2. Cautivo

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2. Cautivo

Seguía dudando de mi decisión al seguir a Heughan, ahora conocido como Douglas, a través de unos largos pasillos; el tapiz rojo y las luces tenues más que brindarme comodidad me helaba hasta las entrañas. Debí salir corriendo apenas tuve la oportunidad. Pero tengo que admitir que temí que intentaran asesinarme en ese mismo momento. Así que como buena cobarde e impulsiva, seguí a Douglas hasta los calabozos.

Sí, el maldito castillo tiene hasta calabazos.

Cosas de gente rica.

El sitio es de piedra gris y forma otro pasillo angosto e irregular que nos abraza con gélido encanto. Me muerdo el labio con nervios y pronto absorbo un líquido metálico. Quito el resto de sangre con la lengua.

Me estoy orinando de los nervios.

No quiero morir rodeada de orina. Que humillante.

—Entiendo que podría ser...algo sorpresivo para ti. Estás en todo tu derecho de huir si lo encuentras correcto.

—Pensaba salir corriendo antes de que sacaras tu machete pero veo que anticipas mis movimientos.

—No soy el asesino, Eleanor—responde Douglas, con tono derrotado.

—Todo el mundo es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario.

Tengo la ligera impresión de que ya no soporta mi carácter y eso me produce profunda satisfacción.

Irritar a la gente es mi encanto.

—¿Cuántos años tiene este castillo? —pregunto para aligerar la tensión.

Joder. Qué largos son estos pasillos.

—Fue a finales del siglo xix. Su estructura permaneció en perfecto estado por más de doscientos años. Lastimosamente, el descuido y el abandono hicieron que ciertas partes se degradaran. Pero el resto del castillo sigue en perfectamente bien.

—Se mantiene bastante bien para su edad.

—Gracias.

—Yo me refería al castillo—sonrío.

Douglas se avergüenza y acelera el paso mientras que a duras fuerzas intento seguirlo. Si él es el asesino... no estoy haciendo un buen trabajo siguiéndolo a unos calabozos de un castillo neogótico.

Sin dudas soy la primera que asesinarían en una película de terror.

Finalmente, llegamos a una puerta de hierro sellada y sin pomo: sin salida.

Por un breve momento, las rodillas se fallan, pero logro reponerme instantáneamente. Si había alguien allí dentro quien decía que era el hijo de Hades, el Dios del inframundo, posiblemente se tratase de un paciente psiquiátrico. Lo cual dejaría en evidencia lo descabellado que era mi progenitor.

Douglas abre una rendijilla que hay en la parte alta de la puerta; observa todo con detenimiento, y cuando vigila que está todo en orden, se aparta para dejarme ver. A penas intento vislumbrar algo de puntillas, me aparto y miro al asistente con vergüenza.

—Iré por un banquito—informa dándose cuenta del inconveniente.

Con el ego hundido debido a mi estatura murmuro un insonoro gracias.

Creí percibir una respiración densa al otro lado del hierro. Me estremezco y contengo las ganas de echar a correr. Douglas regresa con mi banquito justo cuando di el primer paso para huir.

La dama oscura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora