Parte 2

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Desperté al mediodía cuando mi madre entró a mi recámara y me dijo que saldrían a visitar a la tía Clemente. No la odiaba pero tampoco era alguien que deseaba ver en mis días libres después de estudiar y entrenar durante la semana, así que me despedí de ellos y me desparrame en el sofá para ver una serie en Netflix.

Le envié un mensaje a Gaby para saber cómo se sentía, me respondió casi de inmediato: no se sentía bien e iría al doctor porque al parecer le pegó muy fuerte la resaca.

El resto del finde estuve cuidando el jardín y limpiando toda la casa. Un día cualquiera.

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El miércoles era el único día que no entrenaba en el equipo, así que salía con Gaby a un museo, un restaurante, a acampar, o cualquier lugar para estar juntos. Esa vez nos quedamos leyendo en su casa, aún se sentía mal de la fiesta. a mi parecer ya había durado mucho ese estrago.

Su cuarto era casi una biblioteca. Amaba los libros, creo que más que a mí. Tuvo que pedirle a sus padres un estante en el pasillo porque en su cuarto ya no cabían los que compró después de cumplir 14.

Esa fue una noche difícil para mí, ella estaba cerca de su periodo, así que tenía un apetito sexual más grande que de costumbre.

Solo se lanzó sobre mí y ocurrió una lluvia de besos y toqueteos para empezar a quitarme la ropa. Cada vez me parecía más complicado estar con ella, porque en realidad solo mi cuerpo estaba con Gaby, mi mente estaba con Marco.

Y hasta que ella sintió la electricidad nos detuvimos y pasó a tomar una ducha. Tenía que llorar, necesitaba hacerlo, la culpa era más grande cada día. A diario pensaba que la estaba engañando, que la tenía en una farsa. Era difícil, pero era lo que la gente esperaba de mí.

Quería huir antes de que saliera del baño.

—Te llamo después, te quiero —dije antes de abrir la puerta de su habitación.

Asomó su cabeza e hizo un puchero—. Ad, por favor duerme conmigo está noche —sus ojos miel suplicaban que me quedara.

—Mañana entreno temprano para las nacionales —le dije para no hacer más embrollo sosteniendo las lágrimas—. Te veo mañana, disfruta el baño —y la besé en los labios.
Arranqué mi camioneta con la dulce voz de Baebadoodee cantando "Tired" desde mi celular sobre el tablero.
Quería mandarle un mensaje a Marco, quería estar con él donde puedo ser yo, con quien sí estoy bien, pero no me había respondido ningún mensaje desde la última vez que nos vimos.

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Llegaron las nacionales, quedé en 4to lugar, después fueron las vacaciones de diciembre, luego fue San Valentín y pronto comenzó la primavera. Tenía casi un año la tormenta que nos perseguía.

Durante esos meses pocas veces me respondía un mensaje Marco. Decía que se sentía mal, que me vería en el inicio de temporada, que nos veríamos cuando estuviera mejor, pero ha pasado un mes de la tercera ocasión que me dijo eso y estuve bastante preocupado por ello.

Solo quería que estuviera bien.
Decidí ir a su casa para darle un obsequio de cumpleaños. Conocía el camino por la fiesta que hizo el año pasado, no me importó que estuviera enfermo.

Toqué el timbre y la hermana de Marco salió: —Hola, ¿Te puedo ayudar? —me dijo atentamente la chica. se veía muy mayor y cansada, aunque era solo unos cuantos años mayores que Marco. Si no mal recordaba se llamaba Ofelia.

—Hola, soy amigo de Marco, me preguntaba si estaba por aquí, quise ver cómo está. Le traje esto—una pesadez inundó el rostro de la chica cuando vió la bolsa con un moño.

—No es un buen momento para él —me dijo bajando el tono de su voz—. podrías dejarle eso y se lo daré.

—Dile por favor  que lo veo pronto en clases y que… se recupere —fue lo único que se me ocurrió que un chico gay no abiertamente diría a su novio secreto.

—Ok, gracias por pasar —y cerró la puerta blanca lentamente mientras se daba la vuelta.

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Durante la noche Marco me mandó un mensaje. Me dijo  que Ofelia le dió mi regalo y que me extrañaba mucho. Me sentí satisfecho que él tuviera su sudadera favorita —mi sudadera rojo rubí que traía cuando lo conocí— con él. Le dí una parte de mí.

Hablamos durante un rato, eso me tranquilizó. Me evadió con "no hablemos de eso, no es nada" cuando le pregunté sobre qué enfermedad tenía. Pero la reacción de su hermana me había inquietado más.

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Gaby se había estado enfermando constantemente desde hacía un mes, así que no salíamos de su casa y no tenía energía para sexo, ni salir de la cama en realidad, y todo el día leía.

Tenía una gripe un poco fuerte esa vez. Mientras veíamos una película desde la laptop sobre las cobijas, se levantó y trató de llegar lo más rápido posible al baño entre tos cubriendo con su mano su boca, pero…

—¡¿A-a-adolfo?! —tartamudeo Gaby en auxilio.

Caminé deprisa hacía su llamado  y cuando me detuve en el umbral me asusté con la sangre en el pedazo de papel que tenía en su mano que acababa de limpiar su boca.

—¿Desde cuándo escupes sangre? —le dije lo más calmado que pude.

—D-de-desde hace una semana, p-pero esto ya es más que ayer —dijo temblando visiblemente sus manos envolviendo el papel y lanzándolo al bote de basura.

—¿El medicamento no está haciendo efecto?

—No lo sé, estaba segura que pronto me curaría.

—Debes ir al médico lo más pronto que puedas —pensé un momento—. No, debemos ir ahora.

La ayudé a ponerse su suéter y en seguida me puse el mío, tomamos un paraguas por si caía lluvia y salimos al médico que estaba a unas calles de ahí.

Él dijo que estaría bien, con las nuevas inyecciones.

Él dijo que se curaría en una semana.

Él dijo que solo era una gripe estacional muy fuerte y mal tratada.

Él dijo que antes de entrar al siguiente semestre se sentiría mejor que nunca.
Él dijo pequeñas negligencias que eran una gran mentira.

GotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora