a medias. Con el tiempo creo que uno empieza a amar de forma inevitable a una persona. Para amar algo tienes que conocerlo.

En la avenida a casa pensé en la confianza que tenía Gaby sobre mis habilidades nadando de mariposa y que Santi prepararía una gran fiesta con el pretexto de festejar mi medalla de oro y la del equipo de relevos en la final estatal.

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Mi horrible alarma me despertó al día siguiente, ese pato eléctrico perturba el sueño de cualquiera. No era motivador iniciar mi día con un infarto por un aparato que me preparó por mucho tiempo para fingir.

Después de tallarme los ojos para dejar de ver todo como si una niebla estuviera en mi cuarto, tomé el celular sobre la mesita de noche y ví la primera notificación de diario: "Buenos día, amor <3" de mi novia, es muy dulce.

El siguiente mensaje que tenía era de Marco: "Hola, precioso, está noche no estaré en la fiesta, creo que no podremos hacerlo hoy". Me llené de decepción. Ese día no habría sexo con mi chico.

Agradecía al universo el más hermoso de los regalos que pudo hacerme la preparatoria: Marco. Estuvo conmigo hace 2 años en la materia de educación física. No era bueno en natación, pero nos solíamos encontrar en los baños, especialmente en la regadera donde su piel se derretía en agua, y no era el único que se derretía. Me Sentía babear como perro.

Bajé las escaleras para desayunar. Mi papá llegó de pescar, guardó sus cañas y cuerda para desatar su bote de la camioneta.

Él desayuno lo hacía mi madre y quería ayudarle, pero siempre que me acerqué a ella me empujaba y me decía que la cocina no es para hombres, lo dejé de intentar cuando tenía 8.

Solo me senté a escuchar los pasos de mi padre caminando desde la parte trasera de la casa cargando aquí y allá hasta que llegó a la mesa al son del aceite saltando en la sartén. Mientras la comida subía a mi boca como rueda de feria.

Las noticias plagadas de contenido contra los gays por las muertes de SIDA. Entre mordida y mordida oía en la mesa: "esos maricas se adueñan de todo", "alguien debería ponerlos en su lugar", "¿por qué no los han prohibido?", "me parecen lo más horrible que he visto", "mejor apaga la televisión".

Ninguno de los dos me preguntó algo, era normal no emitir algún comentario de mi parte cuando mis padres platicaban, principalmente porque me dolía, pero me dolería más perder a las dos personas que me criaron con todo su amor.

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Gané la competencia asegurando mi pase a las nacionales, así que sabía que la fiesta sería un poco más explosiva que cuando perdíamos.

Me dirigí a la casa de Santiago. Pobres vecinos que tenían una casa abarrotada de adolescentes en medio del vecindario. Habían luces de colores por doquier y la música se desbordaba desde las bocinas por toda la cuadra, así que no era difícil llegar. Me asusté un poco con tanta gente que no tenía idea de quiénes eran.

—Vienen a festejar tu triunfo —me dijo Gaby cuando llegamos. No ayudó a sentirme cómodo.

Un poco de alcohol al principio, luego la cantidad de drogas y personas aumentaban a la par. No estoy en contra de las drogas, todos pueden disfrutar, pero entre todas esas personas me alteró la idea de un accidente.

Bailamos, jugamos al clásico de lanzar una pelota y acertar con los vasos de bebida, al limbo y ya bastante tomados los demás empezaron a lanzarse cosas desde la azotea a la piscina. Era un desastre ya de madrugada y tenía rato que había perdido de vista a Gaby.

Entré a la casa pensando subir al segundo piso. en sentido contrario me crucé con Lucas, un chico que me caía bien pero no éramos cercanos, venía bajando de las escaleras con su mochila al hombro y miraba su celular.

Casi chocamos cuando levantó la vista — ¿Quieres? —me dijo mostrando la  jeringa que tenía en la otra mano. Negué con la cabeza, lo rodeé y subí los escalones.

Recorrí el pasillo revisando las habitaciones hasta que llegué al baño y la encontré en la bañera dormida con el brazo extendido como si al acostarse se hubiera agarrado del lavabo. La tomé en mis brazos. se veía cómoda y pequeña en mis brazos fuertes. De verdad era adorable.

—۝—

Gaby vivía en un barrio a las orillas de la ciudad, no era tan lejano a la escuela, pero no era una zona que llamaría específicamente segura. Muchas veces la llevé yo hasta su puerta después de clases.

Manejé hasta la casa de Gaby, tomé las llaves de su bolso, entré y no había nadie en la casa. La dejé en su habitación, le escribí una nota y le dí un beso en la frente de despedida.
Fue un día cansado entre socializar y competir. necesitaba dormir.

De regreso a casa vi un carro que conocía demasiado bien: ese chevi de color azul eléctrico definía muy bien a su dueño, o al menos el efecto que tenía en mí.

Bajé de mi Ford negra en la calle alumbrada por algunos faros de luz y me acerqué a su ventana esperando su rostro delgado enmarcado por cejas finas oscuras. Ya me esperaba con el vidrio abajo. Estaba tan hermoso como la última vez que lo ví, aunque sin un poco de color en la piel, seguramente por el frío de la noche.

Marco tenía un año sabático. Decidió meterse a trabajar, lo suyo no era ser un profesionista, decía que se sentía mejor en la calle aprendiendo de la vida.

Tomé su rostro con mi mano y quería besarlo, supongo que él también porque me invitó a subir a la parte trasera de su camioneta mientras abría la puerta para poner los pies en la calle.

—Hola, te extrañé —me dijo una vez que cerró detrás de él. Me miró a los ojos. No pude decirle una palabra más porque me moría por sentir sus labios contra los míos—. Supondré que eso es un "yo también te extrañé" —añadió al final del beso y soltó una risita.

—Supones bien, extrañé cada célula de tu piel —y lo abracé.

Después de eso la noche fue historia; nos descubrimos, nos acariciamos, fuimos más rápido, nos derretimos, estuvimos en un lugar mejor que el cielo y regresamos en calor y amor.

Me despedí de una parte de mía que se iba con él y arrastré mi agridulce melancolía a mi cuarto para descansar de la ajetreada noche.

Mis papás sabían que llegaría tarde, así que no se sorprendieron que llegara un par de horas antes que la llegada del sol.
Me sentía bastante cansado, pero feliz.

GotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora