III

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25 de Junio de 1985

Los primeros rayos de luz me dan directamente en la cara, cuasando que suelte un gruñido y arrgue la nariz. Abro los ojos lentamente y veo que habíamos dormido en el patio, pero con la cabeza en un bordillo por eso tengo el dolor de cuello y espalda. Ahora mismo parezco una señora de ochenta y pico de años. Y aún así hay señoras que tienen mejores huesos que yo.

—Joder— me levanto del suelo y me froto los ojos lentamente para quitarme el sueño todo lo que pueda, aunque sea inútil.

—¿Qué hora es?— miro a Lidia y alzo los hombros.

—Y yo que sé. Solo sé que voy a tener un dolor de cuello increíble.

Tomo mi pelo como si fuera a hacerme una coleta, pero me hago un moño, el cual sujeto con una goma.
Pongo las manos en mi cintura y me quedo mirando a los árboles que hay enfrente de la casa de mi abuela.

—Un día de estos, nos ataca un lobo.

—¿Aquí hay lobos?

—Pues...- Lidia se lo piensa unos segundos—. Sí, supongo.

—No tenemos ni la más mínima idea— me río y me giro para mirar a Laila—. Mírala como duerme, me da penita despertarla.

—Es lo que toca— ambas nos acercamos a Laila y nos miramos entre nosotras.

—Nos va a matar— ponemos nuestras manos en sus hombros y la movemos bruscamente para poder despertarla.

—¡Qué me dejéis dormir!— se despierta de golpe y nos reímos.

—Es hora de levantarse— me levanto del bordillo y la miro sonriendo.

—Que asco me da que por la mañana estés de tan buen humor— la miro sonriendo y se levanta del suelo, sería.

—Parece que tú eres la borde y no yo.

—Ninguna de nosotras es borde.

—¿Te recuerdo que Zaira solo tiene tres amigas?

—Es porque la gente del instituto es gilipollas... Si la gente es así, yo no puedo hacer nada.

—Tal vez no sean tan malas personas como crees.

—Que no dice— me río y abro la puerta del patio—. No me hace falta conocerlos para saber qué son unos capullos.

—Y por esta razón no tienes casi amigos.

—Es mejor la calidad que la cantidad.

—Bueno, eso es discutible.

—A mí no me hables como si fuera una niña pequeña porque no es así— miro a Laila y ella me saca el dedo.

—Ya va tomando su carácter habitual.

—Ya me voy despertando, que es distinto.

—Visto así... Tienes razón— saco tres trazas de un armario y las dejo en la mesa, la cual tiene un mantel blanco con flores... ¿Qué le pasa a mí abuela con las flores?

—¿Vais a querer colacao?— saco la leche de la nevera y ellas asienten.

Saco el colacao y dejo las cosas en la mesa, junto a las tazas. Saco tres cucharas de metal, de un cajón y las meto dentro de la taza. Saco un paquete de galletas y lo dejo junto a todo.

—Mírala, hoy tiene energía.

—Dormir en el patio me ha dado energía.

—Nos estamos dando cuenta— saco las cucharas de las tazas y preparo la leche y el colacao.

Somewhere Only We KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora