⟨⟨ Enamorada del peligro ⟩⟩ KNY Douma

Capítulo 3

— ¿Qué? —

— Como has oído. —

— Entonces... ¿Me estás diciendo que co-comes pe-pe-personas? — Dijo comenzando a temblar, sin alzar la voz. — ¿La-las matas? —

— ¡ Oh, claro que no princesa ! No las mato, viven eternamente junto a mi, aquí dentro — Dijo alegre, mientras se señalaba el pecho — Las libro de todas sus preocupaciones, sus miedos, inseguridades, peligros... Les hago un favor. —

— Hiciste... ¿ Hiciste lo mismo con mi madre ? — susurró — lo que tú decías que fue un accidente... Tú te la comiste, ¿Cierto? ¿Tú lo hiciste? — siguió murmurando.

— Lamentablemente no tenía otra opción, además tiró a tu hermano por un barranco antes de que pudiese devorarla. Tu madre era igual de bella que tú, pero estaba completamente loca, y eso la consumió, yo solo la salvé — le contestó calmado.

— Déjame... Déjame procesarlo. Me apetece dormi... — no terminó la frase, cuando se desmayó.

El demonio entró en la fiesta, anunciando que ya había llegado a su fin, y que los regalos podrían entregarlos a primera hora en la mañana siguiente en su templo.
Los invitados se fueron y 3 minutos después todo el templo quedó en completo silencio.
Douma llevó a Kyoko a sus aposentos, la acostó y le dio un beso en la frente de buenas noches.

A la mañana siguiente, Kyoko se despertó algo aturdida y lo primero que vio fue a Douma, quién la esperaba sentadcho junto a ella.
De los ojos de la joven, comenzaron a brotar unas brillantes gotas de agua salada. Douma, se acercó a ella y las lamió, lo que hizo que Kyoko se estremeciese por completo.

— Buenos días, princesa — Le susurró Douma al oído. — ¿ Cómo te encuentras ? —

La joven, sin decir nada abrazó el cuello del demonio, el cual la miró confundido.

— Yo... Lo siento... Ayer me asusté pero sé que tú no me harías nada... Si mataste a mi madre debió ser por alguna razón, estoy segura. Me quiero quedar contigo, tú siempre has estado para mi y me parecería injusto irme por esto - Dijo la chica entre el llanto, muy deprisa.

El demonio de aspecto joven sonrió satisfecho y correspondió al abrazo, agarrando su cintura mientras jugaba con su cabello.

— Me alegro de que pienses así pequeña, no me podía esperar menos de ti. —

Días después, mientras Douma veía como su pequeña Kyoko entrenaba, recibió la visita de una mujer de tez pálida, cabello negro y mirada afilada.

— Buenas señor Muzan, a que se debe está agradable visita por aquí? — Dijo Douma en un tono alegre, sin dirigirle la mirada.

— La chica — dijo serio.

— ¿Eh? —

— Quién es la chica —

— Ohhhh, ¿Ella? Es una humana corriente, muy linda ¿Verdad? —

— Llevo unos días observándote, observándoos. Ella te debilita, quiero que te deshagas de ella. — Dijo completamente serio.

— Pero señor Muzan, ella es muy linda. Además es muy rápida, tiene unos sentidos muy desarrollados, como su madre, y se le da bien moverse, sabe luchar. Ella puede sernos útil. — Replicó el demonio

— Corremos el riesgo de que se convierta en cazadora, quizás en una pilar con algo de entrenamiento. Se nos puede volver en nuestra contra, y si eso pasa la matarás tú, Douma. —

— Sin ningún problema señor, la mataría sin duda alguna, devorarla a ella sería un manjar. Pero démosle una oportunidad mi señor, no es peligrosa — Le afirmó Douma, seguro de Kyoko — Y en cualquiera de los casos, podría convertirla en demonio, se haría increíble poderosa, mi señor. —

— Ya veremos lo que hacemos con ella, venía a advertirte Douma. Mi segunda superior no debe tener debilidades —

— Por supuesto mi señor, ella no supone ninguna debilidad ante mi, esté seguro de eso —

— Bien, espero que así sea — finalizó, para segundos después desparecer.

Cuando el entrenamiento de Kyoko finalizó, el demonio se acercó a la joven y la abrazó por detrás delicadamente. Kyoko agarró sus brazos cariñosamente y rió.

— ¿Qué tal hoy preciosa? ¿Se te hace un duelo conmigo? — Le dijo desafiante a la chica.

— ¿La pregunta era necesaria? — Respondió segura mientras blandía su espada.

— No conseguirás rozarme si quiera, no eres más que una cachorrita — río

— Comprobemoslo pues —