the night mom left me.

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7 DE SEPTIEMBRE DEL 2020

LUNES

SAN CARLOS DE BARILOCHE, ARGENTINA



Miré como sus ojos se volvían a posar sobre mi rostro, quizás un poco más cansados que la última vez. Ahora, el clima era blanco, era hospital. Y si bien los hospitales nunca habían sido de mi agrado, pude encontrarle un leve cariño, mientras los pequeños niños de la quimio me invitaban a jugar al Monopoly en esa sala de espera.

Y mientras suspiraba, recordaba las cosas que fuí aprendiendo con estos meses.

La principal, uno nunca está listo para decir adiós.

Nadie nunca se puede preparar lo suficiente para despedirse de la persona que más ama en el mundo. Pero despedirme de mi mamá era tema aparte.

Sentí su mano en mi estomago, sentí sus lágrimas mojar una leve parte de mi cabello mientras me aferraba a su pecho. Como cuando era chiquita.

La abracé tan fuerte como para tratar de pasarle la vida que me quedaba a mí, la abracé hasta que sentí mis manos cansarse. La abracé hasta que sentí como su pecho dejaba de moverse debajo de mi oído.

Y allí fue cuando lo supe, despúes de varios "te amo", que ella estaba en un lugar mejor.

Lloré, lloré, grité y no me importó nada. Ginebra estaba ahí, sosteniendóme como siempre, como cada vez que mi mundo se cae.





flashback to

6 may, 2020.

villa la angostura, patagonia argentina



—Desde que quedaste embarazada me preguntó si alguna vez llegaré a conocer a mi nieto, o nieta...— me dice, despúes de las leves vacaciones que nos habíamos tomado, un finde, en el lago y una cabaña que se sentía como casa. Como un hogar.

—Ay ma...— empiezo, sintiendo ese nudo en mi garganta como cada vez que mi mente vuelve a el simple pensamiento de mi madre no estando conmigo. —Yo tengo fé. Y eso que soy la persona más sin fé del mundo. Yo creo que lo vas a conocer. Lo vas a ver crecer, le vas a dar todo el amor que me diste a mí... vas a ser la mejor abuela del mundo, mami.—

end to flashback




Sentí mis ojos pesarme, sentí que mi cuerpo ya no estaba ante mi propio control mientras mis manos seguían aferrandose a las de ellas, que comenzaban a tomar una temperatura más baja.

Allí fue cuando me despedí, con un beso en su frente, como me daba ella despúes de dormir, todos los días.

Agarré su mano y entre lágrimas la fuí soltando, hasta que Gine, quién lloraba del otro lado de la puerta, me la volvío a agarrar.

Todas las memorias, los pensamientos y los recuerdos inundaban mi mente mientras caminaba por esos estrechos pasillos, que sin mi mamá cerca, volvían a darme miedo.

Mis rodillas chocaron justo con el suelo cuando lo ví entrar por esas puertas, corriendo como si algo se le hubiera escapado.

Pero no pude mirarlo.

No pude mirarlo a los ojos, ya que los míos solo tenían un punto fijo en el suelo.

¿Lo estaba imaginándo?

No. Claro que no.

Por que termino con sus rodillas en el suelo, al igual que yo, frente a mi y me abrazó.

Me abrazó tan fuerte que me sentí completa por un segundo, me abrazó y nuevamente me sentí en casa.

Me abrazó y deje caer mis lágrimas, sin poder calcular la inmensidad de lo que había extrañado tenerlo en mis brazos.



—Cami... yo... dios. Lo siento tanto.— sentí sus manos tocar mis mejillas, mientras secaba mis lágrimas con sus dedos pulgares. —Sé que no hay nada que yo pueda decir que te haga sentir mejor... sólo... te amo. Te amo y estoy acá. Y me costó encontrarté de nuevo, pero lo hice. Y no pienso irme.—

—Charlie...— miré hacía abajo, creyendo que él realmente no había visto mi enorme panza al entrar, pero no se fue cuando puso una de sus manos sobre mi estomago. No lo sentí y a la vez sentí la patada de esa niña a la que le llevaba dando vida hacía unos siete meses.



Me ayudó a levantarme, mientras Arthur y Fabio entraban por la puerta. A corrío hacía Gine, que seguía sentada en una de las sillas. Mientras Fabio se acercaba lentamente hacía mí. Y ese chico de gorra que se acercaba a lo lejos.

Esa fue la noche en la que mamá se fue.

Esa fue la noche en la que mamá me dejó.

Pero también fue la noche en la que me sobraron hombros para llorar toda la noche.

Fue la noche en la que mis amigos me sostuvieron, Gonza, Fabio,Arthur y Gine.

Fue la noche en la que Charles se acercó lo suficiente para decirme que me amaba tantas veces que perdí la cuenta, fue la noche que sentí su primer beso sobre la panza de mi estomago.

Fue la noche en la que me confesó que siempre había querido una niña.

Cerre mis ojos mientras mi papá se encargaba de lo necesario para que mi mami se vaya en paz, al día siguiente fue cuando todo se volvío un poco más real.

Donde las rosas y las flores ya no eran algo que simbolice felicidad para mí. Pero sin embargo dejé sus favoritas, petunias, dalias y tulipanes.

Finalmente me despedí, sin poder creerlo, o más bien... sin querer aceptar que mi casa se sentiría lo suficientemente fría como para no querer estar allí.

Sin embargo volví sola.

Era algo que necesitaba.

Volví y miré cada una de las cosas de la casa. Y cada una de ellas me daba un recuerdo diferente.

El baño que yo le ayudé a remodelar, donde las dos terminamos llenas de macilla.

Las escaleras donde lloré hasta descoserme cuando me enteré que estaba embarazada.

Las barandas que nos encargabamos de llenar de luces cada navidad.

La chimenea con miles de cuadros.

Nosotras, nosotras y nuevamente nosotras.

El patio lleno de nieve, como cuando me emocionaba cada vez que intentaba hacer un muñeco con ella, y entraba nuevamente a la casa embarrada de pies a cabeza.

Todo de esa casa me seguía gritando su nombre.

Y todo fue peor cuando llegué a ese sillón.

Ese sillón de cuero marrón lleno de historias, de charlas, de películas y de series. Allí nos terminamos Dr. House, Greys y Teen Wolf.

Sonreí al ver esa manta blanca sobre esté lugar, y suspiré levemente, mirando cada una de las letras bordadas.

"Olivia".



—Creo que no pudiste haber elegido un mejor nombre.— me dice una voz desde mi costado derecho, mientras yo me dejo caer, apoyandome en él.

—Lo sé... siempre te gustó ese nombre.—


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