2. Ira.

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Jamás creyó que pudiera odiar a alguien con tanta fuerza. Odiaba a Tadashi.

Lo odiaba por abandonarlo de esa manera, dejándole solo una mísera carta con explicaciones a medias y heridas que no sanaría jamás. Lo odiaba porque él sabía perfectamente lo que Akiteru sufrió con su amigo y aun así decidió dejarlo de la misma manera. Lo odiaba porque lo hizo amarlo con su vida, le hizo promesas que resultaron ser mentira, le dio el mundo y se lo quitó de golpe. Así que sí, odiaba a Tadashi.

Odiaba extrañarlo. Ver los mensajes que le enviaba todos los días sin recibir respuesta le magullaba el corazón, no escuchar su voz contándole sobre alguna anécdota que sucedió en el día lo mataba lentamente.

Estaba molesto con Tadashi, con el mundo y con sí mismo. Estaba cansado.

Y la jodida insistencia de su hermano era irremediablemente irritante.

—Kei, yo sé lo que se siente.

—No lo haces— Le dijo una noche después de que su paciencia llegara al límite, sentía las palabras burbujear en su tráquea y alojarse en su lengua, listas para salir. Había tratado tanto de detenerlas porque en realidad no quería hacer sentir a nadie tan mierda como él mismo se sentía desde hace tiempo, pero todos esos sentimientos que guardó estaban ansiosos por salir y ya no tenía las intenciones de guardarlos por más tiempo. —¿Quieres dejar de comparar a tu estúpido amigo con Tadashi? Estoy harto de él. Carajo, Akiteru, ni siquiera recuerdo su nombre ni su cara, apuesto a que tú tampoco lo haces.

—Eso no es cierto, Kei, claro que lo recuerdo, yo-

—Yo, yo, yo. Todo es sobre ti. Tadashi no es él, y yo no soy tú. No sé qué fue lo que pasó con él, pero no fue lo mismo que Tadashi incluso si su final si lo fue. Nuestras historias no son las mismas, nuestro tiempo no fue el mismo, nada fue lo mismo.

—Lo sé, Kei. Solo quería ayudar.

—¿Ayudarme con qué, Akiteru? ¿A recordarme que no pude ayudarlo? ¿o tal vez a recordarme que me voy a olvidar de él, de cómo se veía o sonaba, pero que jamás voy a olvidarme de lo que me hizo sentir con su partida? ¿Ayudarme a que acepte mi inutilidad para ayudar a la única persona que me amaba incondicionalmente? ¡¿A qué me quieres ayudar?! —Akiteru se quedó callado. —Déjame en paz, por favor. Solo quiero paz.

—De acuerdo.

Y con eso se marchó.

Su hermano no volvió a su habitación luego de eso, y después de unos días volvió a Tokio para continuar con la universidad. Se quedó solo.

Los días pasaron y finalmente se graduó de la preparatoria. No tenía planes para el futuro, al menos ya no, así que aplicó para la primera carrera que vio, hizo el examen de admisión y rezó para que su solicitud fuera rechazada. Pero como siempre Tsukishima Kei no tenía tanta suerte. Cuando menos lo pensó ya se encontraba en un tren camino a la prefectura de Wakayama, enlistado en un programa del que no se sentía para nada interesado, tal vez en una vida pasada le hubiera parecido entretenido, pero ahora solamente lo sentía como un relleno al vacío que dejó Tadashi.

Era un chico bien parecido, por lo que muchos de sus compañeros hacían intentos en acercarse a él, no obstante, se encargaba de alejarlos lo más posible, sus intentos de charla no hacían nada más que irritarlo y su desesperación crecía día con día, con el recuerdo de su amor nublándose poco a poco, era como si caminara viendo la espalda de Tadashi, se preguntaba si así era como el pecoso se sentía todas esas veces en las que caminaron juntos pero a distancia, como si quisiera alcanzarlo pero no fuera posible. Tadashi le escribió en aquella carta que no debía culparse, ¿cómo no culparse después de verse así de perdido? Justo como Tadashi lo estaba, sin poder extender la mano para tocarlo. Estaba lejos, muy, muy lejos, y ya no podría alcanzarlo nunca más.

¿Acaso Tadashi lo perdonaría?

Se encontraba cerca de zona boscosa, por lo que podía escuchar el sonido de las cigarras, las hojas de los árboles y la corriente de los ríos. El lugar que rentaba era horrible, pero no esperaba nada más de un sitio tan barato, claro que podía admitir que las vistas eran excepcionales pero el olor a humedad y moho constante comenzaba a fatigarlo. Dejó sus audífonos en la entrada, listos para el siguiente día, y abrió la ventana para que de esa forma los sonidos de la naturaleza pudieran entrar mejor. Era tarde ya, por lo que el sol comenzó a ocultarse y la luna y las estrellas podían ser vistas, se sentó en el único sofá que tenía y se dispuso a ver a través de la ventana.

—Tsukki.

Soltó un suspiro irritado. —Déjame en paz.

Tadashi se sentó a su lado. —Tsukki. Háblame.

—¿Qué te digo, Tadashi? — Frunció el entrecejo lleno de desesperación, lágrimas de frustración se acumularon en sus ojos, rogándole para que las dejara salir.

—Dime lo que me quieras decir, Tsukki. Dime que me odias.

Sollozó. —¡Claro que te odio! ¡Te odio tanto, pero tanto!

—Lo siento.

—Te odio por dejarme así, te odio por abandonarme, ¿qué no fui suficiente para ti? ¿qué más querías de mí? ¿en qué te fallé? ¡Dime! ¡Maldita sea, Tadashi, dime!

—Lo siento.

—¡¿En qué putas estabas pensando cuándo lo hiciste? ¿Se te ocurrió en algún momento lo que me pasaría si me dejabas solo? ¿por qué no me dejaste ayudarte?!

—Lo siento tanto, Tsukki.

—¡Cállate de una puta vez! ¡Estoy harto de tus disculpas vacías! ¡a ti no te importa disculparte, no te importo yo! Probablemente nunca te importé y por eso me dejaste, si no me querías ¿para qué te acercaste a mí? ¿por qué me dejaste amarte? ¿por qué te hiciste esto? ¿por qué nos hiciste esto?

—Lo siento.

—Sólo déjame— Con sus manos cubrió su rostro tratando de alejar la imagen de aquel chico que le había cambiado la vida tantas veces y que ahora solamente le causaba dolor. —Vete y déjame ser un egoísta solo.

Lloró por un largo tiempo, aguantándose los gritos que quería soltar y los golpes que quería lanzar, odiando a Yamaguchi Tadashi, pero sobre todo a sí mismo. Cuando levantó la cabeza se dio cuenta de que Tadashi ya no estaba ahí.

Se encontraba solo.

Entre calles y arrepentimientos. (Tsukkiyama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora