Paso 5: Sé tú misma

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Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

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Sé tú misma. ~Inuyasha

Kagome colocó suavemente la tetera en la mesa mientras pasaba sin energía las páginas de la revista. Con un suspiro, cerró la revista y apoyó la cabeza en la mesa.

Suspiro.

—Kagome... —Su madre se sentó enfrente de ella y se sirvió té—. ¿Te gustaría que Inuyasha cambiase?

Kagome se incorporó, sobresaltada.

—¡Claro que no!

—¿Crees que él querría que tú cambiases?

Kagome se mordió el labio y pensó en ello. ¿Sería más feliz si se pareciera más a Kikyo?

—No.

Kagome se dio la vuelta al oír la ronca voz.

—¡Inuyasha!

Calmadamente, la señora Higurashi sirvió otra taza de té.

—Creo que iré a ver si al abuelo le apetece un poco de té.

Antes de que la joven miko pudiese barrer las revistas de la mesa, una mano con garras se estampó encima de ellas. Kagome no se atrevió a mirarlo. En cambio, se quedó mirando avergonzada mientras él hacía a un lado el montón de revistas, exponiendo más de una docena de portadas de revistas de adolescentes que prometían enseñar a las jóvenes a ligar.

Ojalá hubiera UNA que dijese cómo coquetear con un demonio perro, se quejó Kagome en silencio.

Vio que cerraba la mano, arrugando el papel de un par de revistas mientras la cerraba en puño. Entonces, liberó su agarre. El corazón le latía frenéticamente y supo que debía de tener la cara de un rojo intenso.

—No quiero que tú...

Las lágrimas escocieron en los ojos de Kagome mientras se le rompía el corazón. Parecía como si tuviera el alma en pedazos. Nunca debería haber tenido esperanzas.

—No quiero que tú... cambies... —Inuyasha peleó con sus palabras—. Tú... eres exactamente... todo...

Kagome levantó la mirada hacia él. Sus ojos dorados brillaban.

Con un gruñido, él le cogió la mano y salió volando de la casa con ella. La cogió en brazos y saltó hacia el Árbol Sagrado. Una vez que estuvo sentada a salvo a su lado, Inuyasha se cruzó de brazos y la fulminó con la mirada.

—Es estúpido que intentes ser quien no eres, porque ya eres... perfecta.

Kagome se llevó la mano al pecho, intentando calmar su corazón. Después de todo el trabajo que había invertido en el coqueteo, sabía que tenía que encontrar la valentía para decírselo.

—Quería que me vieses —confesó.

—Feh. Te veo siempre.

Kagome suspiró, es que no lo estaba entendiendo. Y era muy, muuuuuy difícil conseguir que lo entendiera. No estaba segura de que tuviera el coraje. Pero sabía que tenía que intentarlo.

—Me refiero a... VERME.

Inuyasha se volvió hacia ella, apoyando las manos en sus hombros. Cuando sus ojos encontraron los de ella, a Kagome se le empezó a acelerar el corazón y un escalofrío le recorrió la espalda. Había visto aquella mirada antes, hacía mucho tiempo. Parecía como si estuviera viendo su alma y dejando que viera la de él.

—Veo todo de ti, Kagome. Veo cuándo estás triste. Cuándo estás feliz. Veo cuándo estás herida. Y contenta. Veo si te haces el más mínimo rasguño. Veo cómo te cambian los ojos con cada humor distinto. Veo cuándo empiezas a despertar y cuándo te quedas dormida solo por el cambio en cómo respiras. Veo cómo te late el corazón más rápido cuando estás asustada o... o emocionada. Veo cuándo tienes un guijarro en el zapato por cómo cambias tu forma de caminar. Veo cómo puede cambiar tu sonrisa el humor de todos. Distingo tu aroma entre miles. Veo absolutamente todo de ti, Kagome. Todo.

—Me refería... me refiero, sí, lo haces, pero me refería a ver... me refería a los sentimientos... a ver que soy una chica... y mi corazón.

Kagome apartó la mirada, avergonzada, pero Inuyasha le agarró suavemente la barbilla y guio sus ojos de vuelta a los de él.

—Kagome —dijo suavemente—, te veo.

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—Mamá... pensaba que habías dicho que ibas a empezar a hacer la cena.

La Sra. Higurashi sonrió mientras hacía que Souta se diese la vuelta y saliese de la cocina.

—Creo que hoy a lo mejor empezamos un poco tarde.

—Pero ¿por qué?

Con una última mirada por la ventana de la cocina, echó a su hijo hacia el salón. Parecía que su corazón estaba a punto de estallar de felicidad por su hija y por el demonio perro del que se había enamorado.

Aunque solo iba a darles cinco minutos más antes de enviar a su padre para interrumpirlos y traerlos para cenar.

Cómo coquetear con un demonio perroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora