Parte 4

0 0 0
                                    

Iniciando las clases me encontré con Marco, que había vuelto a la escuela. Por su puesto fui corriendo a abrazarlo cuando lo ví en su casillero. Él ya estaba esperándome.

—Necesito besarte —susurre a su oído mientras él también me envolvió en sus brazos.

Nos apartamos y lo observé: se veía más pálido, cansado, quebrado, cómo si tuviera…

Y fue entonces cuando entendí.

—Oye, tengo que decirte algo —interrumpió mi hilo de ideas Marco mientras tomaba su nuca y rascaba un poco nervioso.

—Tienes Sida... —dije quedo y dando un paso atrás tomando mi pecho intentando respirar. Gaby estaba en el hospital por mí culpa.

—Sí. Quiero disfrutar mi último año ¿sabes?, Así que estaba pensando en ir a… oye estás…?

—Tú —lo señalé, marcando la metamorfosis de mi amor a odio—. Nosotros… Dios, yo, fuí yo todo este tiempo —interrumpí con palabras para mí. Él, siempre él. Que idiota soy, cómo no se me había ocurrido que era yo? No, no, no. Nunca podría perdóname por esto, no podría perdonarnos a nosotros.

—Quería decirte, pero necesitaba hacerlo en persona, y como salí de la ciudad para ir a buscar ayuda no estaba aún seguro, pero la encontré —lo dijo avergonzado.

—No quiero verte, hablamos después —enojado y ansioso me dí la vuelta para mí salón de biología.

Estaba tan enojado que no presté atención a mis clases y el único momento donde pude desahogarme fue en la alberca limpiándome de cada problema que me rodeaba.

Salí y entró él con su grupo. Volví a sentir rabia desatada. todo el amor que sentía por él se marchitó en un par de horas.

—۝—

Lo evité durante dos semanas esperando que no me sientiera como un estúpido por no haber usado protección la vez que tuvimos sexo. Y no estaba funcionando, cada vez que lo veía, más y más enojo acumulaba ante su presencia, incluso solo con verlo en Instagram.

Gaby solo se veía peor cada día que pasaba, cada día de condena y culpa que tenía que sentir por mi error. Y ahí fue cuando de nuevo hizo click mi cerebro:

—Entonces, yo tengo VIH.

La verdad soy muy estúpido porque no me había puesto a pensar en que si Gaby tenía VIH, yo lo tenía. Y así me atreví a acusarla de engañarme.

Fui a hacerme una prueba, me pincharon el dedo y esperé a que me dieran resultados.

Positivo a VIH, por su puesto.

—۝—

Visité a Gaby cada día y comencé a faltar a mis entrenamientos. Ella merecía vivir lo mejor que pudiera lo último de su vida. Trataba de hacer que cada día valiera la pena, ya era bastante que nunca la hubiera visto como una pareja. Creo que en este caso sí podía ser mejor que viviera una feliz mentira, o eso quería creer.

¿O debería decirle?

Pero, está a punto de morir y creo que sería un golpe bastante bajo y doloroso en sus últimos meses de vida.

No decirle hará que sea feliz hasta el final, pero yo moriré con el remordimiento. Decirle hará que yo me sienta libre, pero ella morirá dolida y triste.

¿Si no le digo su alma vendrá por mí cuando esté durmiendo y me atormentará todas las noches hasta que me muera?

Creo que le dí muchas vueltas a eso el resto del mes.

—۝—

Seguía sintiendo la traición por Marco. ni podía, verlo ahora me generaba desenfrenadas ganas de darle un golpe en la cara, por mentirme y por cambiarme, por hacerme gay.

Al final mis padres tenían razón, los gays no son más que un mal en el mundo. Yo soy un mal.

Decidí acabar con el mal.

—۝—

Estábamos a una semana de halloween. Era la festividad favorita de Gaby, la estaba esperando con tantas ansias que no cabía en ella. Sabíamos que sería la última, así que tratamos de hacerla lo más especial que pudiéramos.

Dejé mi celular en la mesa mientras Maggie y yo empezamos a decorar la ventana con telarañas y murciélagos en las paredes. Gaby estaba leyendo.
Era curioso, porque ahora me sentía cercano a su tía, era bastante amable.

Trabajaba en una oficina en un puesto de ejecutivo, por eso no estaba siempre en su casa y podía pedir tiempo libre para ver a su sobrina y hacerse cargo de la gran parte de costos en medicina. Ella también quería que Gaby fuera lo más feliz antes de irse.

Maggie nos contó que Gaby de niña comía tierra cuando iban a la casa de sus abuelos.

—Yo no recuerdo eso.

—Decías que la tierra sabía más rica en el jardín con flores que la de tu patio con solo pasto.

Salí al baño por un momento dejando las risas atrás. Cuando regresé Maggie estaba viendo por la ventana y Gaby se veía confundida y frustrada. Había una tensión dentro del silencio.

—¿Qué es esto?  —lanzó mi novia con desprecio y sosteniendo mi celular frente a mi cara.

Caminé para ver de cerca y... Oh, Marco me había mandado una foto con el pie "me acordé de nosotros", aparte que lo tenía etiquetado entre corazones.

—Yo...

—¿Me estás engañando? claro, ahora que estoy a punto de morir, ¿y con un hombre? ¿eres bisexual?

—Yo... Quería... Quería decirte —estaba apenado y no sabía qué palabras usar.

—Pues no parece que fueras a hacerlo muy pronto. No sabía que eras tan cobarde y un maldito cínico.

—Pero, por favor deja te explico —suplique.

Rezongo, lo pensó un momento—. Cuando tú me señalaste de acostarme con alguien solo querías creer tu versión, pero te voy a escuchar por el amor que te tengo, o tuve —Y comenzaron a caer dolorosas lágrimas por sus mejillas de un corazón roto.

—Gracias por ser mejor que yo, eso siempre amé de tí.

Tomé mi asiento a la par que ví de reojo a Maggie que permanecía erguida en su lugar apreciando la vista de la ciudad meditando la situación.

No estaba seguro si continuar con la historia real donde la usé para que mis padres no pensaran que me gustaba un chico o sí ella tenía derecho a salir feliz de esto. Lo consideré mientras me acomodaba, Pero ya no tenía sentido inventar si ella ya lo sabía.

—Gabriela, no estoy enamorado de tí y nunca lo estuve, pero de Marco sí. Lo siento de verdad, no te dije nada porque sé que tú sí estabas loca por mí —tomé su mano derecha entre mis manos y comencé a llorar que se convirtió poco a poco en un río—. Quería que alguien fuera feliz aunque yo no lo fuera por completo. Te engañé desde el principio y pensaba hacerlo hasta el final porque quería que fueras feliz, perdoname.

—No tenías derecho a hacerme vivir una mentira. No tenías NINGÚN derecho a hacerme sufrir. —tenía desconsuelo. Quito su mano para cruzar sus brazos, posó su vista en la ventana que daba al pasillo de afuera y un silencio se hizo inconsistente por mis sollozos—. No te quiero volver a ver —tajante soltó el punto final.

—Lo siento... de verdad —dije abandonando la sala y me sequé las lágrimas con el dorso de mi chamarra.

—Yo también lo siento —agregó Maggie que no había despegado la vista ante la caída del día dando paso al azul oscuro.

Cerré la puerta y me dirigí a casa.

GotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora