Capítulo 28: Hogar de los Matou

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Chilló como un perro.

Como un perro que acababan de ser mutilado por un vehículo, que acaban de romper, pero aún así el animal seguía con vida, retorciéndose como un moribundo.

Llorando, gritando, aclamando por piedad.

Pero no fue atropellado, no era un perro mutilado. Era un ser humano.

¿Qué es lo que causó todo ese alborotó? Gritos que no podían ser conocidos como humanos, que se asemejaban más a una bestia salvaje.

Sus perdida de cordura eran el resultado de un dolor tremendo.

Podría comparase con una mordida, de pequeño dientes que se asemejaban a tornillos que se clavaban en su muslo, espalda y brazos, pero el movimiento de esté cambió cuando los dientes entraron y su movimiento cambio a un taladro.

Comenzó a entrar y él a gritar.

Tal vez si solo hubiera sido como un puñal, algo que penetra y se queda fijo en un lugar, aún con el filo rompiendo constantemente sus músculos, hubiera podido mantener la cordura.

Palpitaba, contrayéndose y expandiéndose. Una, y otra y otra vez. Entraba, ¡Lo penetraban! Le machacaba, pero había más, algo que aplastaba su sentido común y aclamaba para que fuera mentira aún sabiendo que era. No solo invadieron su cuerpo, perforaron su exterior...

¡Le estaba comiendo las entrañas!

No era uno ¡Era muchos! ¿Cuántos? ¿Diez, veinte treinta, cincuenta, cien, quinientos, miles?

¡Le devoraban!

¡Avanzó!

¡Cuerpos externos y desconocidos!, unas protuberancias exteriores que buscaban ser parte de él, devorar sus órganos.

Su garganta se desgarra, pero nada ha entrado en ella, simplemente sus gritos la rompen y se queda sin voz.

Palpitan y se mueve, profundizando en su interior, se mueven bajo su piel... lo aplasta, golpea su piel en donde las protuberancias se asoman, entierra sus uñas ignorando el daño, ya que el dolor producido por las criaturas era peor.

¡Estaban bajo su piel!

¡Tiene que sacarlas! Arrancarlas, vomitarlas, excretarlas.

No importaba lo que tuviera que hacer, aunque tuviera que arrancarse la piel, tenía que sacarlas y eso es lo que hizo, sus uñas perforaron su carne en búsqueda de los invasores.

Pero no los encontraba, aunque se depellejó, ya no estaba ahí.

Palpitaba, contrayéndose y expandiéndose... en otra parte de su cuerpo.

Se movía, continuaban avanzando, ignorando el cuerpo que invadían, lo rompió como un muñeco.

Oh, eso es lo que era, lo que se volvió. Un muñeco, un pequeño muñeco para la diversión de los invasores que parecían considerar su cuerpo como su jardín de juegos.

Palpitaba, contrayéndose y expandiéndose.

Se volvería loco.

(*)

Todos quedaron en silenció ante la declaración de Shinji.

No había mentira en sus palabras, estaban ignorando ese nuevo factor que él desconocía. Si había otra persona atrás de todo esto, de la sombra... tienen que investigarlo.

—Shinji tiene razón. Estamos hablando de matar a Sakura, pero no estamos buscando opciones. Si su abuelo está relacionado a esto, tenemos que comprobarlo y hacer todo lo posible, para detener la sombra.

Fate: Hombre de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora