Verdades por verdades

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Snape abrió las manos, hacia el techo.

-Esta casa no la merece –miró a todas partes, con labios de resignación-. Esta casa, este lugar, es demasiado corriente para que usted esté aquí.

Hermione, auténticamente asombrada, recorrió la casa con mirada extrañada, pero él seguía, lleno de repentina y profunda conciencia sobre el gris de su vida.

-No me había percatado hasta qué grado esta casa es oscuridad –siguió él, pasando la mirada por el librero, la mesa de la cocina-. Debe ser porque usted es luz, y así noto cómo aquí todo sabe a pasado, uno no muy bueno, y es una casa deteriorada en una ciudad herida.

Tal vez el whiskey lo había colocado en un estado donde, ebrio sin notarlo, se sinceraba.

-Mi casa no la merece, Granger. Y creo que yo, tampoco. Le ofrezco una disculpa.

Hermione Granger en su casa... La presencia era increíble.

Y pensó que la Gryffindor había sido una desconocida, primero una alumna más, después una antipática, y que colocado en sus malas ideas sobre su Casa y por su amistad con Potter y Weasley pasaba al plano de la inexistencia. Pero en una parte de ese camino se le olvidó valorarla. Y eso era injusto. La chica era brillante. Con los extremismos de un carácter fuerte, con las obstinaciones de sus ideas firmes, pero era brillante. Y lo que antes no existía, ahora se revelaba. Ese perfume de su manera de desenvolverse. Y esta locura, de llegar a su casa para refugiarse pese a todo, aun su consabida autosuficiencia, le hizo sentir que ella era... que ella era...

-No diga eso, profesor –nególa castaña, con un vaivén de rizos-. Yo no lo veo así.

Ella se giró hacia las ventanas, contemplando las edificaciones, iguales excepto por el cortinaje de distintos motivos, iluminados en cada una, su sucesión recta a izquierda y derecha, los tejados yéndose a lo lejos.

-Alguna vez me pregunté cómo era su ciudad, profesor –dijo ella, con voz de nuevo serena–. Se diría que la lluvia la visita continuamente.

Snape se levantó, yendo a un paso al lado de ella. La noche caía.

-Sí, es así, el sol se ve poco.

Ella atendió hacia la derecha y luego al frente.

-¿Conoció a alguien antes de Hogwarts?

-Tenía vecinos –asintió él, de cara a las casas de creciente penumbra, enfrente-. Pero eso ya no existe.

Hermione volteó hacia él. Nunca habían conversado, jamás se trataron antes, pero esta vez era como si hubieran tenido confianza desde siempre.

-¿Se fueron, sus vecinos?

Snape alzó una ceja y esbozó una imperceptible sonrisa de lado.

-Todo se ha ido de Cokeworth.

Él fue unos pasos a la derecha y volteó hacia la castaña.

-Todo: el sol, el día, el calor, las voces, la calidez de las manos, los anhelos, la memoria de las ilusiones. Todo se ha ido –afirmó, con su voz grave-. En Cokeworth sólo habitan recuerdos. Algunos ensueños. Y el adiós cae con la lluvia cuando sale la Luna.

Hermione se preocupó.

-¡Oh, profesor, pero eso es triste! ¿Ha pensado buscar otro lugar?

-No tengo a dónde ir –aceptó él, y de nuevo contempló el sitio de huellas-. Esta casa contiene lo que soy. Y aunque no tenga a dónde ir, un día la abandonaré.

-No debería ser así –opinó ella.

Fue a uno de los sofás de espaldas a la ventana, sentándose.

-Tengo un poco de sueño –dijo, recargádose-. Fue un día muy largo.

Snape trajo un edredón con la varita.

-Por supuesto –asintió-. Estoy siendo descortés. ¿Quiere un poco de agua?

Hermione se cubrió con el edredón, apoyando una sien en el respaldo, de cara a Snape.

-Me gustaría.

La expresión hizo sentir a Snape la posibilidad de dar a Granger algo por vez primera. Un gesto, un detalle, y le fue tremendamente importante.

Le llevó un vaso de agua limpia, que ella bebió y se lo devolvió.

-Gracias, profesor –dijo ella, cerrando los ojos-. Si me permite...

Snape era una sombra de pie, con un rayo de luz en sus manos, con el vaso.

-Está bien. Descanse.

La respiración de Hermione se relajó.

Y Snape, sin poder evitarlo, sin quererlo evitar, se sentó delicadamente al lado de ella para no despertarla, y volteando a su lado, apoyó también la sien en el respaldo del amplio sofá, y contempló las dulces facciones de Hermione, dormida a la luz de la Luna.

Esa luz de aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora