carraspea, toce, agudo agoniza el violín, llorando como quien rita a su amante, violín llorando en un vibrato extenso.
como badajo de campana que golpea contra su interior así como tus gritos golpean mis timpanos y hace que mi alma de desquebraje como brea impactando al concreto.
se queja y toce de nuevo el destemblado que despacible presiona el arco contra la cuerda y ronco crea un crujido como de huesos que se rompen. se desarrolla, se desarraiga y machaca cada embiste frente a su mirada inmaculada, y mira, ferviente, los cuerpos que se arraigan en el hemiciclo; que se funden entre si y le dejan en la lengua ese sabor a hierro oxidado y se saborea como un vislumbre de lo que ya dejó de ser corporeo y no se sabe el gesto de la noche cuando cae encima del otro y lo degüella, cortando toda melodía, toda vena, todo rastro de vida de aquél rostro iluminado por la luna. el demente, nada, chapuceos con avidez sobre la nada se oyen y el acechador de carne contempla la salvación hecha un desastre, la salvación que de grana pinta papeles bañados de música. salvación salvaje que se cierne sobre las almas de los degollados artistas, artistas que lloraron a curvas, que acariciaron música con sus falanges, que devotos fueron arrancados de su inocencia como quien ronda tontamente por jardines faunosos.
y palpa el demente nada, pero palpa. toma entre sus manos, él, acechador de carne y de zarpazo, con fé loca en la pureza de la sangre, impiedad que resiste a dar un paso, manía que desarrolla el espejo que contempla los cuerpos congelados la mortandad que no cesa y no deja de incrementar volumen. lo pasional escurre sobre la figura artística de una letra, ya sin música y el que tocaba el instrumento falleció hace ya rato y ahora tartajea su adiós en la figura, carraspeando en el silencio. alma sufrida que se integra a la soledad de la noche, sombra que no se ve entre la penumbra.
solo lo quieto salva y purifica, no hay salida, los muertos rondan los espejos y no cantan, no crujen.
vida y muerte quietas al ser cuerpo y hojas tocando el piso, solo yaciendo.
crujen en la entidad del tiempo y permanecen ahí como una obra eterna, cuerpos que están después de haberse ido, dejados en el tiempo a la espera de algo que los sostengan, colgados de las sombras que nacen de las lámparas. carraspean, pero recuerden que a veces chirrian las cuerdas. ovala sus pesares por el destino triste, como viento azotando el romero. pero no olviden que el olvido es una cosa dura, dificil de olvidar aunque se quiera.
la condición de la demencia, la sensación de que la nada es todo y el todo es un artista que muere vuelto nada. espejo sediento del reflejo de la masacre vuelta pureza.
lo santo que no canta, que no carraspea, y en medio del silencio el desquiciado mueve los huesos, y llora.