Capítulo 13: Cicatrices sin sanar

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"¡Finite temulentia!"

La ventaja del encantamiento de sobriedad de Aberforth fue que hizo que la creación de un Traslador fuera mucho menos peligrosa para Draco. La desventaja fue que aclaró la mente de Draco lo suficiente para pensar por primera vez, ¿Por qué exactamente estoy robando el Espejo de Oesed?

"Portus" entonó Draco, concentrándose en el pequeño cáliz que Aberforth había conseguido para convertir en Traslador. Había dudado de la habilidad de Draco para Aparecer con un poderoso artefacto mágico. Mientras tanto, había tomado la admisión de Draco de que podía crear Trasladores ilegales sin un parpadeo.

Draco tuvo que concentrarse, su paranoia irracional lo hizo utilizar la varita de su madre, para evitar que Aberforth reconociera la varita de nogal y decidiera no ayudarlo. No estaba pensando, pero funcionó, como había hecho antes, sin que nadie lo pensara dos veces...

¿Desde cuándo la varita de nogal me deja usar otras varitas?

¿Eso significaba que realmente había un resto de la tía Bella en la varita, como para mostrarle clemencia a la varita de su hermana?

Tocó la varita de nogal. El mango ni siquiera estaba caliente.

Simplemente algo más que no comprendía.

Junto con la razón por la que Aberforth Dumbledore era más leal a un extraño que a su propio hermano. Su muy famoso y poderoso hermano. "Um, señor" dijo Draco y Aberforth bufó con una risa, mostrando lo poco que debía escuchar señor aplicado a él. "¿Hay, eh, alguna razón por la que me esté ayudando?"

"¿Por qué le estás robando esta cosa a Albus, niño?"

Draco le contó la verdad, aunque trunca para ayudar a sus intereses. "Hay una importancia en este espejo" le dijo, la sobriedad no había terminado con el torbellino en su cabeza. "Una importancia... es algo que el director se rehúsa a contarme. O a Harry Potter y a todos los demás" excepto tal vez mi padrino. "Por sus propias razones. Dijo que era por mi bien, pero..."

Aberforth miró hacia otro lado, una agitación inexplicable apareciendo en sus manos llenas de arrugas. "Él siempre piensa así. Como si fuera una especie de dios. Pero Albus... Albus no sabe lo que es mejor para los demás. Vamos, Black. Saquemos este contrabando fuera de mi maldita casa.

Draco realmente comprendía muy poco, pero al menos tuvo el consuelo de saber que comprendía más que Gilderoy Lockhart.

Cuando el mundo dejó de girar, las torres oscuras de Citadelle Xaphan se alzaron sobre su cabeza bajo la luz de luna y la esencia del mar. Draco y el espejo aterrizaron frente al castillo, en los alrededores de dónde había sido la boda. Lo dejó expuesto, con la luna tan brillante sobre la isla-

Llena. No, no solo brillante, llena. Sirius y Remus no estarían esa noche por seguro. Su suerte continuaba. "Sí" siseó Draco. "¡Sí! ¡Sonorus! ¡Lockhart! ¡LOCKHART!" esperó, revisó su reloj y decidió esperar, no quería despertar a Lockhart y que se pusiera de mal humor. El siguiente paso fue conjurar Focillo unas quince veces. Estaba helando ahí.

Tomó el tiempo para examinar que había pasado con el lugar. La última vez, se había estado desmoronando, los caballeros y las gárgolas provocando el colapso de tantas piedras sobre Harry y él, por la figura que pensó era su tía Bella en la única torre alta que quedaba. Ahora había más torres, alzándose como centinelas, las formas sobresalientes de las alas de las gárgolas a su altura cortaban como ramas de árboles a través del cielo nocturno, excepto que no había fuelles en sus manos. Draco caminó más allá del puente levadizo, el cual había sido bajado. El patio principal estaba lleno de fuelles desechados, brillando como una bóveda de Gringotts llena de plata. Estaban apiladas juntas como si esperaran ser retiradas para pagar algún precio arcano. Cuando Draco se cansó del esfuerzo adicional de levitar el espejo, lo bajó y la luz nocturna desvaneció la diferencia entre oro y plata.

Draco Black y el Prisionero de Nurmengard (#6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora