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Se mira al espejo, una parte de su mente divaga en lo que está próxima a hacer y la otra detalla su rostro con exigencia, pasa al menos un minuto, se pone la pipa en los labios con mucho cuidado para no quitar ni un poco del labial rojo carmesí que los pinta, enciende la mechera e inhala todo lo que cree que puede y más, retiene e incluso se permite cantar un poco la canción que se reproduce en toda la habitación para ocultar cualquier sonido que la delate. Suelta el humo por la ventana y respira profundo para no toser, lo consigue y comienza a bailar por todo el lugar. Repite unas cinco veces más, hasta que siente que su cuerpo es ligero y lo puede todo.
Desde que se aventuró a transmitir, este se había convertido en su ritual, necesitaba desinhibirse lo suficiente para poder intentarlo. Ya estaba cansada de los empleos abusivos que no ofrecían nada de estabilidad o de las grandes empresas exigiendo tiempos de experiencia exagerados e imposibles para una recién egresada, también estaba harta de depender de sus padres aún, quería sentirse completamente independiente, completamente libre, después de todo está a dos meses de cumplir los 25 y en lo monetario no ha servido para nada todo ese tiempo de esfuerzo académico.
La primera vez que escuchó el término modelo webcam, estaba en séptimo semestre de la universidad, en un punto crítico económicamente, lo suficientemente avanzada como para pensarse dos veces el dimitir, pero faltando bastante considerando que en su casa apenas alcanzaba para comer. Así que, como hace con todas las cosas de su vida, investigó en internet, leyó artículos, vio algunos videos, pero no encontró demasiado, tan solo un aviso clasificado de un estudio local y sin siquiera sopesar brevemente, escribió al WhatsApp que apareció al registrar el número. En menos de 24hrs había conseguido una primera cita en un café conocido y concurrido de la ciudad.
Se vistió con recato y dijo en su casa que iba para una entrevista de trabajo, sus padres le desearon suerte, llegó antes, se pidió un café y trato de esperar sin sentirse nerviosa o imaginar escenarios raros y trágicos, pasados 30 minutos apareció un hombre pequeño, de aproximadamente 1.55cm, gordo , de apariencia ejecutiva que, la reparó desde la distancia y cuando sus manos se unieron para presentarse, Ámbar no pudo escuchar su nombre porque sus ojos estaban guardando todos los detalles que podía, así era ella, debía reparar en los detalles físicos para luego poder escribirlos en su diario y así, si algún día requería recordar algo, solo buscaba la fecha y sabría dónde había estado su mente en ese momento. Aquel hombre del que ya se había perdido el nombre vestía una camisa manga larga blanca, jeans muy azules y zapatos de cordón negro, llevaba en su oído izquierdo unos manos libres que reforzaba su apariencia ocupada, sus ojos aparentemente seguros y escudriñadores se protegían tras unos anteojos negros cuadrados, su pelo estaba tan untado de gel que la rubia sintió una oleada de tranquilidad.
Se sentó frente a ella y sin perder el tiempo se despachó en detalles, habló de pago en dólares, horarios de ochos horas, privacidad absoluta. Conversaron al menos durante 40 minutos, en apariencia era un trabajo como cualquier otro, con garantías superiores por mucho a las regulares e incluso legales, prometían una fachada que aseguraba la discreción frente a cualquier externo. Pasado el primer filtro sería citada a una segunda entrevista ya en el studio para el recorrido, firma de contrato y cláusula de confidencialidad.
Ámbar no se presentó a la segunda cita, cuando recibió el mensaje de que había aprobado la primera “prueba” estaba acostada en su habitación, con mago de hoz sonando de fondo, el lugar a oscuras era iluminado a medias por el video de una tormenta que se reproducía en YouTube desde la tv. En esos años, optó por la intelectualidad, intentó con todas sus fuerzas encontrar otros medios para solventar las necesidades durante todo ese tiempo, pudo terminar su época universitaria, trabajar algunos meses, pero nada era estable, nada lo suficientemente seguro o bueno para todo lo que sabía que quería y merecía.

Una noche de tantas, salió a beber con amigos, con apenas lo suficiente en el bolsillo se arregló tanto como siempre. Su estilo era sencillo, pero requería de mucho esmero, ella misma aprendió a arreglase el cabello, pintar sus uñas y cuidar su piel, quizá el dinero no alcanzara para mucho, pero a Ámbar nunca se le notó escasa, su cabellera rubia parecía requerir tratamientos costosísimos porque incluso durante la noche brillaba de manera especial, su piel apenas había sido tocada por el sol, lucía inmaculada hasta cuando sudaba y sus amigas se preguntaban cómo hacía para tener esas manos siempre suaves y perfectamente pintadas aunque nunca la hubiesen visto entrar a un salón de belleza, Ámbar solo respondía con gracia “yo soy la belleza, ¿por qué iba a entrar a un salón a buscarla?” Lo decía con una voz tan dulce que a nadie se le ocurriría tacharla de engreída, después de todo solo se trataba de una evasiva para no demostrar que, la realidad era otra, hasta ese punto pudo soportarlo sin quejas, pero tenía bastante claro que con el paso de los años lo que la naturaleza le dio no sería suficiente, así que necesitaba una resolución pronta. Si hasta el momento ser inteligente no había servido para nada, entonces buscaría los medios que fuesen necesarios.
La fiesta fue en casa del amigo de un amigo, en un patio de aspecto campestre con el ambiente ideal para todo el humo y alcohol que habría esa vez, se reunieron temprano, pero no fue hasta que cayó la noche que todos se sintieron especialmente libres. Ámbar se sentó junto a uno de los chicos que no veía hace bastante, él era filósofo y se habían conocido durante su época universitaria, la verdad, esa era la razón principal por la que la rubia seguía asistiendo a aquellos encuentros, la calidad de la conversación lo era todo, teorizar sobre cada cosa era uno de sus pasatiempos favoritos. Fue en aquella charla sobre amores mal definidos, que él le contó cómo había estado ganando dinero durante el último tiempo, se trataba de una aplicación que encontrabas en la play store, en ese momento él la describió como útil para conocer personas, pero ella solo podía concentrarse en los montos de dinero en dólares que él recibía solo por coquetear, o al menos así de simple se escuchaba.
Matias contó varias historias, salía con dos hombres mayores de mucha amplitud económica, ellos eran su ligue sentimental, adicionalmente trasmitía todos los días en aquella app que le generaba aproximadamente 2000USD al mes. Ámbar estaba impresionada, escuchaba con atención y bebía toda la cerveza que podía, esa noche acabó temprano, antes de entrar la madrugada. Pero no fue hasta casi un mes después que le escribió a Matias
- Hola, Mati
- Hola, bebé ¿cómo estás?
- Bien ¿y tú? ¿qué tal todo?
Tengo una pregunta para ti.
- Sí, dime
- ¿Recuerdas la app aquella que me contaste el día del asado donde Andrés?
- Sí, XXX
- Valeee, eso era, quería su nombre. Creo que quiero incursionar en el mundo de streming
- Te irá bien, cariño, eres mujer. Estoy aquí para cualquier duda que tengas.
- Gracias:*

Acostada en su habitación, con los pies alzados en la pared y la cabeza casi a la orilla de la cama, fue directo y descargó la app, una interfaz sencilla, incluyó su nombre, fecha de nacimiento y las 5 fotos más lindas que encontró, quería mantenerse en esa línea delgada entre lo dulce y lo sensual; el último paso para hacer público su perfil consistía en una autenticación de seguridad que requería solo encender su cámara para verificar que era la misma de las fotos. En menos de 5 minutos tenía un perfil público, las notificaciones comenzaron a llegar mientras ella navegaba las diferentes opciones que tenía para ganar dinero, el celular sonó una y otra vez recibiendo notificaciones de mensajes, “qué hermosa eres”, “me gustaría conocerte”, “madre mía, estás como para comerte”, “qué sexy”, “qué labios” y el que nunca falta “¿quieres verme la polla?”. Se sintió abrumada, bloqueó el celular y fue al baño, orinó mirando fijamente una de las baldosas del piso, “tan cuadrada y perfecta, le basta con existir, ojalá a nosotros también nos bastara con existir”. Tenía la costumbre de perderse por algunos minutos mirando objetos fijamente, cualquier sucio en la rendija o simetría en la pared, eran la excusa suficiente para perderse ahí, como una forma de escapar a la realidad que espera abrasadora, se permitió una introspección de cinco minutos, se subió los shorts y volvió a la habitación, al tomar su celular, las notificaciones en la pantalla de bloqueo daban la sensación de estar pagando un servicio premium en una página de citas, si no desactivaba las notificaciones su novio iba a terminar con ella pensando lo peor, habían tenido sus problemas últimamente, pero no quería perderle por estos motivos, una vez se encargó de silenciar todo en la app abrió el primer chat de un chico algo guapo;
- Me gustaría conocerte
- Hola
- ¿Qué tal preciosa? <3
- ¿Cómo vas?
- Tocándome ¿quieres verme la polla?
Y así, fue de chat en chat, no en todos le ofrecieron partes íntimas, hubo ofertas de amor, matrimonio, sexo y cuantías irrisorias a cambio de ver partes de su cuerpo que desde su perspectiva no parecían eróticas.
Había visto lo suficiente por ese día, quiso dejarlo así en aquel momento, su novio estaba a punto de llegar y mamá tocaba la puerta.

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