Capítulo 3

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Aome seguía arrodillada en el suelo, y por más que Inuyasha llamaba su atención, ella simplemente parecía estar en trance,  de no ser porque acariciaba su mejilla y estaba sonrojada, sus amigos jurarían que algo malo le había pasado.

- ¿Usted también lo ve, no es así señorita Kykyo? - pregunto Miroku en un susurro, pues la recién llegaba miraba a la azabache con sorpresa. - ¿Usted también ve la marca? -
-Si, la veo. - fue todo lo que la sacerdotisa de barro se limito a responder, pues esa marca le parecía un tanto peculiar.

Por otro lado, Aome lo sabía, de algún modo, el dios Ares la tenía en sus manos, no entendía perfectamente de qué modo, pero la tenia en sus manos,  algo que por increíble que pareciera, no le daba miedo.

En algún lugar

El oráculo le estaba mostrando a esa peculiar sacerdotisa, y en sus ojos azules se podía ver el deseo que sentía por ella, juraba que sería suya, pues, hasta el momento, no había ninguna mortal que se le hubiera negado.

- ¿Qué estás haciendo Zeus? - la voz de esa hermosa mujer de cabellos rojizos y ojos casi amarillos, lo hizo dejar de prestarle atención al oráculo.
- Tú hijo está molestando a una sacerdotisa. - respondió el dios, mirando a su esposa. - Ya lo encontré, esta muy lejos de sus dominios. -
- Querrás decir, nuestro hijo. - protestó la diosa Hera de inmediato. - Recuerda que tú eres su padre. -
- Ya te lo dije Hera, no lo veré así hasta que deje su comportamiento rebelde y deje de armar guerras. - el rubio de ojos azules argumento una vez más, pues según él,  no sabía porque Ares era un dios "sin corazón"
- Si tú no lo estuvieras comparando constantemente con Athena, el sería diferente. - las palabras de Hera fueron duras y con reproche,  pues ella mejor que nadie conocía a su hijo.

El dios Zeus se alejo, desde que Ares se había ido del Olimpo, las discusiones con Hera se habían convertido en una constante.

Aunque si algo debía admitir el gobernante de los dioses, era que le tenía cierta envidia a Ares, era tan parecido a él, en cuanto al físico, había sacado su atractivo y su rubio cabello,  pero también era muy parecido a su madre, para Zeus, era como verse al espejo, pero siendo una versión renovada y mejorada.

Y ahora, había puesto los ojos en la misma mujer que él, los dos se habían fijado en esa bella y hermosa sacerdotisa de vestimentas peculiares.
Pero Zeus lo sabía, pudo verlo, el interés de Ares hacia la sacerdotisa, no era algo meramente físico o carnal, de ser así, no le habría puesto ese sello que indicaba que era suya.

Días después

Aome se encontraba tranquilamente enseñándole a Shippo a escribir correctamente, ya tenía tres días que no sabía nada del dios de la guerra, y eso la tenía un poco confundida.

- ¿Así esta bien Aome? - la voz del pequeño Shippo la hizo apartar sus pensamientos del dios, algo que agradeció momentáneamente.
- Si Shippo, así esta bien. - respondió ella después de leer lo que él pequeño había escrito en ese cuaderno. - Eres muy inteligente Shippo, mereces un premio. -

Después de darle una paleta, Shippo se fue a jugar con los niños de la aldea.
Esa tarde, Sango había ido a la aldea de los exterminadores, pues, según ella, necesitaba algunas cosas, y se había ido acompañada de Miroku.
Inuyasha... tenía un buen rato que no sabia de él, aunque intuía donde y con quien estaba.

Miro detenidamente el libro que aún no devolvía a la biblioteca de la escuela, si lo miraba detenidamente, claramente se trataba de un libro antiguo.
Después de meditarlo por algunos segundos, tomó el libro, su arco y flechas y le aviso a la anciana Kaede que saldría.

Camino hasta llegar al árbol sagrado, se sento y comenzó a leerlo una vez más, desde el principio, hasta que llegó a la página en donde relataban las palabras que usaban para invocarlo, y antes de que ella misma rechazará la idea, ya estaba repitiendo lo que decía en el libro.

- Oh gran señor de la guerra, poderoso señor Ares, te pido que vengas, que atiendas las súplicas de esta simple mortal... - antes de que pudiera seguir leyendo, el dios Ares ya estaba parado frente a ella.
- ¿Te cuento un secreto? - la pregunta del dios Ares la sorprendió un poco, pues no entendía porque estaba de tan buen humor. - Muy pocas veces atiendo ese llamado, pero si se trata de ti... primor, sólo dime, si quieres verme, solo pídeme que venga y ya, este en dónde esté, vendré por ti. -
- Lo siento yo... estaba leyendo y... - Aome no sabía que decir,  en el fondo,  había leído esa invocación para poder verlo, pero no quería admitirlo en voz alta. - Lamento hacerlo perder su tiempo. -

Ares la miro, el sonrojo en su rostro la delataba, aunque ella no lo admitiera, sabía que quería verlo, algo que le dejaba claro que no le era tan indiferente, si, era una sacerdotisa, pero también era un mujer hermosa, que venía de 500 años en el futuro, quizá en su tiempo, el ser una sacerdotisa ya no era un impedimento para estar con alguien.

- Me dejaste intrigado. - Ares hablo, rompiendo el silencio que se había formado en esos momentos. - Cuéntame... ¿Cómo terminaste viajando en el tiempo? - pregunto al tiempo que se sentaba a su lado.
- Yo... soy la nueva sacerdotisa de la perla de Shikon. - respondió la azabache con algo de nerviosismo. - Se podría decir que fue la perla quien me trajo. -
- Así que esa joya maldita, al menos hizo algo bueno en esta ocasión. - las palabras de Ares lograron sorprenderla, al menos alguien consideraba que la perla había hecho algo bueno. - Te trajo aquí, en dónde nos encontramos. -

Era peligroso el acercamiento que estaba teniendo con el dios Ares, pero al parecer, su sentido común la abandonaba en esos momentos, y su cerebro y corazón no coordinaban del todo bien, por lo que termino quedándose ahí, sentada a lado de él, contándole los detalles de cómo había llegado a la época antigua.

Guerra Y Paz (Aome x Ares)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora