Día 4. 'Sweet Dreams'

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Patrullaba las calles más transitadas de la capital, como solía hacerlo todos los domingos. El sol estaba en su punto más alto y apretaba con fuerza, así que se detuvo unos instantes a beber un poco de agua en uno de los puestos del mercado, que se solía montar en la plaza central todos los fines de semana.

El día pintaba bastante tranquilo. La gente simplemente deambulaba alrededor de las calles, salía a comer fuera, a pasear con sus hijos y había algunas parejas dándose amor —de forma algo grosera, para su gusto— enfrente de todos.

Se detuvo a mirar el mercado desde unos metros de distancia y suspiró con pesar. ¿A quién pretendía engañar? Estaba celosa. Lo estaba de esas parejas jóvenes con toda la vida por delante y que se entregaban sin recelo al amor. Mientras tanto, ella, una capitana de orden fuerte, honorable y valiente, balbuceaba sin control cada vez que veía al hombre del que llevaba enamorada más de una década. Era increíble que estuviera rozando la treintena y se comportara delante de él como si fuera una quinceañera estúpida e inexperta.

Decidió seguir caminando un rato. Era buen momento para escurrirse por los callejones en los que menos gente había y, por ende, más delitos se cometían. Así que comenzó su recorrido, fijándose detenidamente en la gente que veía. Detuvo un robo a una señora mayor, enterró al hombre que lo intentó con sus zarzas y se lo llevaron detenido. Sin embargo, ella continuó con su labor.

Se encontraba en el último callejón de la zona, el que por una razón que no lograba entender, era más oscuro y frío que los demás. Se le erizó el vello de la nuca al notar una presencia extraña, así que se volteó, pero no había nadie. Continuó andando algunos pasos más. La presencia no se iba. Echó la mano a la funda de su grimorio, extendió sus zarzas y rodeó el cuello de la persona que la estaba acechando.

—¿Esta es la forma en la que saludas a tus camaradas, Reina de las Espinas?

Al ver a Yami completamente rodeado por sus espinas furiosas, arqueó una ceja con sorpresa. No entendía bien qué estaba haciendo allí ni qué pretendía persiguiéndola por ese callejón apartado y oscuro.

Deshizo su magia y guardó su grimorio mientras su rostro componía una mueca de desagrado y hastío fingida.

—No deberías ir haciendo eso. Podría haberte herido.

—¿Quieres que peleemos a ver si eso es posible? —le preguntó, medio susurrando y mientras se acercaba a su rostro.

Charlotte enrojeció y dio dos pasos hacia atrás. Ese hombre la sacaba por completo de sus casillas, la desquiciaba como ninguno y, sin embargo, no podía negar que le encantaba ese tira y afloja raro que siempre habían tenido y que tantos malos ratos le había hecho pasar.

—Claro que no. No perdería mi valioso tiempo peleando con alguien como tú.

Escuchó las carcajadas inquietas de Yami y después cómo le daba una calada intensa al cigarro para acabar de fumárselo y tirarlo al suelo. Lo miró de reojo. Sonreía de lado, su actitud parecía desafiante y no podía comprender bien a qué pretendía jugar esta vez... pero no estaba dispuesta a seguir su voluntad. Giró la cara, se cruzó de brazos y frunció el ceño.

El siguiente movimiento que esperaba de su parte era algunas palabras nimias, como que siempre lo trataba con frialdad injustificable, y que se fuera. Sin embargo, aquel día nada de eso pasó.

Yami se acercó a Charlotte y, con cada paso que daba, la mujer daba uno hacia atrás, hasta que su espalda dio con el muro del callejón. Nerviosa, lo miró a los ojos. Había fuego en ellos y una sensación abrumadora comenzó a recorrerle el cuerpo.

—¿Q-qué haces? —balbuceó con nerviosismo al darse cuenta de que la separación entre ambos empezaba a ser mínima.

—He venido a darte lo que quieres.

Eterno | Yamichar Week 2022 🌹⚔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora