Epílogo

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Dos meses después
Caldero Chorreante...

—No podemos escondernos en la Hilandera o la casa de mis padres más tiempo, los chicos querrán saber de mí, Severus.

—Lo que deben hacer es olvidarte... —Soltó amargado, aunque no aburrido ya que sus días habían mejorado gracias a esa interesante compañía, después, mucho después de que él se recuperara solo de sus heridas.

*

Los últimos veinte días de la semana había disfrutado de los pasteles de chocolate amargo que preparaba la madre de la chica, justo después de que ella lo descubriera escondido.

Ahí estaba el mago ex maestro de Hogwarts, sentado con modosidad frente a una mesita redonda, en la buhardilla.

Snape se veía concentrado y metido en sus apuntes de pocionista como un fantasma oscuro e inteligente de un siglo pasado. La señora incluso caminó hacia él perdida en el cambio tremendo de ese espacio, seguramente magia, para comprobar que no fuera una ilusión, un sueño donde había un gran librero largo, una cama amplia de dos plazas y un caldero humeante en una chimenea que flotaba al fondo y a la izquierda.

Este hombre ignoró su presencia por casi cinco minutos hasta que luego alzó una ceja y saludó con un inquietante. "Buenas tardes", seco y sin sentir un ápice de verguenza.

—Buenas tardes ¿Profesor Snape? —la mujer estaba confundida.

—¿Qué tal? Buenas tardes —Severus arrastró las letras lento como ocupado, aún sin mirar a la mujer.

—¿Dónde está mi hija, o usted es mi hija? —ella no sabía qué esperar de la bruja

—Ella ha ido por alimento para ambos —suguió con su pluma sobre la mesa.

—Pero... —suspiró al pensar que ella no le había avisado de su presencia, que había estado quién sabe desde cuándo escondida ahí con ese hombre del cuál Hermione había hablado con sospechas muchas veces en la cocina y durante las vacaciones de escuela mientras crecía.

Snape pudo leer aquellos pensamientos.

—Señora no se preocupe, no piense de esa manera, me tomaré unos minutos en contar lo que sucede.

Aquello tuvo gracia para la señora sin embargo para él no, quien explicó con soberbia y sin poner atención en los ojos claros de la mujer, que él era el prometido de su hija, que planeaba un viaje para comprar propiedades y que tenía ganas de probar aquél té de naranja que olía bien en la cocina.

Esta mujer sorprendida, pero perdida en esa paciente y formal manera de conversar en ese hombre alto, erguido y bien vestido, obtuvo por bien aquella explicación razonable, concluyó y refutó al ex maestro con  "Es usted un altivo hombre llamativo a mi hija, sin duda usted debe haber atraído sus atenciones en un descuido". Y aún en la soberbia él aceptó toda culpa.

Jean le ofreció espagueti con un pequeño trozo de pastel de chocolate. Hasta que una noche, el viernes de la semana dos, Hermione los descubrió charlando como si fueran colegas de herbología.

*

Snape dejó caer sobre la cama una maleta de cuero pesada, dentro de esta estaba todo el equipaje de él y de su ex alumna el cual habían recolectado en tres días de distintos lugares.

Este hombre no admitía que le había pedido a la chica que se quede con él en una relación, y ella tampoco se lo aclaró, pero Hermione sin lugar a dudas había tomado una actitud de lealtad, compañerismo y amor.

¿Cómo podría quejarse de eso el pocionista? Nada, de hecho nada le molestaba a excepción de ese tono insolente que ella a veces utilizaba con él.

—¿Vamos a desaparecer y ya, en qué estás pensando, Severus? —Hermione en realidad no le hablaba como insolente sólo como sorprendida, pero el mayor era extremadamente sensible y renegón.

Poción+10 - SNAMION SEVMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora