3. WILDEST DREAMS

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Middlesex house, 1812

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Middlesex house, 1812

Era casi medianoche y Amy miraba por la ventana colindante a su habitación, expectante de que esa cara visible que tanto le gustaba ver apareciese en su patio trasero. El paseo semanal de medianoche se realizaba todos los viernes, después de que Bucky hiciera acto de presencia en las fiestas de la sociedad y volviese más temprano que el hermano mayor de Amy.

Sonrío, cuando sintió como una pequeña piedra golpeó en su ventana. Saludó con la mano a la figura que la esperaba en el
patio trasero de la residencia Middlesex, tomó su chal de muselina y corrió por las escaleras, mirando que ningún mayordomo la viese salir de la fortaleza.

Apenas salió se encontró con la figura de Bucky, quien la esperaba con una manta en sus manos. Él le dedicó una sonrisa y ella se la respondió.

— Volviste un poco más tarde de lo habitual, ¿Cómo estuvo el baile? ¿Igual de aburrido? —Bromeó Amy, pero Bucky se encogió de hombros—.

— No tan aburrido. La verdad es que perdí la noción del tiempo.

Amy frunció el ceño al sentir un olor extraño emanar de su boca, un olor parecido a uno de los tragos que solía beber su hermano.

— ¿Tanto como para olvidar nuestras salidas de los viernes? —Preguntó—.

— Jamás. —Sonrío—. Adoro ver las estrellas contigo, Amy.

Un destello de algo que no conocía surgió en su corazón. ¿Por qué sentía tanto con tal solo palabras? Cada cosa que Bucky decía se le quedaba grabada en el corazón.

— ¿Estás preparada para ver las estrellas, conejito? —Dijo, pellizcándole la nariz—.

— Claro que sí, Bucky. —Pasó por su lado, quitándole la manta de las manos—. ¡El que llega primero puede empujar al otro por la colina! —Gritó—.

Ambos corrieron como niños pequeños hasta el encuentro, ese lugar en el que podían ser ellos mismos. Amy, quien ganó la carrera, arregló la manta y se acostó en ella, dejando un espacio para Bucky, quien, apenas llegó, se acostó a su lado.

— Eres rápida, conejito. —Bromeó, entre jadeos por la impresión del trote—.

— Tengo el sobrenombre bien ganado, entonces. —Sonrío, jugando con la hierba para no mirarlo a los ojos—.

Bucky frunció el ceño, ¿Por qué no lo miraba? Notó a Amy mucho más extraña que otras veces.

— ¿Te pasa algo, conejito?

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

Bucky sonrío, con confianza.

— Claro que sí, Amy.

— ¿Alguna vez has besado a alguien? —Preguntó sin tapujos, tanto que Bucky comenzó a toser de la impresión—.

— ¿Qué?

Inefable | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora