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___ dejó salir lentamente el humo de entre sus labios rojizos, aprovechando para dar un leve suspiro tras sentarse en el alfeizar de la ventana, recargando su espalda y cabeza en el marco de esta. Mirando de reojo y sin darle mucha importancia al Dios menor tumbado en la gran cama, durmiendo plácidamente y que no parecía dar señales de vida, de no ser por la sutil manera en la que su pecho se movía cada vez que respiraba.

No sabía como se llamaba ni a cual de los muchos panteones pertenecía, aunque esas cosas era algo que no me importaba en lo más mínimo. Lo único que quería y necesitaba de él era alimentarme de su energía para no acabar engullida por la locura como le había pasado a un par de sus semejantes.

No se había sentido apenada en lo más mínimo cuando tuvo que recurrir a matarlos cuando comenzaron a volverse mucho más molestos que de costumbre, alterando la poca paz que podía tener en ese horrible agujero al que no quería volver.

Además, ¿por qué razón iba a tener que aprenderse los nombres de dioses inferiores cuando ellos se habían llegado hasta olvidar su simple existencia?

Descansa, darling~— canturreó en un tono bajo mientras llevaba la pipa de opio hacia sus labios, inhalando el contenido, dejando que este se fuera haciendo paso lentamente hacia sus pulmones—. Lo vas a necesitar después de todo— relamió sus labios mientras que el humo salía lentamente de su nariz, dejando salir una risilla burlona.

Girando nuevamente la cabeza hacia el cristal, moviendo levemente su mano para que la sábana que estaba usando para cubrir su cuerpo se acomodara, recorriendo con la mirada las calles prácticamente vacías. Alzando la mirada hacia el cielo nocturno cubierto de estrellas brillantes, permitiéndole vislumbrar unas cuantas costelaciones que no se le hizo muy difícil reconocer.

Una pequeña parte de ella, a la que no quería darle mucha importancia, extrañaba esos pequeños detalles que le ofrecía el mundo humano y, como acababa de descubrir, también el Valhalla.

No estaría mal quedarme en este lugar— murmuró—. Cualquier lugar otro lugar era mejor que esa mierda de agujero donde nos metieron— se quejó, frunciendo levemente el ceño mientras apoyaba el pecho en su pierna.

Rencor.

Que hijos de puto. ¿Qué os costaba darnos un lugar como este? Total, nos ibais a olvidar— tomó una bocana de aire, intentando calmarse.

Llevaba ya unos cuantos días en el Valhalla, en el que no había tenido ningún tipo de encuentro con algún otro dios que pudiera despertar algún tipo de curiosidad real en ella, a excepción de lo que había ocurrido el primer día con el dios nórdico.

Así que se había dedicado a recorrer las calles tranquilamente, memorizando cada uno de los callejones en los que poder resguardarse si así lo requería, y cuales eran los lugares más transitados que prefería evitar.

Al menos hasta cuando llegaba la noche, donde la súcubo iba en busca de alguna "presa" a la que hacer caer en sus encantos para poder alimentarse.

Esa noche había sido un Dios menor durmiendo en la cama quien había picado. Unos días atrás, una ninfa a la que había podido atraer con bastante facilidad.

Nunca había sido excesivamente delicada con la "comida", y le gustaba probar cosas nuevas. Después de todo, cada Dios y criatura mitológica tenían un sabor completamente distinto. Pero eso no era suficiente para ella en ese momento.

Necesitaba probar algo más fuerte.

Más exclusivo.

Y sabía donde encontrar algo como eso. Justo en el centro de la ciudad.

Succubus [Shuumatsu no Valkyrie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora