KRISTEL
Ni Draco ni yo fuimos apenas capaces de conciliar el sueño esa noche a pesar de lo molidos que estábamos. Me daba miedo cerrar los ojos por la oscuridad que se albergaba tras bajar los párpados y volver a reproducir esas traumáticas escenas en el interior de mi cabeza. Mi cuello, brazos y piernas ya se habían librado de rozaduras y marcas, pero no podía negar la herida que permanecía adentro, en lo más profundo.
La visión se me emborronaba seguido de un fuerte mareo lo cual me provocara un gran cansancio y que apenas fuera consciente de mis actuaciones. Sin embargo, mi estado se tornaba a uno anímico. Me desplomé en la cama riéndome sin sentido y con McLaggen dirigiéndome a sus verdaderas intenciones. Sentí que me arrancaban el vestido hasta dejarme al descubierto, con la piel erizada por el ambiente frío que se ceñía a nuestro alrededor. Una intensa luz iluminó la habitación. Mi anillo emitía parpadeos cada vez más rápidos e intensos, como una señal de emergencia. Un calambre acompañado de un enérgico dolor se esparcía por mi cuerpo, haciéndome gemir de dolor y clamar que parase. La aflicción nada más hacía que incrementar, solo que esta vez no era de tortura, se sentía extrañamente delicioso...Unas manos me tomaron del cuello oprimiéndolo, dificultando el llegue de oxígeno a mis pulmones. Un tacto bajaba por mis pechos, mis caderas, mis partes íntimas... Lo último que recuerdo fue desvanecerme y una figura abalanzarse bruscamente encima de mí.
Mi subconsciente saltó de una memoria a otra, aterrizando en la mansión Hadeeville, un día después de enterarnos de la fuga de Astrid y la desaparición de Julius. El día en el que lo cambió todo. Papá, como de aquella lo llamaba, trinaba de rabia llevando su furia al extremo. Desde ahí mis clases se convirtieron en algo más exigente. No podía darme el lujo de cometer errores. En una de las lecciones me negué a continuar, estaba demasiado agotada tras horas de combates sin descanso. Haggard ordenó que me levantara y siguiera peleando, me opuse, contradiciéndole y quejándome de las condiciones. Su expresión cambió por completo. Sus ojos amenazantes quemaban con tan solo mirarlos y su mandíbula se tensaba. En un ataque de furor me agarró del cuello y me gritó en la cara.
-¡Soy tu padre y obedecerás mi palabra!
Me apuntó con la varita imponiendo dominio. Estaba acorralada en la pared sin posibilidad de defenderme ante mi solo y verdadero miedo, Haggard Hadeeville, la única persona a la que había temido nunca. Ni una pesadilla como Lord Voldemort, que era tan popular entre todos consiguió ser una ícono de horror para mí. ¿Cómo una figura así de familiar como un padre se había ganado ese lugar en un recuerdo?
Así poco a poco ese pavor crecía, quedando marcado en atroces situaciones, pasando por la manipulación, para conseguir realizar complejos hechizos usándolos para su bien.
-Solo tú puedes ayudarme, hija.
Siguiendo por castigos y amenazas...
-¡Más te vale hacerlo o no volverás a ver a tu madre ni a tu hermano nunca más! ¡Si quieres ver un plato de comida hoy asegúrate de demostrar lo que has aprendido!
Y hasta con la tortura...
-¡De rodillas! ¡Crucio!
Los aullidos de angustia se reiteraban en mi mente. Pedía prudencia, pero él no cesaba de lanzarme la maldición, no sería tan amable como para otorgarme piedad. La sensación de huesos romperse y aguijonazos en distintas partes del cuerpo dejaba rastro en mi pensamiento como una sentencia al sufrimiento eterno.
Dejé paso a otro recuerdo. Bajo una noche estrellada una niña se encontraba de pie en una alta torre. El viento azotaba mi cabello. Inhalé y exhalé, expulsando cualquier pensamiento que me impidiera a hacer lo que más deseaba en esos momentos. Acabar con todo esto. Miré unas marcas de moretones en mis brazos, también las sentía en el cuello, papá había apretado algo de más. Llevé mi vista unos metros más abajo, en el suelo de cemento que me esperaba con solo dar unos pasos hacia delante. Lágrimas se derramaron por mi rostro, ahogándome desde dentro. Avancé hasta posarme en el borde, solo necesitaba abalanzarme y terminaría con el sufrimiento, pero mis piernas cayeron al suelo, preguntándole a la nena por qué era tan cobarde como para no tirarse al vacío. ¿Por qué no hacía algo tan sencillo como eso si había pasado por peores cosas? Un empujoncito no sería nada. No pude responder con ese impulso y me separé retrocediendo a una pared. Lloré de la rabia, de no ser lo suficientemente fuerte y valiente. No eres nada, se decía la pequeña de once años a sí misma. Dios, tan solo once años... ¿cómo podía albergar un dolor así una muchacha de esa edad?

ESTÁS LEYENDO
La Reina Flamante
FanfictionKristel Hadeeville entra a Hogwarts con unos objetivos establecidos: mostrar su intelecto y poder al mundo, aparte de siniestros secretos que esconde tras su faceta. Dentro de su vida aparece Draco Malfoy, que torcerá sus planes a causa de la quími...