Sin el Compás

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Una primera nota

Sus ganas de beber alcohol no se habían reducido en lo mínimo, tras ya varias copas y un sonrojo remarcado en sus blanquecinas mejillas, Eula Lawrence se reusaba a parar de beber. Tenía el pelo medianamente desarreglado, lo cual era extremadamente poco usual en su presentación. Muchos en Mondstadt reclamaban por su procedencia y carácter, mas nunca por el porte que poseía, a eso se le añadía el tono de voz que se estaba descuidando más de lo habitual.

En definitiva, la amiga más cercana a Amber sin contar a Collei estaba fuera de sus cabales. Todos los hombres o mujeres quienes cruzaban la mirada con la borracha Eula, eran sacudidos por unos ojos que transmitían el descontento total, como si en cualquier momento su mandoble diera un paseo, y no el parque precisamente. Eula sentía que su sangre se calentaba cada vez más, algo la estaba molestando, y no era el hecho de que la caballero exploradora se hubiese ido a Sumeru a pasar una temporada sin avisarle al menos, o que por décimo millonésima vez un tipo sin vida dijera que los Lawrence eran un desperdicio y demás palabras que honestamente más igual no le podían dar.

Su problema era con el viajero.

Aquel venidero del horizonte y con quien ya había compartido tanto aventuras, como el calor de una fogata. Un amigo que se volvió amigo "sin su consentimiento".

Ese sujeto tan cercano, estaba desaparecido.

Su carta que había mandado por motivo de la celebración de su cumpleaños nunca fue contestada, le habría dado igual, de no ser por el hecho que por palabras de amistades ajenas las suyas, se enteró que el peli verde había visitado a Jean en su oficina durante todo el día. Y que también había compartido todo un a jornada con la bibliotecaria Lisa. ¡Incluso había cumplido un capricho de la dueña de la tienda de recuerdos cuando salió con ella un día dejando vacío el establecimiento al que se dirigían los compradores ¡Era imperdonable, una vez se consiguiese con él para encararlo, la venganza sería suya!

Aunque debía de esperar hasta que su cuerpo encontrara reposo en su cama. Finalmente desistió de su afán por beber. Dejó las moras correspondientes por su consumo, y, a paso no muy firme salió de la taberna. Acompañada por la luz de la luna llena que alumbraba sus pasos a seguir, la Lawrence recorrió ya las casi vacías calles de la ciudad de la libertad. Juraba que podía sentir que el viento estaba algo más fresco esa noche, incluso que olía más dulce de lo habitual, más se obstinó a creer que se debía al alcohol que recorría por su sistema.

Subiendo unas escaleras y girando unas cuantas veces, llegó a una gran morada. Tenía dos pisos, un par de estandartes colgados a los lados simbolizando a Mondstadt, varias ventanas las cuales dejaban ver que en el interior todo estaba apagado. Con unos cuantos inconvenientes.

—¡Malditas llaves, me vengaré de ustedes!

Y unas cuantas maldiciones que condenaban a las piezas de metal, finalmente se abrió paso para entrar a su hogar. Tiró las llaves sobre la mesa y se tiró por instinto a la sala bocabajo, logró escuchar como la puerta se cerraba.

—Hasta que el viento sirve de algo.

Pasos resonantes cruzando la habitación la alertaron de manera inmediata. Se giró preparada para pelear a mano limpia, pero su sed de violencia se finiquitó de golpe al ver de quien se trataba. No era más que el "pequeño" viajero. Vestía con un elegante traje que se asemejaba al de los inventores provenientes de Fontaine. Apenas y había crecido desde la última ocasión en que lo había visto. Eula lo analizó, el alcohol hizo que tardara demás hasta que finalmente hizo clic.

—¿Qué diablos haces en mi casa?

—Primero que nada, buenas noches —saludó sonriente y agitando la mano—. Y segundo que todo, en tu carta dice que te encuentre donde siempre estas...

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2022 ⏰

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