- Parte II : Conocimiento -

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Parte II: Conocimiento

Una de mis pesadillas más recurrentes era donde yo me transformaba en el pequeño bulto abandonado en la puerta de la iglesia, era casi revivir los horrores del abandono de otro niño o niña, ya que yo fui encontrada y amada desde un inicio.

Esa noche soñé ser un bebé nuevamente, intentaba hablar pero solo gritos y llanto salía de mis labios. Vino una mujer horrible a recogerme, sus manos eran básicamente cuchillas. El sueño era realista, mucho y había demasiado dolor... y entonces desperté a una de las experiencias más horrendas de mi vida.

<< Diablos, ¿Qué me sucede? Reza, no debes invocarlo sin importar nada en el mundo. Padre nuestro... ¿Qué es esto? Muévete, muévete por favor, cuerpo. Ayúdame Santa Virgen de la Concepción. ¿Estoy llorando? ¿Estoy respirando? ¿Qué se acerca? ¡Por Dios y por la Sangre de Jesús, seré buena! ¿Es un demonio? ¿Por qué me está tocando? San Raphael, ¿has venido por mí? Si eres tú no seas cruel conmigo, que he sido buena. Tengo algo encima. ¿Qué es esto? ¡Que ojos tan rojos, que horribles! Quítate de encima. Envíalo con tu gracia Divina, que me proteja de todos los males y del demonio que tengo ahora encima que han hecho de mi existencia una terrible calamidad, Dios, todo poderoso, presta tu sublime atención a la intercesión que San Raphael hace por mí. Bendíceme Dios...>>

Y se fue. Después de un rezo desesperado a San Raphael y el intento de moverme, toda desesperación desapareció, toda la necesidad de llanto, todo el horror que sentía, se fueron juntos para que yo continuase con mi rutina diaria.

Había hablado con la Madre para mi retirada y después de un fuerte abrazo me dijo que podría irme si dejaba "todo listo", o sea, debía recoger mis cosas y dejar todo muy limpio por si acaso alguna otra criatura necesitase mi cama de inmediato. La Madre conocía muy bien a la señora y no lucía preocupada, así que tuve mayor confianza.

A pocos días, mi estado nervioso era tan intranquilo que incluso me ofrecieron mates y remedios para la horrenda urticaria que me producía, no podía evitar sentirme culpable al dejar el lugar que había conocido como hogar por un ofrecimiento superficial.

Esa mañana, a veinte días de mi cumpleaños, la señora volvió al hogar. Sus afiladas uñas sobresalían por lo menos centímetro y medio de sus dedos, y eran completamente visibles gracias al calor por el cual ella se abanicaba. Esta vez usaba verde, un color esperanzador que cruzaba su cuerpo a modo de vestido tipo princesa y combinaba perfectamente con el decorado de sus uñas.

Miré instintivamente mis pies cuando noté sus zapatos altos y dorados, y me encontré con zapatillas deportivas tipo converse algo gastadas en la punta del pie y con los cordones muy limpios pero algo desgastados. Suspiré y la vi acercarse al dormitorio, inmediatamente brinqué hacia mi cama y fingí que cosía. Esa mañana, mi deber era asear el piso de los dormitorios y lo había terminado muy rápido.

— ¿Bordando? — Preguntó sin saludar. Me puse de pie de forma inmediata y demostré la felicidad de verla con una gran sonrisa.

— Buenos días señora Barker — saludé educadamente y acerqué una de las sillas para ofrecerle un lugar cómodo.

— Buenos días, linda, quiero hablar contigo de tus obligaciones. Quizás tengas que aprender algo nuevo y creo que veinte días son suficientes para ello — hablaba más seria que la vez anterior, ya no lucía plástica e irreal sino acogedora.

Pese a haber sido cordial y sentarse en el lugar que le había ofrecido, se notaba su incomodidad. Extendí una manta sobre mi cama y se la señalé con un educado ademán.

— Quizás se sienta más cómoda aquí, las sillas son muy pequeñas.

— Gracias — aparentemente aliviada, cambió de lugar, apoyó su bolso y sacó una libreta muy hermosa color turquesa. Tenía piedras como su anterior par de zapatos.

RaphaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora