5: Sucubos

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La música de ambiente de tonalidad alegre se escuchaba desde afuera del estadio. No faltaba mucho tiempo para que el concierto de la gran estrella del pop, Angel Dust, hiciera su espectacular recital en el círculo infernal más glamoroso y espectral que existía: el de la lujuria.

El sucubo de cabellos blancos y piel rosada oscura estaba del otro lado de una gran mesa donde se desplegaba toda su mercancía, cds y pósters con su firma y besos regados con su labial. La estrella pop del momento estaba realizando una larga gira por todos los círculos y, antes de cada show, realizaba una firma de autógrafos para los que más pagaban. Iba a exprimirles cada centavo si era necesario.

—Es tan agotador lidiar con todos esos fracasados sin vida —murmuró mandando algunos textos en su celular y agitando sus pequeñas alas de sucubo con cierto fastidio—. Dame un respiro.

Por supuesto, la mayoría del tiempo llevaba una máscara de entusiasmo, cariño y perversión solo para vender. En realidad el trabajo era agotador y su manager no lo dejaba ni dormir o descansar. Un par de demonios de seguridad en traje estaban a cada lado de la mesa, le hicieron una seña luego de recibir una indicación desde sus auriculares y le indicaron a Angel Dust que era hora de empezar la firma.

Las cortinas se desplegaron un poco, el sucubo escondió su celular entre sus pechos (los cuales manifestaba con su habilidad cambia-formas ya que la sensualidad femenina era lo que más vendía) y mostró su más grande sonrisa falsa ante la larga fila de admiradores que empezaron a gritar desesperados al verlo.

—¡BIENVENIDOS! ¡Oh, mis queridos fans! ¿Qué haría yo sin ustedes? —dramatizó como si no hubiera estado despreciándolos segundos atrás— ¡Los amo con todo mi corazón! —su sonrisa era tan linda y encantadora que todos cayeron ante él, era una belleza innegable—. No olviden pagar la membresía de mi club de fans en mi sitio web. Si lo hacen, recibirán mi pack de fotos especial. Saben a lo que me refiero, bebés.

Su voz y su cuerpo se vendían de la misma forma. Su galería de fotos +18 para sus fans era amplia e intensa y su HellFans estaba en el top número uno en todo el infierno. Sin duda la estrella más brillante, lo tenía todo, popularidad, dinero y el cariño de la gente.

Aunque la fama traía consecuencias de vez en cuando, al igual que ser tan hermoso.

Un mensaje llegó, lo sintió vibrar entre sus pechos. Dejó de firmar por un momento los carteles y sacó el aparato para revisarlo. Amplió su mirada y parpadeó con sus iris rosados ante el peculiar aviso. Su rostro mostró una traviesa sonrisa honesta y, seguido de eso, se levantó de su asiento y les indicó con la mirada a sus guardias que iba a tomarse unos momentos. Ellos lo miraron con desaprobación, pero Angel no aceptó una negativa como respuesta.

—Oh, continuaré con la firma en unos quince minutos. Ya vengo, linduras.

Se alejó del escenario, del público y de todo lo relacionado y se sumergió tras bambalinas. Detrás del escenario, entró a su amplio camarín y cerró la puerta bruscamente al tener al hombre que más quería allí dentro. Agitó su delgada cola de un lado a otro y acorraló al contrario con total valor.

—Al fin te tengo para mi —sonrió perverso y excitado y se lanzó arriba del demonio de gran cuerpo que estaba allí dentro—. Oh, mi hermoso lobo, muérdeme como solo tú sabes hacerlo.

Si, Alastor era su guardaespaldas personal, un demonio del tipo lobo que era mucho más grande y fuerte que Angel sin dudas. Musculoso, de gran altura y vestido con su traje rojo al tono y armado con una dentadura letal. El gran demonio atajó a Angel por su pequeña cintura y arqueó una ceja con incredulidad, mientras torcía una sonrisa intranquila.

—Estoy aquí porque algunos acosadores quieren secuestrarte y venderte como esclavo sexual en el círculo de la ira —soltó de forma directa ya que se había enterado de aquellos movimientos raros cerca del estadio hacía minutos y debía proteger a su jefe a como diera lugar—. ¿No le preocupa, principe del pop?

—Por supuesto que no, Alastor —pronunció Angel casi gimiendo su nombre y enredando su larga cola alrededor de la pierna de su hombre—. Sé que puedes protegerme y cogerme al mismo tiempo. Eres fuerte.

—Eh... —el contrario iba a contradecirlo con una gran expresión de "WTF", pero de repente, sus orejas se alzaron y escucharon los movimientos que tanto temía demasiado cerca.

Arrojó a Angel al piso sobre su alfombra rosada y lo protegió con su gran anatomía. Estaban disparando y esas balas acababan de atravesar los espejos del camerino. Eran los secuestradores pervertidos que acostaban al principe del pop.

El mismo Alastor se alteró al darse cuenta de que una de sus manos estaba enterrada en los grandes pechos de Angel, los cuales CONVENIENTEMENTE se descubrieron por el brusco movimiento. El sucubo jadeó aún más fuerte cuando Alastor los presionó por instinto, el pobre lobo se sobresaltó ante la mezcla de situaciones y no supo cómo carajo reaccionar.

—¡OH, SI! Lo quiero rudo... Eres tan bueno —exclamó Angel al aprisionar los hombros del lobo entre sus garras y abrazarlo fuerte.

Alastor escuchaba más disparos y supo que no había tiempo para avergonzarse o cualquier tontería. Tomó a Angel entre sus brazos y lo sacó de allí a las corridas como si fuera una damisela en apuros. Mientras se iban retirando del estadio por la parte trasera, Alastor seguía demasiado alerta porque los atracadores estaban rodeando el perímetro y las balas los rozaban de vez en cuando.

Se alejaron mucho y lo suficiente para estar fuera de peligro, para él era una situación tensa y desesperante pero se dio cuenta de que Angel no lo estaba tomando exactamente así. De hecho, estaba entre sus brazos sonriendo y gritando alegre como si fuera el protagonista de una película de acción. Bueno, quizá no quiso estar en su junta de firmas desde un principio y rogaba por ser sacado de ahí por quién fuera.

O quizá estaba feliz de que Alastor estuviera allí para él siempre. No estaba seguro. Los sucubos solo amaban la naturaleza sexual de los demonios, Angel solo amaba su cuerpo o por lo menos eso había creído siempre.

—Mi héroe —pronunció el de cabellos blancos en brazos de su Alastor, recargó su cabeza en su pecho y agitó sus alas muy relajado por aún permanecer en sus brazos.

Esa carita de emoción y felicidad se veía bien para Alastor. Angel parecía tan tranquilo a su lado, no se veía tenso o fastidiado como cuando tenía que cumplir su agenda. A veces de verdad creía que lo quería más allá de otra cosa.

El lobo tomó asiento en el césped oscuro que estaba a medio kilómetro del estadio. Colocó a Angel sobre sus piernas y mantuvo abrazado su pequeño cuerpo de sucubo entre sus garras.

—Bueno, ahora que estamos solos... —murmuró Dust mordisqueando el cuello de su amado lobo, era hora de darle una recompensa a su héroe y los sucubos eran los mejores en dar esa clase de premios— abre tus piernas, la voy a tragar toda para agradecerte. Ya no finjas que no te gusta.

Alastor se le quedó mirando medio en shock, sin embargo...

Fuera o no cierto el amor que se tenían, nunca podría negar que disfrutaba de Angel en cada uno de sus aspectos. Por ahora lo mejor era no solo cuidarlo, sino también complacerlo y deleitarse a si mismo con su presencia.

—En realidad, me encanta —gruñó el lobo de ojos rojos mientras apretujaba su cuerpo y lamía la exquisita piel perfumada de su cuello. 

Radiodustweek Agosto 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora