Despertó y se encontró con que estaba en una gran habitación, era bonita y con decoración que, por lo que pudo identificar, era de estilo romano.
Se puso de pie y se dio cuenta de que estaba usando un vestido en color blanco, sus heridas habían sido curadas.No recordaba como llego ahí, sólo recordaba que había invocado a Ares, lo demás era borroso en su mente, lo último que alcanzaba a recordar más o menos bien, era que tenía al dios de la guerra frente a ella, y después nada.
Se asomo a la ventana, y se llevo la sorpresa de ver al dios de la guerra, al parecer estaba entrenando, pues estaba en una especie de patio privado, sin camisa mientras peleaba con la espada con alguien, se puso roja ante tal escena, tanto, que ni siquiera noto la presencia de esa hermosa mujer de cabello rubio y ojos azules, misma que llevaba tiempo esperando a que despertara.
La diosa Afrodita supo que Ares estaba interesado en una mortal, no lo culpaba, ella misma, más de una vez, había tenido amoríos con mortales, pero había algo que no la dejaba tranquila, era el hecho de saber que Ares, tenía intensiones románticas con alguien que no fuera ella.
Supo todo eso gracias a Hera, pues, la diosa estaba preocupada por su hijo, y preferia verlo con Afrodita, antes de verlo con una simple mortal.
Gracias a eso, había ido a buscarlo a ese palacio que tenía en Roma, no era difícil saber dónde estaba, menos porque se estaba haciendo pasar por uno de los entonces gobernadores que lideraban la guerra, pero nunca espero encontrarse con que días antes, él había llegado con una mujer, ni más ni menos que una sacerdotisa.
La miro detenidamente, no lo negaría, la chica era bonita, si fuese una diosa, le haría competencia por el título que ostentaba, irradiaba un enorme poder como sacerdotisa, además de todo eso, se notaba que era una guerrera, su porte lo gritaba, pero lo que la enojo, fue ver esa marca que Ares había puesto sobre ella, indicando que era únicamente suya.
- Veo que no te han enseñado modales, ya que ni siquiera reconoces la presencia de una diosa, humana insolente. - hablo llamando la atención de la azabache.
Hasta ese momento, Aome fue consciente de que había alguien más en la habitación.
Volteo algo asustada, llevándose la sorpresa de ver a esa hermosa mujer.
Sus cabellos parecían ser de oro, ese azul de sus ojos se asemejaba a una joya preciosa, todo en perfecta harmonia con sus bellas facciones y los atributos de su cuerpo, por un momento se sintió totalmente apocada ante su presencia.Pero algo hizo click en su mente, estaba frente a una diosa, por lo que de inmediato hizo una reverencia y pidió disculpas.
- Lo lamento, no era mi intención ignorarla. - dijo aún haciendo la reverencia. - Estoy algo confundida y estaba buscando a... -
- Estabas buscando a Ares. - interrumpió la diosa antes de que Aome pudiera terminar lo que estaba diciendo.
- Así es, estaba buscando al dios Ares. - respondió agachando la mirada.
- No sé qué podrás tener de interesante para que Ares te trajera a su palacio. - dijo mientras caminaba alrededor de ella y la examinaba más de cerca. - Hera tenía razón, no eres más que una simple humana. -
Sólo con esas palabras, Aome supo de que diosa se trataba, sabía que además de la diosa Hera (por ser su madre), la única que tenía buena relación, por así decirlo, era la diosa Afrodita, y es que preguntar sería demasiado, pues la belleza de la mujer frente a ella, lo confirmaba.
- Yo... - Aome no sabía que decir, por lo que sólo se limito a guardar silencio.
- Una simple humana que planea estar a la altura de Ares. - volvió a hablar con algo de desprecio. - Y además débil, porque esas heridas y tu estado de inconsciencia me da a entender que eres una inútil en batalla. -
- No soy ninguna inútil. - protesto Aome de inmediato y mirandola a los ojos, sin saber de dónde saco el coraje para hacerlo. - No soy ninguna inútil ya que estaba peleando con lo que ustedes los dioses han decidido ignorar todo este tiempo. -
- ¿Pero como te atreves a...? - exclamó a punto de golpear a la azabache, pero quedándose a medias.
- Afrodita, ni se te ocurra ponerle una mano encima a mi reina. - hablo Ares con seriedad, mientras estaba detrás de Aome y detenía la mano de la diosa Afrodita.
Pues si, alcanzo a ver cuando Aome se giro para ver a quien fuera que estuviera con ella en la habitación en ese momento, por lo que despidió al soldado con el que estaba entrenando y sin pensarlo dos veces, entró por la ventana, alcanzando a escuchar la conversación de ambas mujeres y como la azabache se defendió de lo último.
La diosa Afrodita salió bastante molesta de la habitación, dejando a una Aome bastante confundida por lo que había pasado.
- ¿Te encuentras bien? - pregunto Ares parándose frente a ella y llamando su atención.
- Si, estoy bien. - respondió Aome un poco aturdida aún. - ¿Por qué estaba aquí la diosa Afrodita? -
- No lo sé, les di la orden de no dejarla entrar. - respondió el dios de la guerra. - Ordene que nadie interrumpiera el descanso de la señora de este palacio. -
- ¿La... la señora de este palacio? - cuestiono la azabache más confundida aún.
- El día que me invocaste dijiste que serias mía. - respondió él mientras se acercaba para hablarle al oído. - Desde ese día, eres mía, no para servirme como una criada, sino como mi mujer. -
Aome entendió lo que le decía, y recordó lo que decía la última parte de esa especie de conjuro para invocar al dios de la guerra, se tenia que ofrecer algo como una especie de ofrenda o sacrificio, y ese día se ofreció a ella misma.
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He vuelto!
La verdad es que estaba algo desanimada, creo que se los hice saber en un comunicado que hice en mi tablero de anuncios.
Decidí que no voy a dejar que me afecte que alguien más quiera copiar mis trabajos, y ustedes me han hecho saber que les gustan mis historias, por eso trataré de tenerles nuevos capítulos más seguidos.
Los quiero y les mando un abrazo
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Guerra Y Paz (Aome x Ares)
FanfictionUn viejo libro que encontró en la biblioteca de la escuela, eso fue lo que cambió su vida para siempre y lo que la llevó a convertirse en el único motivo de lucha de ese dios.