Capitulo 1

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Brenda considera que su vida ha estado llena de subidas y bajadas, aunque quizá más bajadas que otra cosa.

Desde sus cinco años que recibió su don, nada volvió a ser en lo absoluto normal o remotamente cerca. La presión de lo que es ser un Madrigal comenzó a sentirse de verdad en el momento que tocó el picaporte de su puerta y la misma se iluminó mostrando la cara de una joven de cabello largo con un reloj de arena en el medio, representando quién sería ella en un futuro.

Y hablando de futuro, vaya maravilloso e intrigante don el que le había dado la vela. Poder abrir ventanas que le permitieran ver más allá que cualquier mortal y divisar solo con su voluntad el destino de quién ella quisiera.

En teoría un don poderoso y espectacular, y a decir verdad, ella en sus entrañas sabía más o menos de que iba su poder aún a la corta edad de cinco años. El problema es que no sabía cómo manifestarlo o usarlo pues no era algo tan evidente como el de sus hermanas mayores Isabela y Luisa o tan sencillo como el de Dolores y Camilo. Este último incluso ya estaba perfeccionando poco a poco su regalo a pesar de no tener tanto de haberlo recibido y ser de su misma edad.

Recuerda que la abuela le dedicó una mirada amorosa de orgullo esa noche y le dijo que después podrían averiguar juntas cómo darle un buen uso, por lo que ella no tenía que preocuparse ya que al final todo saldría bien, y que estaba orgullosa de ella por traer, una vez más, bendición a la familia Madrigal y al Encanto.

Pero la abuela se equivocó porque su don no fue en lo absoluto fácil de descubrir. De hecho, a pesar de tener el presentimiento de lo que tenía que hacer, no lograba manifestarlo. Es decir, sabía que estaba relacionado con el futuro pero a pesar de que trataba de conjurar algo, incluso diciendo palabras tontas como "abracadabra" o "Alakazam" ninguna ventana del destino se abría ante ella.

Esto continuó por varias semanas, con la pequeña sintiendo el mal humor proveniente de la matriarca Madrigal, hasta que un día, por primera vez en su corta vida, supo lo que era un regaño de su abuela.

La susodicha le reclamó por no poner empeño en su don, comparándola con Camilo quien a los dos días ya había logrado transformar partes de su cuerpo en las de su papá y poco a poco iba mejorando, así que seguramente en poco tiempo podría transformarse por completo en alguien más.

Pero Brenda por su lado seguía sin resultados y eso, en palabras de Alma, era preocupante.

La abuela le recalcó con reclamos suaves pero severos que debía ser persistente y diligente en encontrar cómo usar su regalo, pues se lo debía a la comunidad y por lo tanto tenía que aprender a ser responsable con ello.

Tras estás palabras, a la pequeña le dieron ganas de llorar y correr a esconderse en la falda de su mamá pidiendo disculpas por decepcionar a su abuela.

— No crees que eres muy severa con ella mamá, solo tiene cinco años — recuerda que durante ese primer regaño su tío, quien estaba cerca, fue quien se acercó a consolarla.

— Los niños necesitan disciplina Misael, especialmente los niños mágicos. Brenda fue dada con un don maravilloso del cual aún no sabemos prácticamente nada, por lo que tiene que esforzarse para poder encontrarle una utilidad para el pueblo y la familia — la matriarca respondió autoritaria a la acusación de su hijo, acomodándose el chal sobre los hombros enderezando la espalda.

— Quizá si, pero hay maneras más prácticas de ayudarla con su don, ¿no crees tú eso pequeña? — hablo sin perder el tono conciliador inclinándose a la altura de la niña que ya estaba dejando salir varias lágrimas — oh vamos princesa no llores. ¡Estoy seguro que descubriremos cómo funciona tu don! — le dedicó una sonrisa radiante mientras le limpiaba las lágrimas.

La profeta y el hombre de lentes verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora