INTRODUCCIÓN

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Oscuridad fue lo primero que vio cuando se despertó, era a lo que estaba acostumbrada, lo que fielmente era, allí todo era así, en el otro lado.

Se arrastró con pesar a la ventana y corrió las cortinas rojas permitiendo que los pocos rayos de sol que podían atravesar la niebla entrasen a su, por aquel entonces, cuarto.

Llevaba la ropa del día anterior, no se había molestado en quitársela, cuando llegó por la noche a casa estaba agotada, únicamente tomó algo de comer antes de quedarse dormida nada mas tumbarse en la cama. Realmente había sido una tarde complicada, pero no le apetecía seguir pensando en ello.

Se miró al espejo, tenía más ojeras de lo normal y todo el lápiz de los ojos corrido, lo que no favorecía nada a su horripilante aspecto.

Necesitaba urgentemente una ducha, abrió el grifo y dejó que el agua fría recorriera su espalda y le empapara sus cabellos castaños, no se movió tan apenas, todavía le dolía demasiado el costado, solo con rozarlo con la punta de sus dedos podía sentir miles de agujas perforando su piel, por un instante pasó por su cabeza la escena del impacto que recibió en un enfrentamiento semanas atrás, mientras, maldecía a aquel mixto que la había golpeado sin haberle dado opción a reaccionar, como los odiaba, eran fuertes y rápidos, lo peor de todo era lo improbable que era encontrarlos en donde estaba, en el bosque de las tinieblas, no eran tan hábiles en ese terreno. Otro poco de agua fría fue suficiente para devolverla a la realidad, últimamente perdía el hilo de sus pensamientos.

Se puso sus pantalones negros preferidos, que estaban más rotos que de costumbre, mientras buscaba sus botas amarillentas. Cogió sus gafas de sol, no las necesitaba, solo las usaba, junto con la capucha de su sudadera, para pasar desapercibida. No le gustaba llamar la atención por la ciudad, eso, por experiencia, solo traía problemas.

Era su día de descanso así que se decidió a dar una vuelta por la comunidad. Serían como las tres de la tarde,  pero parecía que fueran las siete, tal vez a otros no les gustase el ambiente negro y verde resultado de las casas rodeadas del bosque, todo ello envuelto en la penumbra, pero a Roxana le relajaba, era su hogar. Las casas eran viejas, incluso daba miedo pasar por debajo de algunas por si a un ladrillo se precipitaba directo a tu cabeza, pero no había tiempo para arreglarlas, las únicas que estaban blancas y relucientes son las del centro, los del Dietrio las usan para controlar lo que hacemos, lo bueno de vivir cerca del bosque es que hay más libertad.

Vivía prácticamente sola, no era algo a lo que le daba demasiada importancia, la soledad le gustaba, su tío no estaba en casa casi nunca en el apartamento así que él no se enteraba de lo que hacía, nunca se lo hubiera permitido.

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⏰ Última actualización: May 12, 2015 ⏰

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