Otra vez nos vemos las caras

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Otra vez nos vemos las caras, vieja desgraciada. Yo no lo dije pero la voz en mi cabeza sí.

Me separé y lo observé de arriba a abajo. Cómo ya dije está mucho más alto, debe medir un metro con ochenta o algo así, creo que tres cabezas mías llenarían lo faltante en mí para alcanzarlo. El cabello negro le brilla y tiene la piel sumamente blanca, lo que me parece sospechoso ya que en Florencia hace mucho sol, no saldrá mucho.

¿Y qué tal si es un vampiro?

Nah, es demasiado aburrido como para serlo.

Lo que llama más mi atención son sus ojos, son marrones pero se ven tan oscuro que casi creería que son negros. Y ahora no tiene los dientes encimados, los tiene perfectos y blancos, y ahora se notan más los lunares que tiene en el rostro, y también tiene una cicatriz algo larga en la ceja empieza desde ahí, sigue un poco y luego baja cerca del ojo.

—¿Perché mi guardi così tanto, Ilaria?

La verdad es que su voz se escucha bastante sexy al hablar italiano, lástima que luego lo conoces y el encanto se va.

—¿Podrías dejar de hablarme en italiano? Yo no lo comprendo.

Encarna una ceja y sonreí ligeramente —¿Acaso tu abuelo no te enseña?

—No tengo interés en aprenderlo, ¿Y acaso para ti es muy difícil el español?

—Soy bilingüe, puedo hablar perfectamente los dos idiomas.

—Mm... pues bien por ti.

Pase por su lado para subir a mi cuarto pero agarró mi brazo.

Lo miré y arrugue mi frente — ¿Me devuelves mi brazo?

—¿No cenas con nosotros? — pregunta con una seriedad que parece digan de un funeral.

—¿Acaso a ti te interesa cenar conmigo? Porque a mí contigo no.

—No seas así de mal educada, tu madre se esmeró mucho en cocinar y la vas a despreciar así como así.

Recuperé mi brazo de un tirón —Escucha bien, metiche. Lo que yo haga no debería de importarte, Alma sabe que no es por ella la razón por la que voy a cenar.

Suspira y me observa tranquilo —¿Entonces debo suponer que es por mí? ¿Te desagradó tanto que eres capaz de rechazar a todos para no verme? — dice acercándose a mí.

Bufé —El mundo no gira alrededor de ti, tal vez tengo cosas que hacer allá arriba.

—¿Cómo qué? — pregunta y me toma desprevenida —¿Arreglarte? Eso es seguro que no.

Miré hacia abajo y me miré a mi misma, mi ropa no está tan mal, claro no es la ideal para una cena con invitados formales pero, él tampoco viene tan elegante.

—Tal vez, — ahora yo lo repaso con la mirada — pero veo que tú también deberías arreglarte, ¿Vienes de un funeral o solo decidiste pasear por un cementerio?

Me reí de mi chiste hasta que caí en cuenta de quién era al que le decía eso. Rápidamente la culpa me llenó y me encogí de hombros.

—Elio, lo siento mucho, no estaba pensando en verdad, no debí decir eso.

Baja la mirada y da un paso al frente quedando muy cerca de mí. Su mano se estiró y colocó un mechón en mi cabello. De pronto siento un escalofrío cuando su aliento choca con mi cuello.

—Tú, estás tan muerta para mí como mi hermano. No quiero hablar contigo de nuevo, ni verte alrededor de mí. No vine aquí a ser tu amigo, ni a arruinarte la vida, así que aleja esa estúpida idea de tu estúpida cabeza. No eres nada para mí.

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