3: Vacaciones

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El anochecer en el infierno muy era diferente al del mundo de los vivos, mucho más en el círculo del orgullo. La temperatura parecía ser más densa en aquella playa desolada del extremo oeste, la arena era despejada pero excesivamente reseca y el agua salada de la costa era tibia, limpia y rosada.

Ambos se mantenían descansando cómodamente bajo una enorme sombrilla y sobre algunas mantas blancas. Alastor estaba sentado plácidamente con un libro entre manos mientras enterraba sus pies desnudos sobre la arena y dejaba que la brisa de la noche despeinara sus cabellos y agitara los extremos de su camisa blanca desabrochada. Nada lo perturbaba, podría ser la noche más tranquila que había pasado en mucho tiempo.

—¿Este es el día soñado de playa que siempre quisiste? —murmuró desviando su mirada hacia su lado derecho.

Angel estaba portando un bikini de cuerina negro y escandalosamente brillante y ajustado. En su posición, parecía darle la espalda al cielo y tomar sol, exponiendo toda su pelaje blanco al mundo y su sexy anatomía con total confianza ante su pareja. Más no era así, porque lo único que alumbraba su deslumbrante piel era la luna carmesí del infierno, nada semejante al sol.

Se deslizó con una sonrisa astuta y elegante hacía el regazo de Alastor y se cruzó de brazos sobre sus muslos, colocando finalmente su rostro entre las piernas de su hombre y mirándolo desde abajo con falsa inocencia.

—Más o menos. Está anocheciendo y el calor solo aumenta —deslizó un dedo sobre la pierna de su amado y emitió una ligera risa—. Aunque pensándolo bien, el clima solo hace más interesante las cosas.

Eran solo tres días libres en la agenda de Angel, debían coger a lo loco y aprovecharlos al máximo. Estaba decidido.

—¿No crees que sería demasiado incómodo que hagamos el amor en este lugar, cielo? —preguntó el contrario sin apartar los ojos de las páginas de su libro.

Al final, dicho objeto voló por los aires. Angel se subió a su regazo, se abrió de piernas para colocarlas de cada lado de las caderas de Alastor y tomó su rostro entre sus dedos rosados. Lo besó lento, fue sensual e incluso paciente para que el contrario le tomara el ritmo. Cerraron sus ojos, el ciervo correspondió y atrapó su pequeña espalda con una mano mientras frotaba la cadera de su araña y lo estrujaba con insistencia.

Angel se separó del beso y tragó en seco con los nervios de punta, vibrando en deseo y acalorado por lo extrema que podía volverse una situación con un simple beso. Terminó asintiendo y acariciando con su pulgar la mejilla suave de su hombre. Si quería que lo tomara en varias posiciones, la playa no era el mejor lugar.

—Si. Pero no te vas a escapar de mi cuando lleguemos a la habitación —advirtió con una mirada decidida—. Estoy muy hambriento de ti.

El hombre radio solo rio ante lo tierno que podía verse al declarar algo así. El arácnido lo abrazó y se quedó apegado a su pecho, acariciando sus hombros y espalda muy lentamente y deleitándose con la colonia varonil que siempre portaba Alastor y que tanto adoraba.

—¿En qué piensas? No en sexo definitivamente —susurró Dust cerca del oído de su pareja, quien lo apretó más fuerte en ese abrazo y besó su mejilla dos veces.

Sus ojos viajaron a la profundidad del mar rosa y a la luz de la luna escarlata que se reflejaba en aquellas aguas. Contestó por instinto, con la naturalidad que lo caracterizaba cuando se trataba de su delicado Angel.

—En lo afortunado que soy al tenerte a mi lado en una noche tan hermosa como esta.

Radiodustweek Agosto 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora