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El tiempo pasó sin estruendo, Ámbar adoptó una rutina estricta de transmisión que la mantuvo sumida, como mínimo, cuatro horas diarias. Era un trabajo difícil quien dijese lo contrario no se lo había tomado en serio. Pasaba horas frente a la pantalla muchas veces sin saber qué decir o hacer. Nunca faltaban los usuarios fantasmas que la veían sin dar obsequios o siquiera hablar, así que le tocaba ser muy creativa para tener un show que ofrecer. La aplicación le permitía varios formatos de recaudo, el principal era las transmisiones públicas a las que quien quisiese podía acceder, para esas no tenía permitido contenido demasiado explícito, nada cercano a la desnudez, ni siquiera prendas de encaje que el algoritmo pudiera reconocer como lencería porque recibía una penalización, lo aprendió a las malas luego de 72 hrs sin poder transmitir después de sin saberlo usar un corsé de encaje lila, por ese medio conversaba, coqueteaba, bailaba y recibía donaciones en diamantes, la moneda de la app que luego podía canjear en dólares.
También estaban las transmisiones privadas, para esas los espectadores debían pagar un pase de entrada cuyo valor era asignado por la modelo, por lo general era mínimo, ya que, una vez dentro comenzaba el juego, cada prenda, movimiento o manoseo tenía un precio. El show privado podía hacerse para un solo usuario o para múltiples, todo dependía de lo que se solicitara. Por lo general, las modelos iniciaban en un show público y cuando tenían suficiente audiencia deseosa de ver más, pasaban la transmisión a privado.
Por último, estaban los chats, la forma más directa de comunicación a la que solo podían acceder los usuarios si y sólo si las modelos les daban “seguir” a sus perfiles, acción que era muy esporádica ya que lo mejor era obtener el beneficio en una transmisión sin tener que pasar por una conversación previa, pero había casos de casos, excepciones a la regla que se presentaban de la nada. Mike era una de ellas, fue una mañana faltando dos días para cumplir los 30 días de transmisión, le faltaba aún una cantidad considerable para hacer el retiro mínimo y a esa hora estaba bastante aburrida así que decidió transmitir, fumó de su pipa todo lo que pudo y se conectó, puso música y estuvo unas dos horas conversando sin más, bailando a ratos y en general interactuando con todo usuario que ingresara, al igual que tantos, Mike03 entró a la sala en silencio, ella recuerda haberlo saludado sin respuesta y estar hablando con un usuario sobre uno de sus libros favoritos, así era eso cualquier conversación podía surgir por eso se requería de pluralidad, después de un tiempo entiendes que la sensualidad no lo es todo, necesitas personalidad e información que ofrecer. De repente, una cantidad absurda de diamantes se dibujaron gigantes en la pantalla, Ámbar se quedó helada al ver que no se trataba del hombre con el que estaba cruzando palabras, sino con el que creyó que al igual que muchos había entrado y salido sin más, después de agradecer, lo siguió como una garantía para no perderlo, después de eso él le pidió que terminara la transmisión y hablaran por chat, a lo que ella accedió. Hablaron por al menos 40 minutos, él le contó ser de Inglaterra, trabajar para el gobierno y tener 42 años, de esa forma tajante y sin más detalles, después de eso tomó el control  absoluto de las preguntas, entonces ella tuvo que contarle que su color favorito siempre había sido el rojo, que vivía en un país de hermoso paisaje natural pero con niveles de desigualdad hilarantes, se permitió usar varias metáforas para adornar su realidad, ya que las preguntas acerca de la inseguridad y la droga no se hicieron esperar, pero la idea nunca es ofrecer un panorama desalentador, también le dijo que en dos días cumpliría 25 años, que su lugar favorito era la orilla del mar y su canción favorita “te ofrezco” de nanpa básico, que escribía un diario para obligarse a observar los detalles del día y no olvidarse dentro de sí. Eso fue lo último, él no respondió más y ella cerró sesión por ese día; se desmaquilló frente al espejo de su cuarto, cargó su pipa, se desvistió y salió directo a una ducha, le gustaba fumar mientras se bañaba, ese día estaba sola así que después de mucho tiempo resultaba la ocasión perfecta, puso su lista de reproducción para bailar y se dio un baño de media hora que incluyó una rutina de skincare de 8 pasos y un masaje capilar. Antes de salir verificó no dejar ninguna huella de haber fumado, roció ambientador hasta toser, salió del baño para chocar de frente con su mamá que, al parecer, había llegado hace varios minutos, - hola, mami – dijo intentando no hacer contacto visual dando pasos rápidos hacia su cuarto que en esa situación se veía más lejano de lo que era – tienes los ojos vidriosos y perdidos ¿por qué sales del baño así? – fue la respuesta a su saludo.
- Me estaba lavando el cabello, debió caerme un poco de shampoo, me arden – respondió de inmediato intentando sonar natural y fresca, logrando solo sonar a la defensiva.
- Parece que hubieses metido pepas, Ámbar. Tienes esa mirada lejísimos y no pienso aceptar que te drogues en mi casa – el tono de voz ya había llegado a grito.
- No te afanes que pronto me voy a ir de aquí, por cierto, ya conseguí el dinero del arriendo por la noche te lo doy. – mientras hablaba caminó hasta su cuarto, a la última de sus palabras le siguió un portazo y a eso, por supuesto, le siguió el extenso monólogo de siempre,  a veces cruel, a veces triste, siempre iracundo.
Ámbar lloró un poco dentro de su habitación, un par de lágrimas bastaron gracias a que la música no le permitió escuchar las palabras de su madre que se detuvieron hasta mucho después de entrada la tarde. No volvió a salir de su cuarto hasta que Jaime, su amigo de siempre, le envió un texto diciendo que se encontraba afuera, él había sido el encargado de hacer el primer retiro, no demoró, simplemente le entregó una pequeña carterita -te la regalo – le dijo sonriendo desde su bicicleta, le obsequió una manzana y siguió su camino disculpándose porque iba de prisa. Ella contó el dinero dentro, se sentía bastante feliz hasta que su padre le dijo que necesitaba el doble del valor del arriendo, pese a que fielmente daba su cuota para cubrir el costo de la vivienda, el contrato estaba a nombre de su padre quien mantenía la interlocución con la propietaria y acababa de confesar que destinó el dinero del mes anterior para otros gastos, ahora debía pagarse doble. El corazón de la rubia se arrugó al saber que tenía el monto exacto, pero eso la obligaría a quedarse sin un peso al menos un mes más, en dos días sería su cumpleaños y su aniversario, pero no tendría un centavo para hacer algo o comprarse un lindo vestido para la cena que Alex dijo tener preparada. Sin embargo, era eso o la calle, así se sentía, la arrendadora no era de dar esperas y si su padre ya la había retenido por treinta días, lo más seguro es que se encontrara furiosa y al límite de hacer un escándalo. Ella sacó el resto del dinero y se lo dio, aguantó la tristeza de volver a quedarse sin nada y se encerró en su cuarto, no quiso sentarse en la cama, mucho menos en la silla frente al escritorio, se sentó en el piso. Pensaba en su familia, la vida no tenía por qué ser tan difícil, sin embargo, pese al paso visible e inminente de los años seguían jodidos, se sentía en el mismo punto, la calma en los ojos de mamá era la misma mientras su ceño fruncido incapaz de relajarse contenía todos los dolores, sintió volver a tener doce años, sentada en la terraza de una casa en el barrio universal, grande, espaciosa y un poco vieja, juega a parqués con su hermano mayor y uno de sus amigos, en apariencia son niños felices, pero dentro carga desde mucho antes el peso de la incertidumbre, de estar en esa casa luego de haber quedado en la calle un par de años atrás, de interiorizar que la comida es un privilegio al que no podían acceder siempre que el cuerpo lo pedía,  de tener que jugar en la terraza para que cuando cayera la noche sean las luces de la calle las que les permitan ver, porque en ese que era su hogar ya no alcanzaba para pagar lo básico. Y llevan la vida intentándolo, luchando para no ser los mismos, para sentir que no son un despojo más en este mundo. Pero no, han tenido fugaces ráfagas de luz que les hicieron sentir que habían salido de aquel abismo, pero lo cierto es que seguían en el mismo suelo, volvía a tener hambre, volvía a acunar la idea que en cualquier momento lo que llegaba no alcanzaría para costear el techo que cubre sus cabezas.
No había tenido un ataque de ansiedad por razones económicas desde los ocho años, ahora Ámbar se encontraba de cuclillas en una esquina de su cuarto, llorando como quien recién concluye que nadie puede salvarnos. Acababa de entregarle todo el trabajo de un mes a su padre y aún faltaba solventar el alimento, sus padres no tenían un empleo formal, por lo que cada día era una lucha por ganar o más bien sobrevivir, desde que su hermano mayor se mudó y desentendió por completo de ellos formando una nueva familia, ella sintió una responsabilidad aún mayor, por eso solo fue ajustar el seguro de la puerta  para sentir como todo el peso de una vida llena de faltantes la aplastaba, sin duda este era un peso con el que ella sabía que nunca había podido cargar, se arrastraba por la vida buscando una fuente de agua que solventara el bienestar de los suyos y seguía sin conseguirlo, fue por eso que las lágrimas se vinieron de golpe, una tras otra como un río que se desborda en la madrugada, incontenible, arrasador, sintió unas nauseas estremecedoras sin siquiera intentar contener el  llanto se dejó caer, no era la primera vez así que se dejó cubrir del miedo, dejó que el hueco en el centro de su pecho se profundizara y ni por un segundo pensó en ocultar sus sollozos, no lo iba a intentar porque sabía que no podía, al cerrar los ojos, pudo ver a todas sus niñas llorando con ella, quiso abrazarlas y allí se quedó, ahogándose por todas las veces que tuvo hambre, que vio a sus padres soportar el desprecio de otros solo por hacerles felices. Se permitió sentir porque sabía que no existía otra manera de superar el pánico. Estuvo en ese rincón por un lapso que no puede contarse en tiempo sino en dolor. Al volver a la realidad, su cuerpo estaba completamente recogido, abrazaba sus piernas y su cabeza descansaba sobre ellas empapadas en agua salada.
Volver a la realidad luego de sentir que estás a punto de morir, era como salir de debajo del agua luego de sobrepasar el límite de tus pulmones por mucho, se sentía mareada y débil, liviana del modo vacío. Se incorporó dando los pasos necesarios para dejarse caer sobre la cama, cerrar los ojos y sumirse en un oscuro sueño.

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