Capítulo 4

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Habían pasado varios días, mismos en los que Ares y Aome se vieron, y mismos en los que los demás sospechaba  que la azabache estaba siendo cortejada por alguien, pero no sabían por quién.

- Tiene que ser ese soldado que conoció en el último pueblo que visitamos. - la voz de Inuyasha sonaba convencida, dejando claro que estaba seguro de quien se trataba. - Sólo un soldado sabría como evadirme cuando voy a buscar a Aome. -
- Reconozco que ese soldado era de los mejores. - concordó Sango al escuchar al peliplateado. - No por nada lo habían enviado a escoltarnos. -

Todavía recordaban a un soldado que habían conocido en un pueblo al que fueron debido a que los llamaron.
Soldado que de inmediato mostró interés en Aome, y que también había demostrado ser el más fuerte de ese lugar.

Pero Kykyo y Miroku estaban seguros de que Aome no estaba viendo a ese soldado, sino a alguien más, y también estaba el hecho de que la marca que antes cubria gran parte de su cuerpo, ahora solo estaba en su mano izquierda, formando una especie de pulsera que terminaba en su dedo anular.

Además, Ares no estaba evadiendo a Inuyasha, el simple hecho de imaginar una discusión con él, le fastidiaba, los había observado lo suficiente como para saber que el peliplateado podía llegar a ser muy fastidioso si de Aome se trataba.
Simplemente le gustaba ver como se molestaba y Aome terminaba enviándolo al piso.

Pero aún así, Ares disfrutaba de sus encuentros con Aome, simplemente le agradaba su compañía y aunque ella no lo supiera, ya había aceptado sus cortejos, pero le agradaba como llevaba las cosas ella.

Esa sonrisa coqueta pero inocente que le daba, simplemente lo volvía loco, y él lo sabía perfectamente, sabía que la había cautivado desde un principio, justo como ella lo cautivo.

- ¿Qué es esto? - pregunto la azabache al ver el collar que el dios de la guerra le había dado.
- Eso es una punta de flecha, flecha de las cuales yo uso. - respondió al tiempo que le ponía el collar. - Digamos que esto deja claro que ningún otro dios puede molestarte. Claro, sólo yo. -

Aome tocó la punta de flecha y sintio como estaba cargada con el enorme poder del dios de la guerra.
Ell no era tonta, sabía que Ares estaba llevando las cosas con ella como un cortejo de la época, e inconscientemente había aceptado.

Días después

Había accedido a encontrarse con su madre, después de todo, ella era la única persona en el Olimpo a quien le tenía verdadero aprecio.
En cuanto la vio, ella corrió a abrazarlo, pues nunca dejaría de verlo como su pequeño.

Hablaron largo y tendido, hasta que Hera toco el tema de Aome, pues si, le dijo que lo habían observado a través del Oráculo.

- Es una mujer hermosa y fuerte. - dijo Ares al tiempo que miraba a la nada. - Tiene un espíritu guerrero que ni siquiera Athena lo tiene, y una bondad inmensa. -
- Pero es una mortal. - exclamó Hera con algo de rechazo.
- No es cualquier mortal, es la guardiana de la perla de Shikon, esa joya maldita a la Zeus le dio la espalda y dejó en manos de la humanidad. -

Ares hubiera continuado enumernado todas y cada una de las  cualidades de Aome, claro, si no hubiese sentido esa presión en el pecho, pues sabía que algo le pasaba a ella.

En otra parte

Habían peleado tanto por eso, el último enfrentamiento contra Naraku, pero era demasiado fuerte, tenía casi toda la perla en su poder, le quedaban sólo  fragmento de Kohaku y el que ellos tenían, era una batalla bastante dispareja.

Inuyasha estaba en su límite y aunque Sesshomaru no lo demostrará, también se estaba sobreexigiendo, Sango y Miroku estaban con heridas graves, Kykyo estaba casi al borde de la muerte y ella, a ella le quedaba una sola flecha.

Misma que decidió lanzar, llamando la atención de Naraku, porque si, había logrado herirlo y comenzar a purificar la perla, por lo que, el híbrido de araña decidió atacarla directamente a ella.

No supo en qué momento comenzó a correr con Naraku detrás de ella, sólo se dio cuenta cuando sus piernas trataban de alejarla del lugar, mientras que Inuyasha y Sesshomaru trataban de atacar a Naraku sin lastimarla a ella.

- Oh gran señor de la guerra, poderoso dios Ares, te pido que vengas, que atiendas las súplicas de esta simple mortal, te pido que pelees a mi lado, te ofreceré mi lealtad y seré solo tuya, a cambio de la victoria. -

Antes de darse cuenta ya había terminado de decir todo ese conjuro, mientras apretaba con fuerza la punta de flecha que Ares le había dado.

Todo paso muy rápido ante la mirada atenta de todos.
Un gran resplandor iluminó el lugar, y se vio al dios de la guerra, parado delante de Aome, mirandola con duda debido a los golpes y rasguños que tenia.

Después se giro para ver en la misma dirección que Aome veía, mirando a Naraku frente a ellos.
Entendió todo, en una situación desesperada, Aome lo invocó, pues al ver al resto, era evidente que iban perdiendo.

Sintió enojo, no con Aome ni con sus amigos, sintió enojo con él mismo pues no había estado cerca para protegerla desde un inicio, y sintió odio hacia Naraku, por atreverse a lastimar a la mujer que amaba.

Hizo aparecer su lanza y la lanzó contra el híbrido de araña, dando justo en el lugar donde estaba la perla, provocando que esta se estrellara y se volviera a romper.

Naraku terminó escapando, pero había recibido el ataque de un dios, y gracias a eso, sería fácil encontrarlo una vez más.

- ¿Te encuentras bien? - Ares cuestiono a Aome en cuanto volteo a verla, y mientras acariciaba su rostro, se dio cuenta de que la única herida grave que tenía era en su costado. - Perdóname por llegar tarde. -
- Viniste, y es lo único que importa. -

Antes de que pudiera decir algo más, Aome se desmayo debido al cansancio y todo el poder espiritual que había usado.
Por lo que, Ares la alzó y simplemente desapareció del lugar con ella, dejando a los demás con dudas.

Guerra Y Paz (Aome x Ares)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora