★ ---Tras Rodrigo haber perdonado a Iván por lo que el describe como "una broma" pasan tanto tiempo juntos que ambos empiezan a sentir más allá que amistad, pero hay una persona que no va dejar que estos dos terminen juntos y obligará a Iván a decir...
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Iván y Rodrigo habían quedado otra vez en el comedor a la hora del receso. Durante este, Rodrigo notaba a Iván algo extraño, parecía estar nervioso.
-Che, tengo algo para vos -Sacó de abajo de la mesa un oso de peluche color rosa, el mismo que le había dado cuando se le declaró falsamente, pero que este no aceptó. -La otra vez no te lo llevaste, así que acá está.
Rodrigo no sabía si estaba jugando, si lo decía en serio o si solo se quería reír de él.
-¿Vos me estás cargando? -Dijo el de ojos verdes en tono ligeramente enfadado.
-No, no, no, posta te lo estoy dando con amor. -Sonrió.
Rodrigo se sonrojó un poco. Agarró al osito con sus dos manos y lo miró como si nunca hubiera visto un oso de peluche, luego levantó la mirada haciendo contacto visual con Iván mientras sonreía de lado, lo cual le causó ternura al más alto.
-Te ves muy tierno así, seguro te verias más tierno saltando encima de mi... -Lo último lo dijo casi susurrando, haciendo que sea imposible que Rodrigo lo escuche.
-¿Cómo? hablá más fuerte.
-No dije nada, solo que te ves muy lindo hoy. -Bajó su mirada a los labios de Rodrigo, este sin pensarlo se acercó más a la cara de Iván, pero antes de que otra cosa suceda, sonó el timbre indicando que la hora del receso había terminado y debían seguir con las clases.
...
El profesor había salido del salón, por lo que Rodrigo aprovechó para revisar un mensaje que le había llegado unos minutos atrás en plena clase.
"Nos saltamos las clases?? Te veo en donde siempre"
Era un mensaje de Iván. Dicho mensaje causó que una sonrisa se dibuje en los labios de Rodrigo.
El castaño salió de su salón, no sin antes pedirle ayuda a su amigo Germán para que se quede vigilando que ningún maestro lo vea salir.
Se dirigió al salón de clases donde estaba Iván. Como la puerta solo estaba cerrada a la mitad, aprovechó para asomarse por el espacio que había, divisando casi al instante a Iván, quien también lo vió. Se sonrieron y luego Rodrigo se escondió recargando su espalda en la pared, esperando a que salga su amigo.
