Final

470 80 3
                                        

Sinceramente, sus palabras ni siquiera importaban. Podía ver la verdad en sus ojos, oír el compromiso en su voz, saborear la disculpa en sus labios y sentir el afecto en su tacto. Era todo lo que necesitaba.

Aunque estaba aterrorizado, finalmente solté las palabras que había guardado en mi interior.

—Te amo.

Luché contra el impulso de disculparme inmediatamente. Fue rápido, sabía que era rápido. Y apenas nos conocíamos. Pero también conocía mi corazón. Y mi corazón pertenecía a Off, lo quisiera él o no.

—Dilo otra vez —Gruñó por lo bajo—. Por favor. —Ambos hablábamos en voz tan baja que casi me sorprendió que pudiéramos escucharnos. Era algo tan nuevo, tan frágil, que ambos temíamos estropearlo.

Rocé mis labios con los suyos y sonreí cuando su cuerpo se estremeció.

—Te amo. Trace.

—Cariño —Gimió Off en mi boca—. Te amo tanto. —Aplastó sus labios contra los míos y me abrazó con fuerza a su cuerpo. Sentí la dura presión de su bulto contra mi bajo vientre y apreté el mío contra la parte superior de su muslo. El gemido resultante de él me hizo arder la piel, y quise más, más, más.

Una burbuja de felicidad se convirtió en una risa en mi garganta.

—Dilo otra vez. —bromeé.

Dio un paso adelante, apretándose contra mí y obligándome a retroceder hasta que mi culo chocó con el lateral de la cama. Siguió presionando, empujándome sobre la cama y subiéndose encima de mí. Introdujo un grueso muslo entre los míos, separando mis piernas. Su dura polla empujó contra la mía, haciéndome inhalar un suspiro. La sensación era increíble.

—Niño travieso. —retumbó. Su sonrisa se volvió perversa y prometedora. Con la punta de su lengua, trazó una línea por mi garganta y por el cuello de mi camisa—. ¿Qué debo hacer con un chico travieso? —Sus ojos eran profundos estanques de deseo y dominación.

—Todo lo que quieras —grazné—. Siempre que incluya tu polla en mi boca o en mi culo.

Con un gruñido ronco de aprobación, su boca chupó una marca en mi cuello mientras sus manos empujaban bajo mi camiseta en busca de mis pezones. El hombre tenía manos mágicas. Y una boca mágica. Y, si recordaba correctamente, que lo hacía, una polla mágica.

En la bruma de deseo que nublaba mi cerebro, un pensamiento salió a la superficie. Por mucho que quisiera que me follara, por mucho que le hubiera perdonado, aún no habíamos resuelto nada. Sí, podría estar dispuesto a intentar una relación, pero seguía viviendo en Nueva York. Todavía estaba casado con su trabajo.

Todo esto era todavía temporal. Y yo no estaba seguro de poder soportar eso.

No estaba seguro de poder soportar que saliera por la puerta para volar a su casa en Nueva York.

—Quédate —solté, de repente con pánico—. No quiero que te vayas.

Se apartó, sus ojos oscuros buscaron los míos.

—No me voy a ir.

Fruncí el ceño, sin saber si había perdido suficiente flujo sanguíneo en mi cerebro como para confundir las cosas.

—Pero Nueva York. Tu vuelo...

La mirada en su rostro era francamente adorable. Me inundó de calidez.

—No te voy a dejar. —Me pasó una mano por el pelo, ahuecando la parte posterior de mi cabeza—. Nunca te iba a dejar. Trabajaremos juntos el resto del evento y volaremos de vuelta a Phanadul cuando termine.

Un extraño al azarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora