En mayo empeoró. Toda su familia estaba asustada y buscó un médico, y luego otro hasta que el tercero nos preguntó si habíamos pensado en una prueba de VIH/SIDA.
Me cayó como un balde de agua fría. Yo no tenía síntomas y nos habíamos cuidado mucho, solo se me ocurría que ella se hubiera acostado con alguien más.
Cuando se hizo la prueba dió positivo. Positivo a VIH. Positivo a muerte. Gaby lloró durante una hora en la sala de espera.
Solo su tía Margarita estuvo con nosotros. Le decían Maggie. Tenía el mismo color castaño de cabello que Gaby, solo que en cabello corto y un poco rizado.
—Gabriela, ¿con quién te acostaste? —le pregunté de la forma más tranquila tomando sus manos cuando cedieron las lágrimas. Eso la molesto.
—¿Por qué piensas que me acosté con alguien más? —dijo secándose con la manga alterada por mi pregunta.
—Porque yo no tengo ningún síntoma y tú sí.
Soltó un suspiro audible—. Quiero hacer otra prueba para estar segura. Esto no puede ser posible, no puede pasarme a mí —dijo bajando la voz poco a poco, negando con la cabeza. Los tres estábamos asimilando lo que estaba pasando.
—No puedo creerlo.
—¿Qué?
—Que fui tan tonto como para creer que no querías estar conmigo porque te estabas acostando con alguien más.
—Pero ya te lo dije, no me he acostado con nadie, ni siquiera he pensado en besar a alguien más.
—Gaby, necesito que me seas sincera —comenzaba a desesperarme un poco.
—Estoy siendo sincera, lo siento de verdad, lo siento. Yo no te engañé —y recorrieron sus mejillas dos gotas.
La abracé y se acurrucó en mis brazos para llorar y pedir perdón.—Te perdono —le dije por fin—. Pero tienes que decirle a tus papás.
—Yo les diré —entró en la conversación Maggie que estaba sentada con su mano apoyada en la barbilla analizaba la situación.
—No. No, ellos no tienen por qué saberlo, me curaré —se dirigió a Maggie.
—¿Entiendes que necesitas dinero para las medicinas? ¿Y si necesitas ir al hospital? yo no pienso ser cómplice de esto —continuo Maggie. Aunque ganaba bien sabía que necesitaría todo el apoyo para que su sobrina tuviera la mejor vida posible.
—No les diré, no aún, y con el dinero de la mesada podría ahorrar.
—Necesitas decirles, ahora —finalizo Maggie levantandose y saliendo con su celular en mano.
——
Una semana después del inicio del tratamiento, me marcaron desde el hospital, la voz de la mamá de Gaby al otro lado de la línea, me dijo que se había desmayado.
Maggie le comentó a los médicos que tomó medicación por tener VIH, para que le hicieran una prueba y lo confirmarán.
Para cuando llegué al hospital me sentía avergonzado y no quería dar la cara a la familia, aunque me recibieron en abrazos de por fin conocernos. Sentía culpa, por presentarme como una mentira, incluso al borde de la muerte no podía decirle a Gaby que no la amaba en un sentido romántico.
——
Unas horas después un médico de barba blanca calvo de mediana estatura salió.
—¿Familia Álvarez? —vociferó en la sala.
—Somos nosotros, dígame —respondió el padre de Gaby. Era un hombre que empezaban a salirle las canas, trabajaba en la ciudad vecina.
—Ella ya no tiene VIH, tiene SIDA, lamento mucho la noticia. Él tratamiento lo inició demasiado tarde.
A todos la vida se nos vino abajo. Ya no era siquiera probable que tuviera una vida por delante, era una sentencia de muerte esas 4 siglas.
Destrozados esperamos a poder pasar a la sala. Todos estábamos inundados de tristeza y el agua no dejaba de correr en el elevador. En el tercer nivel, penúltimo cuarto al final del pasillo estaba nuestro destino, deje que la familia entrara primero y yo al final.
Cuando me vio el "amor de mi vida" no se contuvo para aferrarse a mí. Su mamá la regañó por no haber hablado antes, literalmente cuestión de semanas que hizo la diferencia.
Los primeros en irse del hospital fueron sus padres que tenían prisa para ir a quién sabe dónde. Ya me había acostumbrado a su frialdad.
Salí a seguirlos. Los alcancé en la entrada del elevador.—¡Señores Álvarez! quédense, por favor, ¿van a dejar a su hija que tiene los meses contados sola?
—No está sola, te tiene a ti y a mi hermana, Margarita, además nosotros no queremos ver cómo muere —dijo su padre que apoyó una mano en mi hombro e hizo una risa forzada—. Seguiremos mandando dinero para que pueda vivir el tiempo que le queda con Maggie.
La señora Álvarez ya estaba dentro del elevador esperando a su esposo mientras veía una pequeña tablet. Y eso fue todo. Esas palabras se plasmaron en mi cabeza: ¿cómo era posible que unos padres decidieran simplemente desprenderse de su hija? SU ÚNICA hija.
Maggie se sentó cerca de su sobrina mientras ella reposaba cuando regresé a la habitación.
—Ella no puede tener hijos, creo que por eso me quiere tanto —me comentó alguna vez Gaby.
No estaba seguro de que hacer, solo pensaba en que no podía dejar a Gaby sola, y estaría con ella hasta el final.
ESTÁS LEYENDO
Gotas
Teen FictionAdolfo es un chico gay de closet y tiene una novia con la que puede estar públicamente, y un novio con quién no puede salir a la luz. Solo que el VIH/SIDA cambia el rumbo de su vida.