Capítulo 12

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Un día, mi padre compró uno de esos arreglos para mi hermano menor.

Ese arreglo traía un reloj, unos cuantos dulces y cosas así.

Yo vi todo, y no podría negar que sentí algo de envidia.

Pero verlo a él contento y enseñándomelo con ilusión hizo que olvidase totalmente mi envidia y el pequeño dolor en mi pecho.

Recuerdo que mi madre le dijo a mi padre: -¿A ella no le trajiste nada?

Y mi padre respondió muy tranquilamente, como si no supiese lo que dolían sus palabras, diciendo un pequeño: -¿Para qué?

Ese día no supe que pensar, pero como acostumbré hacer, fingí una risa, como si todo hubiese sido un chiste y me di la vuelta aguantando las lágrimas fingiendo que tenía sed.

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